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Un aspecto final que vamos a tratar, y que puede resultar clave de cara a la intervención psicosocial con este colectivo, es conocer cómo viven las personas con discapacidad su experiencia, y de forma paralela, las diversas estrategias con las que afrontar las consecuencias negativas que puedan existir.

Desde el paradigma del estigma social, se asume que el proceso de estigmatización puede tener diversas consecuencias a nivel social, psicológico y de salud. A nivel social, la estigmatización puede afectar a las relaciones personales, en la medida en que empeoren las existentes y resulte difícil crear nuevas redes sociales.

En este sentido, la persona con discapacidad debe enfrentarse a barreras no sólo físicas sino también mentales, siendo estas últimas las más difíciles de eliminar. Dentro de las consecuencias psicológicas, el estigma puede llevar a implicaciones negativas como la depresión, la ansiedad y la hostilidad (Jones y cols., 1984).

Sin embargo, hay datos que muestran que pertenecer a un grupo estigmatizado no siempre devalúa la autoestima de sus miembros (para una revisión Cracker y Quinn, 2001; Major y O'Brien, 2005). Asimismo, este efecto se puede generalizar a través de distintas condiciones de estigmatización, varias medidas de autoestima y una gran muestra de participantes, desde adolescentes a adultos (Cracker y Major, 1989).

Finalmente, el estigma puede generar problemas en la salud. Por ejemplo, pensemos en las personas con discapacidad auditiva, que se niegan a utilizar audífonos por temor a ser estigmatizadas. Posiblemente, con el tiempo perderá mayor audición, y las consecuencias a la larga serán peores.

En definitiva, el estigma es una situación estresante para las personas que lo poseen, por lo que una cuestión que nos puede surgir es cómo afrontan y se adaptan al estigma, en nuestro caso concreto, los discapacitados. Aunque, antes de continuar, es preciso señalar que las respuestas de afrontamiento no son uniformes sino que varían en función de la situación y los individuos. Lazarus y Folkman (1984) definen el afrontamiento como esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para controlar las demandas específicas externas o internas, que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo. Se han propuesto varias estrategias, pero dentro de la literatura de estigma, la distinción que más frecuentemente se ha aceptado ha sido la de estrategias centradas en el problema y las centradas en la emoción (Miller y Majar, 2000).

1. Estrategias basadas en el problema

Este tipo de estrategias están destinadas a reducir o eliminar el problema en sí mismo. Obviamente, eliminar el problema, es algo imposible de conseguir en la mayoría de estigmas, como la etnia, o en la discapacidad. Sin embargo, podemos referirnos a algunas alternativas que pueden ayudar a adaptarse mejor a la experiencia del estigma. Una forma de hacerlo es ocultando el estigma, por ejemplo, cuando una persona con alguna enfermedad mental no revela su discapacidad en una entrevista de trabajo.

Esta estrategia es la que más debate ha originado, en la medida en que se plantea si es positivo dar a conocer el estigma o hacerlo visible, por las consecuencias que puede tener en los otros. En una investigación clásica, Hastorf, Wildfogel y Cassman (1979), mostraron a través de tres estudios la efectividad de la estrategia de dar a conocer el estigma. Estos autores encontraron como se elegía en mayor medida para trabajar en una sesión posterior a la persona con discapacidad que hablaba abiertamente sobre su discapacidad, en comparación con la otra persona con discapacidad que no revelaba ninguna información sobre su problema físico.

Sin embargo, Belgrave y Milis (1981 ), señalan que la estrategia de dar a conocer el estigma en sí misma no incrementa el deseo por relacionarse con la persona con discapacidad, a no ser que se produzca en un contexto significativo. Por ejemplo, cuando un discapacitado pide ayuda y luego habla abiertamente sobre su problema.

Dentro de este grupo, otra posible estrategia, consiste en eliminar la condición estigmatizante, por ejemplo, someterse a cirugías que pueden eliminar defectos físicos siempre y cuando sea posible, o evitar situaciones que fomenten sentirse discriminado, como no ir a lugares con difícil accesibilidad.

Si bien estas estrategias se enfocan a un nivel más individual, también existen acciones colectivas que las personas con discapacidad pueden emprender para enfrentarse al problema como son el asociacionismo y la acción colectiva.

A través del asociacionismo, las personas con discapacidad se agrupan con el fin de de afiliarse a otros semejantes con diversos fines: buscar grupos de apoyo y trabajar por objetivos comunes que mejoren su integración social. En España existen un gran número de asociaciones, que realizan una gran labor a diferentes niveles para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad.

De forma paralela, a través de la acción colectiva, se pretende reivindicar los derechos de estos colectivos y se pretende hacer patente su situación, de ahí la propuesta de días, como el 3 de diciembre, Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que tienen como objeto sensibilizar a la opinión pública sobre las cuestiones relacionadas con la discapacidad y movilizar el apoyo a la dignidad, los derechos y el bienestar de estas personas. También se propone promover la toma de conciencia sobre los beneficios que se derivarían de la integración de las personas con discapacidad en todos los aspectos de la vida política, social, económica y cultural. Aunque la intervención psicológica a nivel individual, resulta necesaria en un principio, pensemos por ejemplo en la persona que acaba de quedarse en silla de ruedas. Si bien en un principio necesita un fuerte apoyo psicológico, más adelante se hace imprescindible una intervención a nivel psicosocial más colectiva, en la que se facilite a las personas con discapacidad medios y recursos para lograr su plena integración personal, social y laboral.

2. Estrategias basadas en la emoción

Cuando se utilizan estas formas de afrontamiento, se pretende minimizar las emociones negativas y proteger la autoestima de los factores estresantes relacionados con el estigma (Miller y Majar, 2000).

Una posible estrategia consiste en hacer comparaciones sociales con otros grupos más desfavorecidos que el propio grupo como forma de regular las emociones negativas. Una segunda forma de evitar las consecuencias negativas del estigma sobre la autoestima es atribuir conductas a causas externas como el prejuicio y la discriminación, por ejemplo, no obtener un empleo si se revela que se tiene una enfermedad mental. En este caso, se justifican acciones no por motivos internos, sino conductas discriminatorias. Finalmente, las personas con algún estigma, pueden optar porque desvincular su autoestima de determinadas situaciones en las que se acentúe su desventaja, pero reforzarla en otras en las que no se haga relevante esta situación de discriminación. Por ejemplo, una persona con algún tipo de discapacidad física que desempeñe su trabajo en igualdad de condiciones, pero como decíamos antes, prefiera evitar situaciones en las que sienta mayor discriminación.

La cuestión que puede quedar por resolver es cuál puede ser la estrategia más efectiva, y que mejora las relaciones entre las personas con y sin discapacidad. En este ámbito, Belgrave (1984) examinó las posibles estrategias que las personas con discapacidad pueden llevar a cabo para mejorar su situación: mostrar interés por los otros, participar en la medida de lo posible en actividades típicas de no discapacitados y realizar actividades deportivas.

Belgrave sugiere que esto es debido a que las personas sin discapacidad evitan relacionarse con personas con discapacidad, porque consideran que estos últimos están demasiado preocupados con su problema como para hacer que la interacción social con este grupo transcurra con normalidad.

En este sentido, Bos y Dijker (2001) encontraron, estudiando el estigma del VIH, que las personas sin estigma preferían que las personas con VIH adoptaran un es ti lo de afrontamiento activo (hablar sobre su enfermedad, pensar en positivo, no preocuparse por las reacciones negativas de los otros) en comparación con el afrontamiento pasivo (aislamiento, agresividad, rumiaciones) como estrategia adoptada por los estigmatizados en su vida cotidiana.

Como señalan Cracker y cols. (1998), tal vez las relaciones se suavizarían si cada uno conociera las metas y preocupaciones del otro, ya que tanto ambas perspectivas persiguen el mismo objetivo: "ser juzgado en base a sus características personales y no por sus identidades sociales" (Cracker y cols., 1998), en especial añadiríamos, cuando esta es devaluada o negativa.

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