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Uno de los principios básicos de la intervención con menores se centra en el intento de mantener al menor en su propia familia o, en caso de no poder evitar la separación, en el intento de la vuelta del menor con su familia de origen. Para ello, es imprescindible proceder a una intervención con los padres basada en una valoración psicosocial exhaustiva de dicha familia y su contexto que permita establecer un pronóstico de su recuperabilidad. Esto exige que dichos profesionales dispongan de suficientes conocimientos sobre las características propias de estas familias y de los contextos psicosociales en los que se presentan este tipo de situaciones de desprotección. En este tipo de actuaciones profesionales se hace más relevante, si cabe, la necesidad de una adecuada combinación entre los conocimientos teóricos útiles y la experiencia profesional.

De la calidad de la evaluación de los problemas psicosociales de este tipo de familias se derivará la pertinencia y viabilidad de la intervención que se diseñe para garantizar la adecuada protección de los menores.

1. Los factores de riesgo del maltrato infantil

Se han descrito una serie de situaciones familiares y personales que ocurren de manera más frecuente en las familias en las que aparecen casos de maltrato infantil (Milner, 1990). No todas ellas determinan la aparición de estas situaciones de desprotección ni en todas las situaciones de desprotección aparecen tales problemas familiares y sociales. La combinación de algunas de ellas producen un mayor riesgo de que un menor pueda no ser adecuadamente tratado por sus padres. Se consideran, por tanto, como factores de riesgo que deben de ser tenidos en cuenta en cualquier estrategia de prevención y de intervención y en la evaluación psicosocial de cada familia.

1.1. Historia de maltrato físico en la infancia

La transmisión intergeneracional del maltrato ha sido considerada como una evidencia casi desde los primeros momentos de abordaje del problema (De Paúl, Pérez-Aibéniz, Paz, Alday y Mocoroa, 2002). Las experiencias infantiles de maltrato constituirían una predisposición a que la relación con los propios hijos sea inadecuada o maltratante. Desde la perspectiva del aprendizaje social, se utilizó la posible transmisión intergeneracional del maltrato para apoyar la hipótesis de que los padres y madres maltratantes no habían aprendido habilidades para el manejo de las conductas de los niños y habían aprendido que la utilización del castigo físico era la única estrategia eficaz (Wolfe, 1985).

No obstante, estas explicaciones se basaron en una aceptación de tal transmisión intergeneracional o de la repetición del ciclo de los malos tratos que no era en realidad una evidencia empírica. El carácter retrospectivo de la mayoría de los estudios que justifican esta hipótesis había producido un defecto en la interpretación de los resultados. Ya desde finales de los años ochenta (Kaufman y Zigler, 1987) se reconocía que, probablemente, únicamente un subgrupo de los sujetos con historia de maltrato en la infancia repetiría el ciclo de los malos tratos. Esto implica admitir que existirían algunos factores que diferencian a los sujetos con historia de maltrato que reproducen el problema de los sujetos que no lo reproducen o, expresado de otra manera, que existirían algunos factores que evitan que determinados sujetos con una historia de maltrato se conviertan en maltratadores de sus hijos.

1.2. Ausencia de Apoyo Social

Parecen haberse encontrado ciertas evidencias empíricas que plantean la posibilidad de que los padres maltratantes poseen una red deficitaria de apoyo social (Gracia, 1995). Desde la Psicología Social se ha planteado que la ausencia de apoyo social constituye un importante factor de riesgo para multitud de problemas psicológicos y somáticos. En el Capítulo 4 encontrará el lector una revisión de la importancia del apoyo social en la capacidad de las personas para afrontar los retos de la vida diaria y de lo que se entiende estrictamente por tal concepto. En la medida en que se considere que el maltrato infantil constituye una incapacidad para manejar las situaciones estresantes, esta incapacidad tendría una posible explicación en la inadecuación entre el nivel de estrés experimentado y la calidad de la red de soporte social del sujeto.

1.3. Problemas en los padres maltratantes

Alcoholismo y toxicomanías. La existencia de problemas de alcoholismo y otro tipo de toxicomanías en los sujetos maltratadores ha sido señalada en muchos trabajos de investigación (Famularo, Kinscherff, Fenton, 1992; Freistheler, Needell y Gruenewald, 2005) y es frecuente en la experiencia de la mayoría de los profesionales de la Protección Infantil.

Alteraciones psicológicas. Desde el inicio de la investigación sobre el maltrato infantil, se suponía que los padres maltratadores deberían de sufrir trastornos de tipo psiquiátrico que explicaran ese tipo de comportamientos. Sin embargo, no se puede afirmar que más de un 10% de los casos de maltrato físico se produzcan por parte de personas con alguna patología psíquica diagnosticable. Sin embargo, parece que la presencia de un cierto nivel de malestar psicológico generalizado es frecuente en los sujetos con problemas de maltrato a sus hijos, lo que no implica afirmar que todas las personas con malestar psicológico vayan a ser maltratantes (Milner, 1990).

Baja autoestima. Desde los inicios del estudio del maltrato infantil se ha observado que los padres y madres que maltrataban a sus hijos presentaban sentimientos de inadecuación personal y baja autoestima (Anderson y Lauderdale, 1982). Esta hipótesis parece que se considera especialmente relevante en el caso de las mujeres maltratadoras, que suelen presentar un autoconcepto inferior que el de madres de la población general y una mayor incongruencia entre la forma en que se perciben a sí mismas y lo que perciben como ideal (Milner, 2000). Es posible que el rechazo y la hostilidad experimentados por algunos padres maltratantes en su propia infancia o la ausencia de cuidados adecuados propicien estos déficits en la valoración de sí mismos. Parece frecuente que en los padres o madres maltratantes se encuentren frecuentes sentimientos de incapacidad para mejorar su vida y su situación personal lo que puede colaborar a reducir sus posibilidades de hacer frente de manera efectiva a las situaciones de crisis.

2. Modelos explicativos del maltrato infantil

2.1. Modelo de "Dos Componentes"

Ross Vasta (1982) propuso un modelo explicativo referido exclusivamente al maltrato físico que estrictamente no es un modelo etiológico sino un modelo en el que tratan de organizar una serie de variables que han sido observadas en los sujetos maltratadores. Desde este modelo, el maltrato físico se entiende como un tipo específico de comportamiento agresivo de tipo "impulsivo". Para que aparezca dicho maltrato físico serían necesarias dos condiciones:

  1. tendencia a elegir el castigo físico como estrategia de resolución del conflicto o de imponer la disciplina a los hijos y
  2. una activación del sistema nervioso autónomo que genere un alto nivel de irritabilidad.

Las costumbres culturales del ambiente social en el que se ha criado el sujeto, el haber recibido castigo físico en la infancia y la ausencia de suficientes habilidades de resolución de problemas facilitaría que el sujeto seleccione, de entre las muchas posibilidades existentes para resolver un conflicto, el castigo físico. Dicha ausencia de habilidades sociales, el que el sujeto tenga unas expectativas de la conducta del niño inapropiadas con respecto a su edad y el que el niño presente determinadas conductas problemáticas favorecerían el hecho de que se produzcan con cierta frecuencia comportamientos infantiles que son percibidos por el padre o madre como aversivos, negativos o conflictivos.

A su vez, determinados factores socioambientales, como los problemas económicos, el hacinamiento familiar, el desempleo, etc. aumentarían las posibilidades de que un sujeto se encuentre sometido a frecuentes situaciones de estrés habitual. Por último, determinadas características individuales y temperamentales del sujeto serían las responsables de la mayor irritabilidad ante ciertas situaciones ambientales. La conducta negativa del niño, la existencia de un número elevado de situaciones estresantes y la tendencia a la irritabilidad provocarían que en un determinado momento y tras la aparición de la conducta aversiva del niño, se produzca el maltrato físico descontrolado.

2.2. Modelo de procesamiento de la información social

Se trata también de un modelo centrado en el maltrato físico y que fue propuesto por Milner (2000) partiendo de la teoría del procesamiento de la información social. El modelo sugiere que el maltrato físico ocurriría a partir de errores en el procesamiento de la información específicamente referida al comportamiento del niño. Estos errores ocurrirían más frecuentemente o de manera más exagerada en presencia de algunas situaciones ambientales. El modelo se articula de la siguiente manera:

Esquemas cognitivos preexistentes. Una serie de esquemas que el sujeto posee a priori (creencia sobre el castigo físico, expectativas hacia el comportamiento de los niños, creencias relacionadas con las características de los propios hijos, etc.) pueden influir en la forma en que éste percibe al niño y en actividades cognitivas que se dan en otros momentos posteriores de dicho procesamiento de información. Estos esquemas cognitivos se adquirirían a lo largo de la educación del propio sujeto y/o a partir de sucesivas interacciones con los niños propios o extraños, tenderían a ser estables en el tiempo y difíciles de modificar a partir de la experiencia.

Percepción de la conducta del niño. Es posible que los maltratadores físicos tengan una menor habilidad para reconocer el estado afectivo del niño o para identificar adecuadamente sus expresiones emocionales. Estas dificultades perceptivas se agudizarían en situaciones de una menor definición de tales expresiones emocionales y cuando hay un aumento de estrés ambiental real o percibido.

Expectativas, interpretaciones y evaluaciones de las conductas de los hijos. Parece que los padres maltratadores tienden a establecer atribuciones de causalidad internas y estables de las conductas negativas del niño, así como atribuciones de intencionalidad negativa con respecto al comportamiento de sus hijos (Montes, De Paúl y Milner, 2001 ). Los padres en riesgo de maltrato pueden tener una tendencia estable a considerar que las conductas negativas del niño (llorar, despertarse por la noche, no comer, etc.) se realizan con la intención de molestarles o alterarles. Se trata de errores en el procesamiento de información que colocan al sujeto en una situación de gran facilidad para que la frustración genere impulsos agresivos difíciles de controlar. Un sujeto que se encuentra enfrentado a frecuentes situaciones estresantes o problemas emocionales (pobreza, problemas familiares, síntomas depresivos, etc.) puede tener más dificultades para establecer una adecuada interpretación y evaluación de la conducta de su hijo.

Integración de la información. Existen algunos estudios sobre la forma de procesamiento de información de los padres maltratadores físicos que pudieran tener aplicaciones interesantes en la elaboración de estrategias de tratamiento individual (Milner, 2000). Se les presentó a unos padres escenas con supuestos comportamientos negativos de sus hijos. Posteriormente, se les dio una información que daba una explicación benévola de las razones por las que se producía tal comportamiento negativo. Los padres con riesgo de maltrato físico, a diferencia de los que no lo tenían, fueron incapaces de modificar las atribuciones que previamente habían realizado de la conducta del niño a pesar de la información que habían recibido (De Paúl, Pérez-Aibéniz, Ormaechea, Vergara y Torres-Gómez de Cádiz, 2006). La capacidad de integración de información relevante puede quedar alterada temporalmente por alguna de estas razones y provocar episodios de maltrato físico que en otras circunstancias (ausencia de estrés, por ejemplo) no se hubieran producido.

2.3. Modelo de afrontamiento del estrés

Hillson y Kuiper (1994) trataron de aplicar al maltrato infantil los conocimientos teóricos derivados del estudio de las situaciones estresantes y de la forma en que se enfrentan a ella diferentes tipos de personas. Este modelo parte de la premisa de que todo sujeto se enfrenta permanentemente a situaciones difíciles derivadas de su propio comportamiento, del comportamiento de las personas con las que interactúa (ej. sus hijos) y del ambiente social en el que se encuentra integrado (ej. desempleo). Pero desde esta perspectiva, se pone un especial énfasis en las diferentes formas con las que un sujeto se enfrenta a estas situaciones estresantes.

Los sujetos maltratadores tenderían a valorar como muy amenazantes muchas conductas de sus los hijos y, además, valorarían que no disponen de los recursos externos o de las competencias personales para afrontar y resolver la situación provocada por el comportamiento del niño. El modelo propone que en función de la forma en que se hayan evaluado las situaciones negativas, el sujeto pondrá en marcha pautas adaptativas de comportamiento o situaciones de maltrato o abandono físico.

Las estrategias focalizadas en la expresión y descarga de las emociones son las que producen episodios de maltrato físico y parten de evaluaciones de la situación que suponen la conclusión de que el sujeto es incapaz de resolver el problema.

2.4. Modelo ecológico-sistémico

El trabajo de Belsky (1993) se convirtió, en cierta forma, en referencia obligada de los modelos explicativos de los casos de maltrato infantil y ha sido ampliamente utilizado por los profesionales de este ámbito de trabajo. La integración, en cada caso concreto, de variables de diferentes "niveles ecológicos", se consideró como el aspecto esencial de la explicación del maltrato y abandono infantil.

En el nivel macrosistémico, se incluirían esencialmente tres tipos de variables: las de tipo socioeconómico, las de tipo estructural y las de tipo psicosocial o cultural. Entre las primeras se incluyen todas aquellas cuestiones relacionadas con los recursos económicos de una sociedad y su distribución, las crisis económicas, el desempleo, etc. Las variables de tipo estructural se refieren a aspectos de organización y funcionamiento de una sociedad o colectivo que afectan a las posibilidades de cada individuo de acceder a los recursos de asistencia y de ser protegido por un entramado de normas y recursos en momentos de necesidad. El tercer tipo de variables se relaciona con las actitudes y valores predominantes en cada grupo social y en cada momento histórico sobre aspectos de la forma de educar a los niños, de satisfacer sus necesidades, etc.

En el exosistema se incluyen dos grandes bloques de variables: las relaciones sociales y el ámbito del trabajo. Con respecto a esta última, el aspecto más estudiado ha sido el relativo al desempleo. Esta variable explicaría situaciones de maltrato o abandono por las frustraciones derivadas de la ausencia de recursos económicos y por su efecto en la autoestima del sujeto.

En el microsistema se estudian todas aquellas variables que implican comportamientos concretos de los miembros de la familia nuclear, así como el efecto de las propias características de la composición familiar. Se incluyen tanto las características psicológicas y comportamentales de los padres como las de los hijos. Adquiere aquí especial importancia el estudio de la interacción entre los diferentes miembros del sistema familiar. Determinadas características de los padres (escasa capacidad empática, poca tolerancia al estrés, síntomas depresivos, alteraciones de personalidad, etc.) y de su relación (desajuste marital, violencia de pareja), en interacción con variables temperamentales y comportamentales de los hijos, serían entendidos como desencadenantes del maltrato.

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