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A partir de las aportaciones y definiciones iniciales de Cassel, Cobb y Caplan, en las décadas posteriores, se produciría una avalancha de definiciones e instrumentos de medida del apoyo social que reflejarían las diversas perspectivas, niveles de análisis e intereses científicos de los investigadores en este área de estudio.

El análisis exhaustivo del desarrollo conceptual de este constructo, así como de los instrumentos de evaluación y medida que han ido surgiendo en este campo de investigación, excedería el espacio disponible en este capítulo (para un análisis pormenorizado de estos aspectos, ver Gracia, Herrero y Musitu, 1995).

No obstante, con la perspectiva que da el tiempo, sí que pueden identificarse los aspectos fundamentales alrededor de los cuales se han construido la mayoría de definiciones que pueden encontrarse en la literatura científica. Estos aspectos que, con un mayor o menor énfasis, podemos encontrar en la mayoría de definiciones y análisis del concepto de apoyo social, constituyen cuatro ejes: la estructura de la red social de apoyo (fuentes de apoyo social), las funciones del apoyo social (instrumentales y expresivas), la naturaleza percibida y recibida del apoyo social, y las condiciones en las que se producen los intercambios de apoyo social (situaciones cotidianas o de crisis a lo largo del ciclo vital). Precisamente, y con el objetivo de ofrecer una definición sintética que recogiera esos elementos comunes, Nan Lin (1986, Lin y Ensel, 1989) propuso una definición que recogía los cuatro ejes.

Según Lin, el apoyo social podía definirse como el conjunto de provisiones expresivas o instrumentales, percibidas o recibidas, proporcionadas por la comunidad, las redes sociales y las relaciones íntimas y de confianza, y que pueden producirse en situaciones tanto cotidianas como de crisis a lo largo del ciclo vital.

1. Estructura de las relaciones sociales: fuentes de apoyo social

Diversos autores han propuesto diferentes estratos o niveles de análisis de las relaciones sociales a partir de los cuales identificar las fuentes de apoyo social. Así por ejemplo, Benjamín Gottlieb (1981) propuso tres contextos vinculados al concepto y medida del apoyo social que se corresponderían con tres niveles ecológicos de análisis: los niveles macro (integración y participación social), meso (redes sociales) y micro (relaciones íntimas). Asimismo, esta idea de tener en cuenta los diferentes niveles de las relaciones sociales para el análisis de apoyo social sería utilizada por Lin (1986) para su análisis del apoyo social.

Para Lin, el vínculo de una persona con el entorno social puede representarse en tres niveles distintos, que representan tres fuentes de apoyo social: las relaciones íntimas y de confianza, las redes sociales y la comunidad. Como hemos visto, para este autor, el apoyo social se define como las provisiones expresivas o instrumentales proporcionadas por la comunidad, las redes sociales y las relaciones íntimas y de confianza. Cada uno de estos ámbitos proporcionaría diferentes sentimientos de vinculación. El primer nivel, el ámbito más próximo a la persona, lo constituye el conjunto de sus relaciones íntimas o de confianza, del que deriva un sentimiento de compromiso, y donde se asume una serie de normas de reciprocidad y de responsabilidad por el bienestar del otro.

El siguiente estrato, también cercano a la persona, consiste en las redes sociales a través de las cuales se accede directamente a un número relativamente amplio de otras personas. Estas tienen un grado elevado de especificidad y tienden a construirse a partir de características como las relaciones familiares, el mundo laboral o la amistad. Este tipo de relaciones proporciona sentimientos de vinculación. Estas relaciones requieren de la interacción interpersonal y de un mayor esfuerzo que la mera participación ya que se debe mantener las relaciones con una frecuencia y nivel de compromiso razonable. Finalmente, el estrato más externo y general, hace referencia a las relaciones con la comunidad más amplia. La participación en este estrato se refleja en el grado en que la persona se involucra en la comunidad y las organizaciones de carácter voluntario. Este tipo de vinculación refleja la integración en la comunidad de la persona y proporciona un sentimiento de pertenencia a una estructura social amplia y un sentido general de identidad social.

El análisis de las comunidades como fuente de apoyo social ha sido un aspecto descuidado en la literatura, cuyo principal interés se ha dirigido al análisis de la percepción de apoyo en las relaciones íntimas y de confianza. No obstante, la interacción social con los miembros y organizaciones de la comunidad constituye una potencial fuente de apoyo para las personas. A partir de estas relaciones no sólo se pueden obtener importantes recursos, información y ayuda, sino también se deriva un sentimiento de pertenencia y de integración a una comunidad más amplia con importantes implicaciones para el bienestar individual y social (Gracia y Herrero, 2006).

2. Las funciones del apoyo social

En el estudio del constructo del apoyo social, es ampliamente aceptada la distinción entre una perspectiva cuantitativa o estructural y una perspectiva cualitativa o funcional. Desde la perspectiva estructural la variables o aspectos que más han recibido la atención de los investigadores han sido el análisis de la integración y participación social y el análisis de redes sociales, considerando tanto las variables estructurales de la red (como por ejemplo el tamaño y densidad) como las variables de la interacción (reciprocidad, frecuencia de contacto, homogeneidad).

Desde una perspectiva estructural se enfatiza la importancia de las características de las redes sociales y de las condiciones objetivas que rodean al proceso de apoyo social. Desde este punto de vista, el interés se centra en los elementos más identificables y objetivos de la red de relaciones sociales de una persona. Es importante distinguir aquí entre los términos red social y red social de apoyo. La red social hace referencia al conjunto de las relaciones sociales y sus características estructurales, mientras que el concepto de red de apoyo social hace referencia al subconjunto de esas relaciones que desempeñan funciones de apoyo. Pero quizás la perspectiva de estudio que más impacto y peso específico ha tenido en este campo de investigación ha sido la perspectiva cualitativa o funcional, esto es, el análisis de la medida en que las relaciones sociales satisfacen diversas necesidades (o, en otros términos, desempeñan diferentes funciones).

La distinción entre las diferentes funciones del apoyo social sigue la estela de las propuestas inicialmente por autores como Cassel y Caplan. Así, Cassel consideraba que la principal función del apoyo social era promover el sentimiento de que la persona a) se siente cuidada, amada y que se preocupan de ella; b) se sienta valorada y estimada; y e) era miembro de una red de obligaciones mutuas. También Caplan había definido el apoyo social como aquellos lazos entre los individuos o entre individuos y grupos que permitían: a) promover el dominio emocional; b) ofrecer consejo; y, e) proporcionar feedback sobre la propia identidad y el desempeño. Actualmente, existe un amplio acuerdo entre los investigadores en distinguir al menos tres funciones fundamentales del apoyo social: el apoyo emocional, el apoyo instrumental (también denominado apoyo material o tangible o ayuda práctica) y el apoyo informacional (que incluye además el consejo, orientación o guía). De este modo, el apoyo social puede aparecer en el plano afectivo, en el conductual y en el cognitivo. El plano afectivo recogería la expresión de emociones; el plano conductual se refiere al apoyo tangible como la ayuda financiera, la ayuda material o los servicios, por último el plano cognitivo contiene lo que numerosos autores denominan apoyo de información, consejo o guía.

Otros autores han incluído, además, otras funciones como el apoyo de estima, apoyo de evaluación (afirmación o feedback), compañía social o la oportunidad que nos ofrecen las relaciones sociales para ser capaces de proporcionar apoyo a otros. No obstante, como hemos visto anteriormente, este conjunto de funciones pueden agruparse en las dos grandes dimensiones propuestas por Lin (1986): funciones instrumentales y funciones expresivas del apoyo social. Esta clasificación parte de una diferenciación inicial entre los fines que desencadenan una acción y los medios para llevarla a cabo. La función instrumental deriva de actos instrumentales; es decir, actos que la persona emprende para lograr unos fines que difieren de los medios para conseguirlos. La dimensión instrumental se refiere así a la medida en que las relaciones sociales son un medio para conseguir objetivos o metas, tales como conseguir trabajo, obtener un préstamo, ayuda en el cuidado del hogar o de los hijos, etc. Por su parte, la función expresiva deriva de acciones expresivas: aquellas acciones que el individuo realiza y cuyo fin son ellas mismas. La dimensión expresiva hace referencia así a las relaciones sociales tanto como un fin en sí mismas, como un medio por las que el individuo satisface necesidades emocionales y afiliativas, tales como sentirse amado, compartir sentimientos o problemas emocionales, sentirse valorado y aceptado por los demás, o resolver frustraciones. El binomio instrumental-expresivo es asumido por la mayoría de los autores, si bien cada uno propone distintas funciones que pueden incluirse en uno u otro grupo (Gracia y cols., 1995).

Tipos de apoyo social (Gracia, Herrero y Musitu, 2002):

  • Apoyo emocional:
    • Se refiere al área afectiva y tiene que ver fundamentalmente con la expresión de emociones, la importancia de compartir los sentimientos, pensamientos y experiencias, la necesidad de expresarse emocionalmente, la confianza y la intimidad, el afecto positivo e intenso, el dominio de las emociones, los sentimientos de ser querido y cuidado, los sentimientos de ser valorado, o los elogios y expresiones de respeto.
  • Apoyo de información:
    • Cuando las situaciones estresantes se prolongan o los problemas quedan sin resolver, las personas pueden iniciar una búsqueda de información o consejo que les sirva de ayuda para superar esa situación. Las personas que están a nuestro alrededor pueden proporcionarnos información acerca de la naturaleza de determinado problema, proporcionarnos pistas sobre su interpretación, valoración y adaptación cognitiva, indicarnos los recursos que son relevantes para su afrontamiento y las posibles vías de acción, así como proporcionarnos feedback acerca de la adecuación de las acciones de afrontamiento emprendidas.
  • Apoyo material, tangible o instrumental:
    • Se ha definido como prestación de ayuda material directa o servicios. En circunstancias ordinarias, este tipo de apoyo se relaciona con el bienestar porque reduce la sobrecarga de las tareas y deja tiempo libre para actividades de recreo, para integrarse en actividades y preocuparse por un mayor crecimiento personal. Su efectividad se incrementa cuando el receptor percibe la ayuda como adecuada, pero puede tener efectos negativos si el receptor siente amenazada su libertad o si fomenta sentimientos de endeudamiento, lo que puede suscitar reticencias en la búsqueda de este tipo de ayuda.

3. Apoyo recibido versus apoyo percibido

Una importante distinción en el análisis conceptual del apoyo social es la distinción entre el apoyo percibido y recibido, refiriendose así a dos componentes de este constructo: el componente cognitivo y el componente conductual. Como hemos visto anteriormente, la definición de apoyo social propuesta por Lin reconoce tanto los procesos sociales objetivos como la percepción que el individuo tiene de esos procesos (aspecto subjetivo). Ya Caplan había distinguido entre la dimensión objetiva y subjetiva del apoyo social: la primera hace referencia a las transacciones reales de ayuda que se producen con respecto a un individuo y la segunda a la percepción subjetiva de que esa transacción pudiera producirse en determinadas circunstancias. Desde el punto de vista de la investigación, la distinción entre apoyo percibido o recibido, ha generado un importante debate (Gracia y cols., 1995). Un debate que se basa, por una parte, en la observación de que pueden obtenerse efectos positivos del apoyo social percibido, en ausencia de la provisión objetiva del apoyo social y, por otra, en que la relación entre el apoyo percibido y el bienestar tiende a no replicarse cuando se utilizan medidas de apoyo social recibido (Cohen, 1988).


Cuadro 4.5. La percepción de apoyo social: La hipótesis triádica

lrving Sarason y sus colaboradores (1990) propusieron la "hipótesis triádica" que plantea que el apoyo social es el resultado de la interacción entre tres conjuntos de variables o contextos que operan en diferentes niveles: intrapersonal, interpersonal y situacional. De acuerdo con esta perspectiva, el apoyo social no es una propiedad objetiva de las interacciones sociales y, por tanto, no es posible determinar si una interacción social específica constituye apoyo social sin tener en cuenta, además, las valoraciones cognitivas o significados personales que la personas atribuyen a esa interacción. Esos significados personales son, a su vez, determinados por los contextos intrapersonal, interpersonal y situacional en los que la interacción social tiene lugar. De acuerdo con este modelo, el contexto intrapersonal incluye los modelos internos de representación (únicos y estables) que determinan la forma en la que una persona se percibe a sí misma, a los demás y las relaciones con los demás; el contexto interpersonal se refiere a las características cuantitativas y cualitativas de las relaciones sociales, así como de las redes sociales más amplias en las que las conductas de apoyo y los procesos de afrontamiento tienen lugar; y, finalmente, el contexto situacional incluye los sucesos o situaciones a los que los participantes en las relaciones sociales responden. Así, por ejemplo, la valoración de un intercambio social como una conducta de apoyo y su consecuente impacto dependería de las motivaciones y expectativas tanto de quien la recibe como de quien la provee, de la naturaleza de la relación en la que el intercambio de apoyo tiene lugar y de la situación problema a la que la conducta de apoyo se dirige.


Cuadro 4.6. La recepción de apoyo como amenaza a la autoestima

El escaso efecto observado del apoyo social recibido en el ajuste y bienestar lo explicarían Fisher y sus colaboradores (1982) planteando que el coste en términos de autoestima puede superar los beneficios de la recepción de apoyo social.

Según estos autores, debido a que la dependencia de otros puede implicar inferioridad, en el sentido de que la dependencia es inconsistente con los valores sociales de autoconfianza y logro individual, el hecho de ser ayudado puede suponer una amenaza a la autoestima. De acuerdo con esta lógica, el nivel de autoestima de una persona puede determinar la sensibilidad a los elementos potencialmente amenazantes de la ayuda. Fisher y sus colaboradores propusieron dos hipótesis que implican diferentes predicciones de los efectos de la autoestima en las reacciones a la recepción de ayuda.

  1. La hipótesis de la consistencia sugiere que la información negativa con respecto al self, inherente a la recepción de ayuda (dependencia, inferioridad), resulta amenazante únicamente cuando resulta inconsistente con el propio autoconcepto. Consecuentemente, las personas con una elevada autoestima deberían sentirse más amenazadas que aquellas con una pobre autoestima.
  2. La hipótesis de la vulnerabilidad afirma que debido a que las personas con una pobre autoestima tienen pocas cogniciones positivas acerca de sí mismas, estas personas serán más vulnerables a la información negativa con respecto al self.

La evidencia empírica disponible apoya, en general, la hipótesis de la consistencia. Es decir, dado el mismo estado de necesidad, la ayuda supondrá una amenaza menor para las personas con una pobre autoestima y, por tanto, se aproximarán a otros con mayor frecuencia y con mayores requerimientos que las personas con una elevada autoestima. En este sentido, diversos estudios han observado la reticencia de personas con una elevada autoestima a buscar ayuda, en contraste con aquellas con un baja atoestima. De esta forma, la búsqueda de apoyo sería más inconsistente con la visión del self de las personas con una alta autoestima y, consecuentemente, resulta más amenazante y tiene lugar con menor frecuencia. La recepción no deseada de apoyo no tendría, por tanto, los efectos positivos esperados.


Efectivamente, el análisis de las funciones protectoras del apoyo social en la salud y el bienestar ha estado vinculado al estudio del apoyo social percibido. En otros términos, es la percepción de la disponibilidad de apoyo social, más que el hecho de recibirlo o no, lo que parece ser importante para la salud y el ajuste (Cohen y Wills, 1985). Para Sarason y colaboradores (1983) el apoyo social es, en esencia, una percepción de que algunos recursos estarían disponibles llegado el caso, y descansa su efecto en el grado de satisfacción que se obtiene de ese apoyo disponible. Para estos autores, el estudio del apoyo percibido refleja un énfasis en la evaluación cognitiva que realiza la persona sobre su entorno.

El apoyo recibido, por su parte, se refiere a las transacciones reales de apoyo que se producen entre la persona y su entorno. No obstante, es importante distinguir entre el apoyo que afirma recibir una persona del apoyo que otras personas próximas afirman haber proporcionado a esa persona. Esta distinción es importante porque a pesar de que ambos tipos de apoyo se refieren a la misma situación, el acuerdo entre proveedor y receptor de apoyo suele ser bajo (alrededor del 50-60%).

4. El apoyo social a lo largo del ciclo vital

Uno de los pioneros en el estudio del apoyo social, Sidney Cobb (1976), solía decir que el apoyo social comienza en el útero. Su desarrollo se produce durante la infancia a través de las relaciones con los padres y continúa, a lo largo del ciclo vital, con la incorporación de otros familiares, amigos, miembros de la comunidad, compañeros de trabajo y, a veces, miembros de las profesiones de ayuda. Aunque el apoyo social es importante a lo largo de todo el ciclo vital, las necesidades de apoyo y la significación e importancia de las distintas fuentes de apoyo social cambian en los distintos periodos de la vida, en función de los retos y demandas que se nos presentan.

Para Cobb, las principales transiciones y crisis vitales constituían un riesgo para el ajuste psicosocial y, ante estas situaciones, el apoyo social podía ejercer un papel protector, facilitando el afrontamiento y la adaptación a las nuevas circunstacias vitales. Es por tanto necesario tener en cuenta la naturaleza cambiante del apoyo social tanto con respecto a las necesidades cotidianas y de crisis de cada período de vida (infancia, juventud, edad adulta, vejez) como con respecto a los roles cambiantes de las distintas fuentes de apoyo social (familia, pareja, amistades, hijos, organizaciones informales y formales de apoyo) en los distintos momentos del ciclo vital.

Esta idea la recogerían Toni Antonucci y sus colaboradores (Antonucci, 2001; Kahn y Antonucci, 1980) para proponer su modelo del convoy. El nombre del modelo surge del concepto utilizado por el antropólogo David Plath en sus observaciones de niños japoneses. El término convoy lo utilizaba para describir al grupo o cohorte de personas junto con las cuales estos niños crecían y maduraban. Este antropólogo constataba que los miembros de ese convoy mantenían una relación especial de cercanía que proporcionaba el apoyo y el feedback necesario para superar con éxito los retos que van apareciendo a lo largo de su desarrollo. Con esta idea Antonucci utilizaron el término convoy para proponer un modelo que describiera las relaciones sociales cercanas que rodean a la persona y que, tanto en circunstancias normales como extraordinarias, proporcionan una base segura y protectora para el desarrollo individual (Antonucci, Birditt y Akiyama, 2009). La interacción y procesos de socialización que se producen en el convoy que rodea a la persona facilitan la asunción de roles y responsabilidades, así como la superación de los retos, transiciones y crisis que se presentan durante la infancia, edad adulta y vejez. En este sentido este modelo subraya la importancia de comprender el apoyo desde una perspectiva del ciclo vital.

Kahn y Antonucci (1980) ilustran esta naturaleza cambiante del contexto de apoyo durante el ciclo vital mediante la metáfora del convoy ferroviario. De acuerdo con estos autores, nuestra vida se asemeja a un viaje en tren que compartimos con las personas más importantes; durante este viaje, nuestro vagón es frecuentado por distintas personas. En los primeros años, compartimos el viaje con nuestros padres y más adelante se unirán a nosotros algunos amigos y parientes próximos. Conforme el convoy alcanza algunas estaciones -fin del colegio, universidad, ingreso en el mundo laboral, matrimonio, etc.- las personas que nos acompañan van variando. Hay estaciones en las que no todo el mundo se detiene y que representan crisis o eventos vitales estresantes, donde el convoy de apoyo puede desempeñar un papel especialmente importante. Unos suben y otros bajan y, por tanto, nuestra red social de apoyo varía. Sin embargo, toda persona que comparta trayecto con nosotros no reviste la misma importancia en nuestra vida. De esta manera, nuestras relaciones íntimas y las personas más próximas se sitúan más cerca de nuestro asiento durante el viaje; aquellos que, aun siendo importantes, poseen una menor relevancia para nosotros se sitúan más alejados. El tipo de personas que haya en el vagón o la proximidad de esas personas a nuestro asiento no permanece invariable durante el ciclo vital, sino que depende de la fase o estadio de la vida en que nos encontremos.

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