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La perspectiva del empowerment y el modelo ecológico del desarrollo humano están profundamente interrelacionados. Esta relación se sustenta en que los supuestos del modelo ecológico del desarrollo humano subyacen y estructuran de manera sistematizada los planteamientos de la teoría del empowerment, tal y como trataremos de exponer a continuación.

El empowerment supone la potenciación de recursos y el fortalecimiento en varios niveles: individual, grupal-organizacional y comunitario. Estos son precisamente los sistemas que, en el modelo propuesto por Urie Bronfenbrenner, se encuentran interconectados e impregnan todo el desarrollo humano.

1. Raíces intelectuales del modelo ecológico

El término ecología procede de las palabras griegas «OKOÇ» (oikos: casa, vivienda, hogar) y «AYOÇ» (logos: estudio o conocimiento). Podemos decir, por tanto, que ecología significa literalmente «estudio de los hogares». Este término fue acuñado por el biólogo alemán Ernst Haeckel en 1869 en su trabajo Morfología General del Organismo. En un principio, Haeckel entendió la ecología como la ciencia encargada del estudio de las relaciones de los seres vivos con su ambiente, pero más tarde amplió su definición al estudio de las características propias del entorno y la transformación de éstas por sus integrantes. Hoy en día la ecología se sigue entendiendo en estos términos, aunque forma parte de una disciplina más amplia, la biología, y, de hecho, se considera que la ecología es la biología de los ecosistemas (Margalef, 1998).

Algunos años después de la publicación de Haeckel y ya entrado el siglo XX, Ellen Swallow Richards, pionera en el estudio de las ciencias ambientales y primera mujer admitida en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, asentaría los cimientos de la ecología humana, dejando un gran legado para los biólogos que la sucedieron. En su libro La Higiene de la Vida Cotidiana, publicado en 1907, Ellen analiza el efecto de las condiciones ambientales en las sociedades humanas, y destaca que la educación es el principal medio para fomentar una interacción adecuada con el entorno que redunde en bienestar y salud para el ser humano. Definía le ecología humana como el estudio del entorno de los seres humanos y de los efectos que produce en sus vidas.

En 1911, Ellen muere por enfermedad en su casa convertida en laboratorio, no sin haber dejado huella en otros científicos. Prueba de ello es que en 1916 se fundó la Sociedad Ecológica de América, que reunía a investigadores de diferentes disciplinas, y en 1917 nacía la revista Ecology. En 1925 Burgess y Park publicaron sus contribuciones desde la Escuela de Chicago, donde desarrollaron otra perspectiva de la ecología humana: la denominada ecología urbana (hoy considerada una especialización de la ecología humana). El interés de estos investigadores era la distribución de los espacios urbanos. Las ciudades en este período estaban experimentando un crecimiento rápido y cambios a gran escala que requerían un análisis desde un punto de vista macroscópico, como un todo. Los planteamientos de la ecología urbana se han aplicado al transporte y a la distribución del trabajo.

Será en la segunda mitad del siglo XX cuando la ecología humana avance como disciplina de la mano de Amos Hawley, un sociólogo de la Universidad de Michigan que en 1950 publica su libro Ecología Humana. Hawley explica en este texto los fundamentos ecológicos de las estructuras sociales humanas. Este autor consideraba excesivo el hincapié que se estaba haciendo en los temas espaciales en los estudios de ecología humana y apostó por un nuevo punto de vista: la comunidad como el objeto principal de análisis. En el estudio de la relación entre la persona y el medio ambiente, Hawley subrayaba que el ser humano es inexorablemente dependiente de su entorno; así, señalaba que aunque la persona se independice de familiares y vecinos, dependerá entonces de otros extraños, sin alterar la situación de base. Y puesto que el ser humano necesita de su comunidad, abogaba por una defensa conjunta del medio, del ecosistema, mediante la cooperación colectiva.

Desde los estudios de Hawley, la Ecología Humana ha seguido desarrollándose y actualmente es una disciplina inserta en el marco académico de la Sociología, junto con la Antropología Cultural, la Demografía, la Geografía Humana y la Psicología Social. Aunque ha habido intentos de integrar las aportaciones de diversas disciplinas en el ámbito de la ecología humana, no existe una teoría comprehensiva integradora. Aun así, podemos destacar una serie de supuestos generales de la Ecología Humana que son compartidos en el marco de las Ciencias Sociales:

  • Los individuos y los grupos son esencialmente biológicos y sociales por naturaleza.
  • Los seres humanos son dependientes de su ambiente para su subsistencia (aire, agua, alimento, etc.).
  • Los seres humanos son sociales y de esta manera son interdependientes de otros seres humanos.
  • Los seres humanos son finitos, y su ciclo vital junto con sus necesidades biológicas de subsistencia, impone el tiempo como constricción y recurso.
  • Las interacciones humanas están espacialmente organizadas.

Todos estos supuestos generales se sustentan en la idea básica de la interconexión entre la persona y su ecosistema, un concepto clave en esta disciplina.

Hawley (1991) definió el ecosistema como «Un orden o disposición de dependencias mutuas en una población en la que la totalidad opera como una unidad y, por esta razón, mantiene una relación viable con el medio ambiente». La idea de ecosistema contiene los elementos de totalidad y de interdependencia entre las partes. Así, por ejemplo, un ecosistema familiar consiste de un sistema familiar en interacción con su ambiente. Las familias no son bloques autosuficientes del edificio social, exclusivamente responsables y culpables de su propio destino, sino que se encuentran profundamente influenciadas por el contexto social. Existe una relación entre los cambios que ocurren en la familia y los cambios que acontecen en el entorno. De esta forma, podemos decir que entre la familia y los sistemas extrafamiliares se establece un proceso continuo de adaptación mutua.

La familia es, de hecho, la estructura más importante del modelo ecológico para Hawley, quien la considera una organización social integrada en una red de parentesco más amplia, que ocupa un nicho en todos los sistemas sociales y que ofrece apoyo material y psicológico así como cuidado a sus miembros, mientras que reproduce el sistema de organización económica y social de la sociedad más amplia. En la misma línea, fue Urie Bronfenbrenner (1987) quien más claramente vislumbró el desarrollo del individuo dentro del ecosistema. Así, del mismo modo que un biólogo estudia un organismo particular atendiendo a la interrelación entre éste y su ambiente, desde los planteamientos de la Psicología Comunitaria y del modelo ecológico, para estudiar el desarrollo humano, Bronfenbrenner entiende que es necesario examinar todos los sistemas que rodean la evolución de la persona. De ahí que su perspectiva teórica reciba el nombre de modelo ecológico del desarrollo humano, un modelo considerado en la actualidad como útil y apropiado para guiar la investigación e intervención en el ámbito de la Psicología Comunitaria.

2. Principios del modelo ecológico del desarrollo humano

Urie Bronfenbrenner (1917-2005), psicólogo estadounidense interesado por el desarrollo humano, es el padre del Modelo Ecológico del Desarrollo Humano (MEDH), una de las teorías con mayor aceptación en la psicología actual (Evolutiva, Social y Comunitaria). El MEDH se sustenta en el axioma comentado en los párrafos precedentes de que ninguna persona puede comprenderse de manera aislada de los contextos donde se integra. Muy al contrario, la comprensión de la persona necesita de un enfoque multidisciplinar y multicultural donde se analice el desarrollo del ser humano dentro de diferentes contextos y sistemas dinámicos. Bronfenbrenner reconoció este hecho cuando en 1977 hizo una crítica a la frecuente investigación de laboratorio en el ámbito de la Psicología del desarrollo humano, considerándola por entonces como "la ciencia de las conductas extrañas de los niños en situaciones extrañas con adultos extraños, en breves períodos".

En su libro La Ecología del Desarrollo Humano publicado en 1987, Bronfenbrenner enfatiza que el desarrollo de la persona es el resultado de la interacción de su carga genética con la familia inmediata y con otros componentes del ambiente, Como vemos, no hay contradicción alguna con la perspectiva de Hawley. Los dos acercamientos son complementarios y se diferencian en lo que exploran. Así por ejemplo, Hawley examina los vínculos entre partes del ecosistema y las leyes generales que gobiernan las interrelaciones de estas partes, y Bronfenbrenner examina la conducta humana individual como una consecuencia de la interacción entre los rasgos de la persona y sus habilidades con el ambiente. Esta última idea se resume en la fórmula C=f(PA), propuesta por Kurt Lewin en 1935, y donde C es la conducta, función (f) de P y A, persona y ambiente respectivamente.

Las formulaciones teóricas de Kurt Lewin influyeron notablemente en Bronfenbrenner, tal y como éste aseguró en diversas entrevistas, y de hecho suponen la base estructural del modelo ecológico. Lewin destacó la gran relevancia del estudio del ambiente para la comprensión del desarrollo y comportamiento humano, pero no desde la consideración del ambiente como "realidad objetiva" sino desde la percepción subjetiva del mundo y las circunstancias que rodean a la persona. Bronfenbrenner adoptó este planteamiento y describió seis principios del MEDH que permiten entender estas interrelaciones en el desarrollo humano desde las primeras etapas de la vida:

  1. Desarrollo en contexto. Los niños y jóvenes se encuentran profundamente influenciados por su ambiente -familia, amigos, compañeros de clase, así como por sus vecinos, su comunidad y cultura. De forma similar, los entornos donde viven y se relacionan, modelan el comportamiento de los padres. Desde esta perspectiva, la habilidad de un padre de cuidar y educar con éxito a su hijo no es únicamente una cuestión de «personalidad» o «carácter», sino que es también una función de la comunidad y cultura particular donde viven padres e hijos.
  2. Habilidad social. El acercamiento ecológico enfatiza la importancia de la «Calidad de vida» para las familias y su estrecha relación con un entorno socialmente rico. Los padres, de acuerdo con esta formulación, necesitan una combinación apropiada de relaciones informales (ej. con otros familiares) y formales (ej. con profesores), capaces de proporcionarles apoyo, guía y asistencia en la difícil tarea de cuidar y educar a los hijos.
  3. Acomodación mutua individuo-ambiente. Los individuos y el entorno se adaptan y ajustan mutuamente. Así, para la comprensión del comportamiento humano necesitamos centrarnos en la interacción del individuo y la situación en el continuo temporal. Esto tiene importantes implicaciones puesto que requiere de acercamientos que puedan captar los efectos interactivos, así como de estudios longitudinales que vayan más allá de un punto en el tiempo y permitan analizar el desarrollo humano a lo largo de todo el ciclo vital.
  4. Efectos de segundo orden. Gran parte de los aspectos más importantes del comportamiento y desarrollo humanos, tienen lugar como resultado de interacciones que son modeladas e incluso controladas por fuerzas que no se encuentran en contacto directo con los individuos en interacción. Bronfenbrenner denomina a estos efectos indirectos «efectos de segundo orden», para indicar que algo más allá de la interacción entre dos individuos está regulando la calidad de esta interacción. Así, por ejemplo, las relaciones entre padres e hijos se encuentran claramente moduladas por fuerzas externas a la familia. Con frecuencia, lo que acontece a un padre en el entorno laboral afecta tanto al padre como a los hijos, aunque éstos nunca hayan pisado la oficina.
  5. Conexiones entre personas y contextos. El acercamiento ecológico centra nuestra atención en:
    1. «transiciones ecológicas», es decir, los movimientos de individuos desde un contexto social a otro (por ejemplo, podemos transitar en un mismo día por los siguientes escenarios: familia, amigos, medio escolar o laboral, por una ONG a la que pertenecemos, etc..; y
    2. en «díadas transcontextuales», es decir, las relaciones que existen a través de diferentes contextos (por ejemplo, cuando un niño es un estudiante con respecto a sus compañeros y un vecino con respecto a un adulto de su barrio). De acuerdo con esta perspectiva, las relaciones paterno-filiales se fortalecen cuando un niño y su padre comparten experiencias en múltiples contextos.
    3. Además, de acuerdo con este planteamiento, la habilidad de los padres para criar con éxito a sus hijos depende en parte del nivel de riqueza de las redes de relaciones sociales de ambos. Cuando los hijos mantienen relaciones con adultos diferentes a sus padres, tales como profesores, amigos, vecinos y familiares, que trascienden distintos contextos y persisten en el tiempo, tanto los hijos como los padres se benefician, se fortalecen las relaciones paterno-filiales y se mejora el proceso de desarrollo del niño.
  6. Perspectiva del ciclo vital. El acercamiento ecológico del desarrollo humano considera que el sentido y significado de las características de personalidad y de las distintas situaciones a las que se enfrenta la persona, pueden diferir a lo largo del ciclo vital. Por ejemplo, familias altamente competentes en el cuidado y asistencia de sus hijos pequeños, pueden encontrar grandes dificultades en el manejo de los hijos cuando alcanzan la adolescencia. Desde el acercamiento ecológico, se insiste en que no existen respuestas ni soluciones correctas e incorrectas a lo largo de todo el ciclo vital, sino diferentes alternativas para una misma cuestión, dependiendo del nivel de maduración de las familias.

Estos seis principios se articulan en función de cinco componentes básicos en el MEDH, que describimos en detalle a continuación.

2. Componentes del modelo ecológico del desarrollo humano

El MEDH, también conocido como Teoría Bioecológica, describe el rango de influencias interactuantes que afectan a la persona en desarrollo. Según Bronfenbrenner, el desarrollo humano ocurre a través de procesos de interacción cada vez más complejos entre la persona, el ambiente inmediato y otros contextos más "alejados" de cuya influencia puede que la persona no sea tan consciente, como los valores culturales de la comunidad y el momento histórico. Estos procesos comienzan en la familia, en la escuela o en el trabajo, contextos que por una parte están conectados entre sí y, por otra, también lo están hacia el exterior con la comunidad o el vecindario, con las instituciones sociales (por ejemplo, centros médicos, oficinas gubernamentales) y con los medios de comunicación; finalmente, el proceso de desarrollo de la persona también abarca los patrones culturales e históricos (por ejemplo, ideologías y costumbres, valores culturales, modelos económicos, filosofía política) que a su vez afectan a todos los contextos mencionados (desde la familia hasta las instituciones locales).

En definitiva, el MEDH considera que el ser humano se halla integrado en una tupida red de relaciones que se expresan gráficamente en estructuras concéntricas o anidadas y que representan los contextos de desarrollo o ambientes más significativos. A estas estructuras anidadas Bronfenbrenner las denomina con los siguientes términos: microsistema, mesosistema, exosistema, macrosistema y cronosistema.

Un microsistema es un patrón de actividades, roles y relaciones interpersonales que la persona en desarrollo experimenta en sus entornos más inmediatos, como la familia, la escuela, el lugar de trabajo, o el lugar de culto religioso. Es, por tanto, el nivel más interno del ambiente conformado por los sistemas con los que la persona interactúa más activamente y más frecuentemente, en su día a día. Los más significativos son la familia y la escuela, y dentro de ésta, los compañeros y profesores. En los microsistemas ocurren dos efectos importantes: Los de primer orden, que se producen en el contexto de una díada -una actitud atenta de la madre hacia las necesidades de su hijo tendrá efectos psicológicos y sociales positivos en el niño- y los de segundo orden que afectan de forma indirecta a las díadas a través de la mediación de terceros -por ejemplo, un problema con alguien de la red social de amistades, puede afectar a la dinámica familiar. Además, a través del microsistema llegan a la persona en desarrollo las influencias más distantes de otros sistemas como las instituciones sociales o los valores culturales.

Un mesosistema comprende las interrelaciones de dos o más entornos en los que la persona en desarrollo participa activamente, es decir, se trata de la interacción entre dos o más microsistemas. Por ejemplo, en el caso del niño serán fundamentalmente, no exclusivamente, las relaciones entre el hogar, la escuela y el grupo de compañeros, y para un adulto, serán la familia, el trabajo y la vida social, entre otros. Un mesosistema es un sistema de microsistemas y, por tanto, su descripción y análisis debe realizarse en los mismos términos que los microsistemas: relaciones, actividades y roles. Dependiendo del contexto, la persona se relaciona de una manera particular, realiza actividades concretas y desempeña roles particulares. El mesosistema puede ayudarnos a comprender, por ejemplo, por qué una persona que es extrovertida y eficiente en su entorno laboral, no asiste a las reuniones vecinales para tomar decisiones importantes para su comunidad.

Un exosistema se refiere a uno o más entornos que no incluyen a la persona en desarrollo como participante, pero en los cuales se producen hechos o se toman decisiones que afectan a todo aquello que ocurre en el entorno que comprende a la persona. El exosistema influye, por tanto, de manera indirecta en el desarrollo de la persona. Por ejemplo, un reconocimiento profesional del padre o la madre puede influir de forma indirecta en los hijos, aunque éstos no participen activamente en ese contexto. También, una práctica negligente en un hospital que afecte a un miembro de la familia repercutirá en el resto de familiares y amigos, aunque éstos no participen en ese escenario social. De ahí la importancia de vincular de forma efectiva los hechos que suceden en un exosistema con los hechos que acontecen en un microsistema, teniendo siempre presente los cambios evolutivos de la persona en desarrollo.

El macrosistema consiste en un patrón cultural global que contiene el conjunto de creencias, actitudes y valores dominantes que caracterizan el entorno cultural de la persona en desarrollo. Incluye también los entornos sociales más amplios como los modelos económicos y la filosofía política. Todos estos elementos mantienen correspondencias constantes con los sistemas de menor orden (micro, meso y exo), puesto que penetran de diversas formas en la vida diaria de las personas. Así por ejemplo, un microsistema como la familia, un mesosistema como la relación entre los entornos familiar y escolar, y un exosistema como los medios de comunicación, tienen unas características externas y unas reglas de funcionamiento internas muy diferentes en culturas orientales y occidentales. Pensemos que el simple hecho de que un niño crezca en una familia nuclear o extensa dependerá fundamentalmente del macrosistema de una sociedad determinada.

Finalmente, en 1989, Bronfenbrenner incluye el tiempo como una parte más integral de su teoría, lo que ha supuesto, según Klein y White (1996), dos transformaciones esenciales. En primer lugar, Bronfenbrenner considera que su teoría ecológica se debe aplicar a todo el ciclo vital del individuo, y en segundo lugar, ha añadido la idea de cronosistema, que incorpora el tiempo como la historia del desarrollo de la persona, incluyendo eventos y experiencias y su efecto en el desarrollo. Ejemplos de factores del cronosistema son cambios en la estructura familiar, en el lugar de residencia y trabajo, e incluso períodos de guerras o crisis económicas.

Así, los componentes del MEDH son:

  • Microsistema: entornos más inmediatos a la persona en los que participa activamente.
  • Mesosistema: interacción entre dos o más microsistemas.
  • Exosistema: entornos que no incluyen a la persona como participante, pero en los cuales se producen hechos que afectan al microsistema y mesosistema.
  • Macrosistema: conjunto de creencias, actitudes y valores dominantes que caracterizan el entorno cultural.
  • Cronosistema: dimensión temporal del desarrollo de las personas y sus contextos.

Conviene destacar que el MEDH va en la línea de responder a una de las demandas que con más insistencia se ha venido haciendo a los enfoques ecológicos desde hace tiempo como es la de vertebrar una caracterización ambiciosa de los entornos de desarrollo con una caracterización del desarrollo psicológico individual (Hernández, 1996). Por esta particularidad, el MEDH ha tenido un gran calado en la investigación en Psicología Social y ha enriquecido notablemente los estudios sobre familia y comunidad de las últimas décadas.

Esto es así porque los procesos de influencias mutuas entre personas y contextos, descritos en el modelo, proporcionan las claves para entender muchas características psicosociales y comportamentales del individuo. El MEDH puede tomarse como punto de partida para tratar de entender problemáticas sociales tan relevantes como la violencia doméstica y la delincuencia juvenil; paralelamente, y en un sentido más positivo y acorde con nuestro propósito de este capítulo, aporta la estructura organizativa idónea desde la que analizar los procesos de potenciación o empowerment de personas y comunidades y de entender cómo los unos pueden influir en las otras y viceversa.

3. El modelo ecológico y los niveles del empowerment

Tanto el MEDH como la perspectiva del empowerment aportan descripciones multinivel para describir el proceso de desarrollo humano, en el primero, y el proceso de potenciación de recursos psicosociales, en el segundo. Por un lado, el MEDH destaca los ya descritos niveles de microsistema, mesosistema, exosistema y macrosistema. Por otro lado, el empowerment o potenciación se produce en los siguientes niveles de análisis: individual, grupal-organizacional y comunitario. Los niveles propuestos por ambas perspectivas tienen muchos puntos en común y, de hecho, comparten la misma estructura. Así, el empowerment es un constructo multinivel puesto que, al igual que en el MEDH, la teoría de la potenciación considera que es necesario analizar la realidad de las personas en función de diferentes niveles con el fin de comprender cómo ciertos aspectos organizacionales, políticos o económicos tienen un peso específico para favorecer, o en contraposición, para inhibir los procesos de control y de dominio.

En efecto, como señalaba Zimmerman (2000), el resultado operativo de una potenciación en el ámbito individual, puede ser el sentimiento de control personal, la conciencia crítica o el comportamiento participativo. Estos aspectos se encuentran a su vez íntimamente relacionados con características personales como el grado de autoestima, el sentimiento de autoeficacia, habilidades sociales como la empatía, y el sentimiento general de satisfacción con la vida; unos aspectos que, como comentaremos más adelante, se desarrollan o inhiben, fundamentalmente, en el marco de las relaciones sociales establecidas en el microsistema de Bronfenbrenner. En el nivel organizacional se analizan las interacciones e influencias mutuas entre contextos para, desde la perspectiva del empowerment, conseguir alianzas y responsabilidades compartidas que potencien los recursos no sólo de los individuos, sino también de los grupos. Estos elementos se insertan tanto en el mesosistema como en el exosistema del MEDH. Finalmente, los procesos y resultados relacionados con el nivel comunitario tienen que ver con la participación de las instituciones locales, las oficinas gubernamentales y los medios de comunicación en la vida comunitaria, todos ellos elementos incluidos en el exosistema de Bronfenbrenner. El macrosistema compuesto fundamentalmente por los valores culturales dominantes y la ideología política del contexto geográfico e histórico determinado, se encuentran al mismo tiempo rodeando e impregnando los niveles anteriores.

Del mismo modo, una idea esencial en el planteamiento de Zimmerman y compartida también por el MEDH de Bronfenbrenner es la influencia mutua entre los diferentes niveles -individual, grupal-organizacional, comunitario-. Tanto los procesos como los resultados que se generan en un nivel contribuyen a potenciar los subsiguientes. Teniendo en cuenta esta interrelación entre componentes y contextos del empowerment, pasamos a describir, a partir del esquema sugerido por Zimmerman, cada uno de los niveles.

3.1. El nivel individual del empowerment y el microsistema

El empowerment en el nivel individual se refiere a la potenciación psicológica la cual incluye varios componentes intrapersonales, como son la percepción de autoeficacia, el lugar de control, la capacidad crítica, la habilidad empática, la autoestima y la satisfacción general con la vida. Todos estos recursos constituyen los elementos básicos de una persona "potenciada", así como las herramientas básicas que guían el esfuerzo de la persona hacia el control y cambio del entorno.

La percepción de autoeficacia se refiere a la creencia de que se puede influir en los resultados, bien para lograr un determinado objetivo, bien para evitar una situación indeseable. Más específicamente, la autoeficacia fue definida por Bandura (1977) como el conjunto de creencias que una persona tiene acerca de su habilidad para realizar determinadas acciones con éxito. Cuando los esfuerzos de las personas por producir un efecto sobre el entorno tienen éxito, éstas experimentan satisfacción intrínseca y el deseo de realizar conductas encaminadas a mantener estos resultados. En otras palabras, se sienten competentes para ejercer un control e influencia sobre el entorno. Este concepto no hace referencia a los recursos que se disponen, sino al juicio que uno tiene sobre lo que puede o no hacer con estos recursos.

La autoeficacia ayuda a determinar las actividades en las que participar (qué conductas se iniciarán) además de proporcionar información acerca del esfuerzo que se necesita para lograr los objetivos deseados y del tiempo que se está dispuesto a mantener ese esfuerzo pese a los obstáculos o experiencias adversas. Las experiencias previas de éxito incrementarán las creencias de autoeficacia y la motivación por continuar ejerciendo control sobre el medio.

Un aspecto relevante de la autoeficacia para la teoría del empowerment es la eficacia política en tanto que se intenta intensificar y enriquecer la participación ciudadana en los espacios institucionalizados con el fin de que éstos tengan un mayor control sobre lo que ocurre en la esfera social.

El lugar de control (también conocido como locus de control) se refiere al tipo de creencia que tiene la persona acerca de la conexión causal entre su conducta y los resultados subsecuentes. El lugar de control fue propuesto por Rotter y Murly en1965 y definido, a grandes rasgos, como la percepción de la persona sobre lo que determina el rumbo de su vida. Responde a la pregunta ¿los eventos y sus consecuencias tienen un origen interno o externo a la persona?

Cuando el sujeto percibe que el evento ocurre principalmente como efecto de su propia conducta o características de personalidad, se trata de una creencia de control interno. Por el contrario, cuando el evento no es percibido como correlativo con su conducta, sino como el resultado de factores externos, tales como la suerte, el destino, el control o decisiones de otros o como algo incontrolable debido a la gran complejidad de las fuerzas que le rodean, se trata de una creencia de control externo.

En definitiva, el locus de control representa una disposición que incluye una expectativa generalizada sobre la relación entre las propias acciones y los resultados o logros obtenidos, sean éstos alcanzar una determinada meta o evitar una situación aversiva. Las personas con un locus de control interno valoran más positivamente el esfuerzo y se perciben como responsables de lo que acontece a su alrededor.

La capacidad crítica se refiere a la capacidad de comprender y analizar los eventos y las situaciones sociales y de ser habilidoso para, a partir de ese análisis, emitir un juicio valorativo sobre los aspectos positivos y negativos de lo acontecido.

Un conocimiento crítico de utilidad desde la perspectiva del empowerment incluye también la capacidad de identificar y valorar los factores que influyen en la toma de decisiones, en las relaciones de poder entre los grupos, y en las estrategias más adecuadas para lograr el cambio social. Se trata de una capacidad cognitiva que da cabida a un pensamiento flexible, intuitivo y maduro que permite examinar los acontecimientos desde distintas posiciones contrastadas y conocer cuándo implicarse o evitar un conflicto para reequilibrar esas relaciones de poder.

La habilidad empática se refiere grosso modo a la capacidad de "ponerse en el lugar del otro". Podemos definirla como la habilidad de reconocer, comprender y valorar los sentimientos y necesidades de los demás. La empatía tiene un componente cognitivo relativo a la capacidad de percibir y entender la posición de la otra persona, y un componente emocional relacionado con la habilidad de sentir lo que la otra persona está experimentando. Hoy en día se considera un elemento clave de la denominada inteligencia emocional y fundamento del éxito de las relaciones interpersonales, puesto que se encuentra estrechamente relacionada con la calidez emocional, el compromiso y el afecto hacia los demás. Desde la perspectiva del empowerment, la persona empática mostrará una especial sensibilidad para escuchar y responder a las demandas de otras personas y grupos con necesidades.

La autoestima hace referencia a la valoración que la persona hace de sí misma según cualidades subjetivas evaluables como positivas o negativas. Podemos entender la autoestima como la conclusión final que la persona hace después de un proceso de autoevaluación y representa el grado de satisfacción personal con uno mismo.

Hacemos una distinción entre autoestima global, o la actitud general hacia la propia persona, y autoestima multidimensional, o actitudes hacia aspectos específicos que representan distintas autovaloraciones en dominios como la familia, los amigos, la escuela, el trabajo o el atractivo físico.

La autoestima es un componente básico de la potenciación psicológica del individuo desde la perspectiva del empowerment. La autoestima positiva se encuentra estrechamente relacionada con el bienestar emocional, mientras que la autoestima negativa se vincula con sentimientos de desesperanza, ánimo depresivo, falta de energía para afrontar los desafíos diarios de la vida, y dificultades para ejercer una influencia positiva en el entorno.

Por último, la satisfacción con la vida se refiere a la valoración general que la persona hace de su trayectoria vital como positiva o negativa, y refleja el bienestar subjetivo con la propia vida. La persona con una elevada satisfacción vital considera que, hasta el momento actual y en la mayoría de aspectos, su vida ha acontecido de modo positivo y ha podido conseguir aquello que más valora.

La satisfacción con la vida se encuentra íntimamente relacionada con la autoestima, y la insatisfacción vital va de la mano de la sintomatología depresiva, el sentimiento de soledad y los problemas de salud. Esta insatisfacción vital puede surgir por falta de recursos materiales, sociales o incluso psicológicos que han obstaculizado que la persona adquiera dominio y control sobre su vida. Así, la satisfacción vital es un componente de importancia trascendental en la potenciación psicológica del individuo desde la perspectiva del empowerment, ya que además se encuentra estrechamente ligada al comportamiento.

La insatisfacción con los acontecimientos vitales y con el entorno inmediato que rodea a la persona, serán en muchas ocasiones el fundamento para la estimulación del cambio social. En este sentido, para muchas personas resultará más beneficioso luchar por sus derechos participando activamente con otras personas afectadas o comprometidas en la causa, que esperar a que sus necesidades sean satisfechas por agentes externos. Esta participación activa estará motivada por la percepción de autoeficacia y tendrá efectos beneficiosos directos en la autoestima y la satisfacción vital.

Así, los componentes del nivel individual del empowerment son:

  • Autoeficacia: creencia sobre las propias habilidades para ejercer control e influencia sobre el entorno.
  • Lugar de control: atribución causal de los eventos y sus consecuencias a factores internos o externos a la persona.
  • Capacidad crítica: habilidad para comprender y analizar los eventos y las situaciones sociales y de emitir un juicio valorativo a partir de este análisis.
  • Habilidad empática: capacidad de reconocer, comprender y valorar los sentimientos y necesidades de los demás.
  • Autoestima: valoración que la persona hace de sí misma según cualidades subjetivas evaluables como positivas o negativas.
  • Satisfacción con la vida: valoración general que la persona hace de su trayectoria vital.

En definitiva, el empowerment individual o psicológico se fundamenta sobre varios elementos principales: la percepción de autoeficacia, el lugar de control, la capacidad crítica, la habilidad empática, la autoestima y la satisfacción general con la vida. La siguiente cuestión que debemos plantearnos es ¿cómo se potencian estas dimensiones en el plano individual?, o en otras palabras ¿cómo llegan las personas a desarrollar estas capacidades y habilidades directamente relacionadas con la potenciación psicológica? La respuesta la encontramos en el microsistema del Modelo Ecológico del Desarrollo Humano: se desarrollan a través de las actividades, roles y relaciones interpersonales que la persona experimenta en sus entornos más inmediatos como la familia, la escuela y el lugar de trabajo, mediante interacciones con otros significativos en la red social más cercana al individuo.

Aunque estos aspectos psicológicos pueden seguir moldeándose en el tiempo o experimentar altibajos a lo largo de la vida (por ejemplo, la autoestima puede verse afectada por sucesos no normativos o inesperados, como un accidente de tráfico o un reconocimiento laboral premiado), lo cierto es que la base de todos ellos se configura durante los primeros estadios del ciclo vital, es decir, infancia y adolescencia. En estas etapas del desarrollo, la familia y la escuela, por ser los dos principales contextos de socialización de la persona, constituyen el núcleo central donde se asientan los elementos clave para la configuración de la personalidad y la identidad del individuo. Es decir, estamos considerando que el empowerment en el nivel individual se deriva de las interacciones y relaciones personales en el ámbito más microsocial del individuo. En este sentido, la influencia de la familia y la escuela será fundamental en el desarrollo de habilidades sociales como la empatía y la capacidad crítica, así como en la confianza con que la persona afronta los desafíos diarios de la vida con percepción de autoeficacia y un nivel determinado de autoestima.

Una característica fundamental de la familia es su potencial capacidad para generar una arquitectura de relaciones basadas en el afecto y el apoyo, con una clara influencia positiva en el ajuste psicosocial de todos sus integrantes; es un lugar especialmente privilegiado para desarrollar en sus miembros el sentido de pertenencia al grupo y proporcionar un sentimiento de seguridad; también contribuye a desarrollar en sus integrantes una personalidad eficaz y una adecuada adaptación social, promoviendo la autoestima y la autoconfianza, permite la expresión libre de sentimientos y opiniones, regula responsabilidades promoviendo el desarrollo de un adecuado locus de control, y establece mecanismos de regulación del comportamiento de los hijos a través de las prácticas educativas utilizadas por los padres.

El nivel individual de la teoría del empowerment y el microsistema del Modelo Ecológico del Desarrollo Humano están íntimamente relacionados: Los principales componentes de la potenciación psicológica, como la percepción de autoeficacia, el lugar de control, la capacidad crítica, la habilidad empática, la autoestima y la satisfacción general con la vida, se configuran y desarrollan, fundamentalmente, a partir de las interacciones sociales del individuo con sus contextos sociales más inmediatos como la familia, la escuela y el entorno laboral.

Así, en la literatura científica reciente sobre la influencia del contexto familiar en el desarrollo de capacidades y habilidades psicológicas en sus integrantes, encontramos ejemplos de estudios que asocian el clima familiar positivo -caracterizado por la comunicación abierta y fluida, la ausencia de conflictos graves o frecuentes, y la cohesión afectiva- con la percepción de autoeficacia, la elevada autoestima y la satisfacción vital general (por ejemplo, Estévez, Murgui, Musitu y Moreno, 2008), así como con la habilidad empática (Henry, Sager y Plunkett, 1996). Estos últimos autores argumentan que los padres que optan por un estilo comunicativo fundamentado en el razonamiento y la expresión positiva de emociones, consiguen que sus hijos adopten un pensamiento más flexible y abierto en la comprensión de los sentimientos y el estado emocional de otras personas; concluyen que la familia fomenta el desarrollo de la empatía de los hijos de varias maneras: por un lado, provee el «entrenamiento básico» con las personas más cercanas al individuo, y por otro, establece de ese modo el precedente para la respuesta empática de los hijos en el transcurso de nuevas interacciones con iguales y otros adultos como los profesores.

Paralelamente a la influencia familiar, el contexto escolar para los más jóvenes, y el entorno laboral para los más mayores -así como otros escenarios sociales de gran relevancia para ciertas personas, como el contexto de culto religioso-, contribuyen igualmente a la configuración de los aspectos psicológicos que comentamos, como la autoestima, la satisfacción vital y la autopercepción como individuos competentes. Asimismo, la capacidad de comprender las situaciones sociales y analizarlas de modo crítico es una habilidad que aprendemos en buena medida a través de la educación formal en la escuela, y que se sigue fomentando en otros estudios académicos superiores, así como mediante el desempeño de trabajos que requieren de un pensamiento analítico y reflexivo.

Todos estos recursos psicológicos son fundamentales para lograr el fortalecimiento y potenciación de los individuos, puesto que suponen herramientas clave para el control de la propia vida, la influencia sobre el entorno y el cambio social. No obstante, el empowerment, como hemos señalado con anterioridad, no solamente opera en el nivel individual sino en niveles superiores, existiendo una influencia mutua entre éstos.

3.2. El nivel grupal-organizacional del empowerment y el mesosistema-exosistema

Si bien ha habido un mayor desarrollo de la investigación orientada a la potenciación psicológica (Zimmerman, 2000), es fundamental profundizar en la comprensión de los niveles suprapsicológicos, puesto que son piezas clave para favorecer el cambio social hacia la mejora de la calidad de vida. En el nivel grupal organizacional podemos distinguir entre aquello que las organizaciones proporcionan a sus miembros y aquello que las organizaciones consiguen en sus comunidades. Las organizaciones que ofrecen oportunidades a sus miembros para obtener control sobre sus vidas son organizaciones potenciadoras; las organizaciones que desarrollan con éxito influencias en políticas o alternativas para la provisión de servicios, son organizaciones potenciadas. Las organizaciones comunitarias pueden reunir una o ambas características y así, por ejemplo, una organización como la familia puede tener escaso impacto en las políticas locales pero proveer a sus miembros de oportunidades para desarrollar habilidades y un sentimiento de control personal. En la misma línea, Matan y Salem (1995) señalan cuatro características de las organizaciones potenciadoras:

  1. tienen una cultura de crecimiento;
  2. proporcionan a sus miembros oportunidades para asumir diversos roles significativos;
  3. suponen un sistema de apoyo mutuo que se relaciona con el desarrollo de una identidad social común;
  4. así como un liderazgo compartido con un compromiso hacia los miembros y la misma organización.

Podemos señalar que estas características las reúnen aquellos contextos ya analizados en el microsistema -familia y escuela- y otros no menos importantes para la vida comunitaria como son los grupos de ayuda mutua o asociaciones de defensa de derechos y provisión de servicios a la comunidad.

El empowerment en el nivel grupal-organizacional implica, por tanto, centrarse en los grupos y organizaciones potenciadoras/potenciadas y en las uniones o coaliciones con otras organizaciones como signo de fortalecimiento grupal. Las organizaciones, como las personas, tienen más capacidad de influencia cuando unen sus fuerzas para una consecución eficaz de los recursos. El apoyo mutuo, a través del cual se comparte información y recursos, amplía no sólo las posibilidades de éxito de la red organizacional en relación con los objetivos que se propone, sino que también representa un proceso de dotación de poder a la comunidad.

Desde la perspectiva del empowerment, el apoyo mutuo, la unión y la coalición entre grupos y organizaciones se fundamenta en la participación. Los contextos más representativos de este nivel son la familia y la escuela, así como las instituciones y asociaciones locales, pero no de manera aislada, sino en interacción e influencia mutua con el objeto de conseguir alianzas y responsabilidades compartidas que potencien los recursos tanto de los individuos como de los grupos.

La participación en el nivel grupal-organizacional se refleja en el mesosistema y el exosistema del MEDH. Recordemos que el mesosistema comprende la interrelación entre dos o más entornos inmediatos a la persona y en los que participa activamente, y que el exosistema recoge contextos más amplios como el vecindario e instituciones locales tanto políticas como apolíticas, como por ejemplo organizaciones y asociaciones de promoción de los intereses de los ciudadanos. En algunas ocasiones, la persona participa también activamente en estas asociaciones y, en otras, aunque no exista una implicación directa del individuo, las decisiones que en ellas se toman influyen igualmente en el desarrollo y bienestar de éste. El amplio abanico de organizaciones dirigidas a la defensa de los intereses de los ciudadanos agrupa desde aquellos sistemas sociales cuyos niveles de actuación son muy generales (asociaciones de usuarios y consumidores, organizaciones para la defensa del medio ambiente) como a aquellos cuyo campo de actuación opera en un tema concreto o específico (ej. una asociación de familiares de discapacitados).

La participación representa para la teoría del empowerment el mecanismo básico de adquisición de dominio y de control que se asocia con la posibilidad de influir en el entorno.

La participación ocurre cuando los miembros de una institución o grupo, a través de sus acciones, ejercen poder en los procesos de la vida institucional:

  1. en la toma de decisiones en diferentes niveles
  2. en la implementación de las decisiones
  3. en la evaluación del funcionamiento institucional.

En efecto, Zimmerman (2000) considera que la participación proporciona oportunidades para aprender, perfeccionar y poner en práctica habilidades relacionadas con la toma de decisiones y la solución de problemas. La participación en instituciones de la comunidad es entendida desde la teoría del empowerment como un mecanismo central para controlar las circunstancias luchando por la maximización de la calidad de la vida. Sobre esta base, Zimmerman entiende también que la participación en la esfera social tiene además la propiedad de promover el sentido de comunidad y de pertenencia social, que se oponen al desarraigo personal y a la desintegración sociocultural. La pertenencia e integración en instituciones de la comunidad no sólo favorece el sentido de control y de confianza personal sino que cuando éstas proporcionan relaciones estables y recíprocas, que permiten desempeñar roles valorados socialmente, se favorece el desarrollo de una identidad social positiva, de una autoestima positiva y unos niveles de satisfacción con la propia vida y bienestar psicológico, favoreciéndose de ese modo el empowerment individual.

Vamos a considerar en este apartado dos ejemplos de participación y colaboración deseable entre instituciones y grupos para la potenciación de éstos y sus integrantes: por un lado, la interacción entre la familia y la escuela, como vehículo de potenciación directa de ambos contextos e indirecta de los hijos-estudiantes; y por otro, la participación en grupos de apoyo y autoayuda (por ejemplo, asociaciones de familiares de afectados de una determinada enfermedad, o asociaciones de lucha contra hábitos no saludables como el consumo de alcohol, tabaco u otras drogas).

3.3. La colaboración entre la familia y la escuela

Los acuerdos y compromisos entre la educación informal (en el contexto familiar) y la educación formal (en el contexto escolar) que reciben niños y adolescentes es sumamente relevante para que los objetivos de aprendizaje y desarrollo integral de los hijos se lleven a cabo en armonía y con coherencia. La familia constituye el primer marco educativo para el niño, donde los valores transmitidos pueden suponer una continuidad o una discontinuidad respecto de los valores inculcados en la cultura escolar. Lo que es incuestionable es que la familia comparte la responsabilidad de la educación con la institución escolar, por lo que ambos contextos se complementan. Así, los estudios sobre colaboración familia-escuela señalan que las mejores y más eficaces escuelas son aquellas que cuentan con el mayor apoyo y participación de los padres. Los efectos beneficiosos de esta alianza se ponen de manifiesto cuando existe una comunicación fluida entre ambos contextos educativos y se ponen sobre la mesa los recursos que ambas partes pueden aportar en beneficio de la otra.

Según García-Bacete (2003) es necesario que el intercambio de puntos de vista entre padres y profesores reúna dos características fundamentales: la reciprocidad, o el hecho de que la comunicación se dé en igualdad de estatus, y la mutualidad, o el hecho de que se traten asuntos en común. Los beneficios de este trabajo conjunto, es decir, de la participación activa de los padres en los proyectos educativos de la escuela de manera recíproca y con metas comunes, son numerosos y alcanzan distintos niveles y agentes.

Beneficios de la participación familia-escuela:

  • En los Hijos:
    • Mejor progreso académico, actitudes más favorables hacia la escuela y el profesorado, mejor ajuste comportamental, autoestima más elevada.
  • En los Padres:
    • Aumento de la percepción de autoeficacia y autoestima, actitud más positiva hacia la escuela y el profesorado, mayor motivación en la educación de los hijos, desarrollo de habilidades positivas de paternidad y de habilidades sociales como la comunicación, la toma de decisiones y la capacidad crítica.
  • En los Profesores:
    • Mayor competencia en sus habilidades profesionales e interpersonales, mayor satisfacción con su profesión y mayor compromiso con la educación del estudiante.

Estos beneficios indican que la participación y colaboración conjunta influye directamente en la potenciación de las personas e instituciones implicadas, fundamentalmente mediante el hecho de compartir responsabilidades. Compartir responsabilidades significa en líneas generales participar (tomar parte activa) en la definición de los objetivos de la organización, en la toma de decisiones concretas o en la resolución de determinados problemas, apoyando los acuerdos o medidas que han sido consensuados. En este caso, las personas e instituciones que se fortalecen al compartir responsabilidades y formar parte activa en la formulación y el respeto de los acuerdos, son los padres y profesores, las familias y escuelas.

Además, la participación activa permite a los miembros:

  1. controlar asuntos o cuestiones que les interesan o afectan directa o indirectamente (por ejemplo, controlar aspectos relativos a la educación de los hijos);
  2. adquirir y perfeccionar conocimientos y habilidades (a través del intercambio de informaciones y experiencias entre los participantes);
  3. aumentar el compromiso en el logro de los objetivos establecidos (mediante los acuerdos consensuados entre padres y profesores), y
  4. reforzar la vinculación afectiva entre los miembros, lo cual favorece a su vez la cohesión grupal.

En definitiva, ¿por qué es tan importante la colaboración conjunta entre la familia y la escuela? La respuesta está directamente ligada al concepto de empowerment: porque fortalece y potencia, por un lado, recursos psicológicos como la autoconfianza del profesorado y los padres, la percepción de autovalía y autoeficacia de los educadores y la autoestima académica de los alumnos, y por otro, porque fortalece a los grupos (microsistemas familiar y escolar) y el vínculo entre ellos, como consecuencia de la puesta en común de los recursos de ambas organizaciones, así como del establecimiento de estrategias conjuntas para la maximización de beneficios para todos los integrantes. Además, la participación democrática de padres y alumnos en las estructuras de toma de decisiones en la organización escolar favorece el desarrollo de los componentes de la potenciación individual de los implicados, así como de un clima de colaboración e identidad común.

3.4. La participación en grupos de apoyo y autoayuda

La característica fundamental de los grupos de apoyo y autoayuda es que se constituyen a partir de un colectivo de personas reunidas en torno a un problema común. El hecho de compartir una preocupación relevante en sus vidas, les hace identificarse inmediatamente con los demás en un espacio donde intercambian sentimientos y experimentan, por el mero hecho de compartirlos, un notable bienestar psico-afectivo. Otra característica de los grupos de apoyo y autoayuda es que los miembros proveen una red de apoyo emocional y social a través de encuentros regulares donde, además de sentimientos, se establece un intercambio de información, saberes y enseñanzas para afrontar con éxito determinadas situaciones.

En el contexto de estos grupos, la potenciación también se produce tanto en el plano individual como en el grupal, y es consecuencia de la interacción positiva entre todos los integrantes y del ambiente de confianza y respeto mutuo, lo que facilita una mayor accesibilidad y un mayor desarrollo y control de los recursos. Las personas que participan en estos grupos ven reforzada su percepción de autoeficacia, su autoestima y su satisfacción vital y, paralelamente, reciben información relevante sobre experiencias o servicios relacionados con su problemática que pueden resultarles de gran utilidad y suponer una gran ayuda para mejorar su situación.

Así, por ejemplo, el hecho de que un familiar directo de una persona con discapacidad se sienta identificado e integrado en un grupo de ayuda mutua en el que se comparten experiencias, sentimientos o problemas comunes, ayuda no sólo a reducir el aislamiento social al que frecuentemente se ven expuestos, sino que además se convierte en una fuente valiosa de información que puede ayudarle a tomar decisiones y resolver situaciones específicas relacionadas con la convivencia con su familiar (para un análisis en profundidad de la discapacidad véase el Capítulo 8 en este manual).

Es interesante observar que estos beneficios también se multiplican si las organizaciones de ayuda se vinculan a otros grupos semejantes en redes sociales más amplias, puesto que su control de los recursos y sus posibilidades de acción y de éxito son mayores que las de los grupos más aislados. La existencia de diferentes organizaciones de ayuda en una comunidad exige la coordinación de fuerzas y recursos. Esta coordinación, que se ubica en el nivel mesosistémico, es una característica favorecedora del empowerment y, al contrario, la descoordinación e incomunicación entre las estructuras sociales intermedias se convierte en uno de los mayores obstáculos para el desarrollo del empowerment en una comunidad.

El nivel grupal-organizacional de la teoría del empowerment y los niveles del mesosistema y exosistema del MEDH están estrechamente relacionados. Los principales componentes de la potenciación a nivel grupal-organizacional, como son la participación activa en instituciones y asociaciones locales, la toma de decisiones grupales conjuntas y las responsabilidades compartidas, son elementos que se desarrollan en el marco de los sistemas meso y exo del MEDH, es decir, a través de las uniones, coaliciones e interacciones entre distintos contextos del microsistema (ej. familia y escuela) y otros contextos externos como el vecindario y las instituciones locales.

3.5. El nivel comunitario del empowerment y el exosistema-macrosistema

El nivel comunitario del empowerment se centra en las comunidades potenciadoras y potenciadas, donde los recursos son accesibles a todos sus integrantes y existe una participación activa no sólo dentro del grupo sino en coalición con otras instituciones públicas y privadas. Es en este sentido en el que el nivel comunitario del empowerment se inserta en el exosistema del Modelo Ecológico del Desarrollo Humano, en el que las decisiones que se toman en entornos más "alejados" a la persona influyen en su desarrollo y potenciación. Paralelamente, el patrón cultural que incluye el conjunto de creencias, actitudes y valores dominantes en el contexto comunitario, y que hace alusión directa al macrosistema del MEDH, mantiene una correspondencia constante con los sistemas de menor orden (micro, meso y exo), penetra por tanto en la vida de las personas y se relaciona también con su potenciación. No podemos olvidar que en el desarrollo comunitario también se integran, como partes indispensables, la familia y la escuela. La primera porque la base fundamental de la comunidad se construye a partir del conjunto de sistemas familiares -con multiplicidad de formas y contenidos-, y la escuela porque es en la mayoría de ocasiones el nexo de unión entre todos los miembros de la comunidad desde niños a ancianos.

Una comunidad potenciada es una comunidad que trabaja para el bien común o colectivo. Para ello, ha de ser una comunidad que sepa adquirir y gestionar los recursos necesarios. De ahí que una comunidad potenciada disponga de unos recursos accesibles para todos los residentes de la comunidad, desde infraestructuras como la vivienda o zonas de ocio, hasta servicios de protección/seguridad como policía o bomberos, o servicios generales como centros de salud, centros educativos y formativos y medios de comunicación social (emisoras de radio, televisión local y prensa) abiertos a la participación de los ciudadanos. Este espacio público y abierto a la comunidad, además de posibilitar una difusión de ideas, permite ser un lugar de encuentro para el debate, la reflexión crítica, la solución de problemas y el refuerzo del valor de la tolerancia a la diversidad. La disponibilidad de estos medios de comunicación también es un importante recurso para influir en políticas públicas y en agentes causales alejados de la realidad comunitaria cuyas decisiones afectan a la calidad de vida en la misma (por ejemplo, supresión de recursos sociales, problemas ambientales, etc.).

A modo de resumen, una comunidad está fortalecida cuando:

  1. sus miembros tienen las aptitudes, la motivación y los recursos suficientes para realizar acciones que mejoran la vida de la comunidad;
  2. identifica eficazmente sus necesidades, y tiene la capacidad de desarrollar estrategias adecuadas para la resolución de sus problemas; y
  3. hace esfuerzos por mejorar la comunidad, proporciona oportunidades para la participación ciudadana, y tiene capacidad de acción ante situaciones que considera injustas o ilegítimas.

El nivel comunitario de la teoría del empowerment y los niveles del exosistema y el macrosistema del MEDH están íntimamente relacionados. Los principales componentes de la potenciación comunitaria son: el acceso a los recursos de la comunidad de todos los integrantes, la participación activa de estructuras mediadoras (exosistema) y el desarrollo de valores sociales y comunitarios (macrosistema) que permitan mejorar la calidad de vida del conjunto poblacional a través del fortalecimiento comunitario.

Además, en las comunidades potenciadas los valores sociales desempeñan un papel esencial. Los valores abarcan todo el proceso de potenciación y llegan a todos los niveles analizados a lo largo del capítulo. Así, valores como la generosidad, la tolerancia a la diversidad, el respeto y apoyo mutuo, la benevolencia, la igualdad, la justicia, son los elementos clave de toda ciudadanía responsable, activa y solidaria, y los pilares de la Psicología Comunitaria y, por ende, del sentimiento comunitario y del empowerment. Recordemos que la Psicología Comunitaria y el nivel comunitario del empowerment pretenden "potenciar la acción realizada desde la comunidad, por la comunidad y para la comunidad". Son perspectivas positivas que se basan en los recursos y potencialidades de los individuos, los grupos y las comunidades y no en los déficits o carencias de éstos. El objetivo último que se persigue en el nivel comunitario es el cambio social mediante la mejora de la calidad de vida de todo el conjunto poblacional, atendiendo de manera especial -bajo los supuestos del MEDH- a la interrelación de cada uno de los contextos del desarrollo humano óptimo.

Que todos los contextos estén en interacción y se influyan mutuamente, nos obliga a tenerlos presentes en todos los niveles, aunque el foco de análisis difiera esencialmente del individuo, al grupo o a la comunidad más amplia en cada uno de ellos. Así, tal y como ya hemos comentado, los valores del macrosistema impregnan los niveles inferiores; y es, a su vez, en el primer nivel -el microsistema-, en la interacción del individuo con sus contextos inmediatos como la familia, la escuela y los iguales, donde acontece de manera más directa la socialización en estos valores clave para su posterior potenciación en otros niveles. Consideramos por tanto que es en estos entornos inmediatos donde encontraremos las claves para promover, no sólo los recursos psicológicos relacionados con el ajuste psico-afectivo de la persona, sino también el sentimiento de comunidad y de pertenencia social imprescindibles para lograr un fortalecimiento integral de la población y la comunidad.

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