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La ansiedad es un proceso que se produce en todas las personas y que, bajo condiciones normales, mejora el rendimiento y la capacidad de adaptación. Así pues, tiene la función de movilizar recursos frente a situaciones de posible amenaza o preocupantes, de tal manera que hagamos todo lo necesario para evitar el riesgo, neutralizarlo, asumirlo o afrontarlo adecuadamente. Esto implica añadir nuevas capacidades de análisis a la vía rápida pero imprecisa que configura la evaluación de la situación, para dotarla de mayor precisión. Esto puede lograrse de dos maneras, bien priorizando el procesamiento de la información relevante o bien mediante mecanismo de compensación, destinados a contrarrestar los efectos de interferencia que causa el tener que procesar información neutra no significativa.

Esta modificación de los programas emocionales tiene una importante consecuencia ya que los hace pasar de la reacción afectiva a la proacción y a los actos intencionales. Estos actos intencionales se producen en función de las consecuencias que se prevean, aunque al final éstas no se produzcan, en parte como consecuencia de la propia eficacia de la anticipación. Así, la anticipación ejerce un importante papel en la solución de problemas, o en su mantenimiento, jugando un papel crucial en la ansiedad.

3.1. Desencadenantes de la ansiedad

Los desencadenantes de la ansiedad no son situaciones que puedan dañar directamente a la persona, como ocurre en el caso del miedo, sino que en su mayoría son reacciones aprendidas y anticipadas de amenaza. Los estímulos que pueden evocar respuestas de ansiedad están en gran parte determinados por características de la historia personal, existiendo notables diferencias individuales en cuanto a los propios desencadenantes y a la propensión a manifestar tales reacciones ante los diversos tipos de situaciones implicadas.

En general, las situaciones son sólo potencialmente ansiógenas, porque no siempre producen reacciones de ansiedad. Son las expectativas de peligro las que median las respuestas de ansiedad. Éstas pueden generarse a partir de tres procesos de aprendizaje: por medio de condicionamiento clásico, por aprendizaje observacional y mediante la transmisión de información que contribuya a la aparición de expectativas de peligro.

Al no tratarse de una situación de amenaza o peligro real y presente, sino una anticipación de la misma, los mecanismos que disparan la respuesta emocional de miedo no se activan, es decir, no reconocen la situación como amenazante ya que aún no lo es. Por tanto, la condición desencadenante es simplemente un cambio en las condiciones estimulares externas o internas, que moviliza el proceso de estrés y este último el que pone en marcha el proceso de análisis emocional de la situación y, por tanto, actúa como desencadenante del mismo. La reacción de estrés se convierte así en estado de ansiedad cuando la valoración conlleva la anticipación de peligro, con un componente de experiencia subjetiva y otro de activación vegetativa y endocrina.

Endler y Kocovski proponen cuatro tipos de situaciones genéricas:

  1. Las que implican una evaluación social
  2. Las que implican una amenaza con un peligro físico
  3. Las que implican una evaluación social
  4. Las rutinas diarias

Arrindell, Pickersgill, Merckelbach, Ardon y Cornet proponen cuatro tipos de situaciones genéricas que pueden producir ansiedad:

  1. Temor a situaciones o acontecimientos interpersonales, que incluye el temor a la crítica, a la interacción social, al rechazo, a los conflictos y la evaluación; también comprende la agresión interpersonal y sexual.
  2. Temor relacionado con la muerte, las lesiones, la enfermedad, la sangre y los procedimientos quirúrgicos, como el temor a las dolencias, las enfermedades e incapacidades; las quejas sobre problemas físicos y mentales; al suicidio; a la falta de adecuación sexual; a perder el control; a la contaminación, el síncope y otras amenazas para la salud física y mental.
  3. Temor a los animales, que incluye desde animales domésticos a animales pequeños e inofensivos.
  4. Temores agorafóbicos, que incluye temor a los lugares públicos, a las masas de personas, a los espacios cerrados, a viajar solo en tren o autobús y a los espacios abiertos.

Adicionalmente, cuando se produce la percepción de un estado de regulación fisiológica alterado y se desconoce cuál es la causa que lo ha producido, esta percepción se interpreta como una respuesta de ansiedad. Esto ocurre sobre todo como efecto de la ingestión abusiva de determinadas sustancias (alcohol, alucinógenos, cafeína, cocaína, etc.).

En el caso de la ansiedad patológica, el mero recuerdo de situaciones desagradables, el imaginar situaciones amenazantes o simplemente pensar en el futuro con un cierto temor, son desencadenantes típicos de estas reacciones que se han convertido en no funcionales o patológicas dada la inexistencia real de una amenaza frente a la que la respuesta de ansiedad pretende defendernos.

3.2. Procesamiento cognitivo de la ansiedad

El procesamiento cognitivo de la ansiedad se inicia habitualmente ante la detección de situaciones que se presentan o tienen su aparición lentamente y que pueden ser previstas con antelación. Estas situaciones se evalúan como muy importantes para el bienestar tanto físico como psíquico de la persona. Aunque su tono hedónico es sólo moderadamente negativo.

Respecto a la probabilidad de que las consecuencias emocionales en que se encuentra envuelta la persona pudieran suceder, eran esperadas antes de que el suceso ocurriera y son a su vez valoradas como contrarias con las metas que pretende alcanzar. Además, se valora que, ante esta situación, es necesario un cierto grado de urgencia en actuar, para hacer frente tanto al suceso como a las consecuencias que de él se puedan desprender.

En lo que se refiere a la valoración de la posibilidad de afrontar la situación, se estima que el agente causante de la misma es otra persona o una circunstancia de carácter natural. La persona valora que tiene una escasa capacidad para afrontar o evitar el suceso. Sin embargo, se aprecia cierta capacidad para poder vivir en tales situaciones y poder conllevar sus consecuencias. Por último, en lo que se refiere al ajuste a las normas sociales y personales, la valoración no es relevante en el caso de la ansiedad ya que no se trata de una emoción con carga moral.

Comparando con el miedo, la ansiedad responde a situaciones que suponen un menor cambio en el ambiente y con una aparición menos súbita. La ansiedad presenta un desagrado intrínseco menor que la emoción de miedo, pero dado que su duración temporal puede ser mucho mayor, éste puede hacerse más patente.

Respecto a la valoración de la significación, es equivalente a la que se realiza en el caso del miedo, aunque presenta una urgencia para actuar menor. En cuanto al afrontamiento, la ansiedad presenta una mayor capacidad de hacer frente a la situación y de sobrellevar las consecuencias.

Para desarrollar el procesamiento característico de la ansiedad, se requiere el desarrollo de actitudes emocionales cognitivas o sesgos en el procedimiento de la información, a partir de la experiencia personal en un entorno determinado. El resultado es la aparición de dos tipos de fenómenos, el de priorización del procesamiento de estímulos indicadores de peligro frente a los neutros y el de compensación, destinado a contrarrestar los efectos de interferencia sobre el procesamiento de la información neutra no priorizada.

3.2.1. Sesgos en el procesamiento de la información

Puesto que los recursos cognitivos de los que disponemos son limitados y que constantemente necesitamos tomar decisiones, debemos elegir qué estímulos procesar y cuáles descartar. Los sesgos en el procesamiento de la información congruente con las emociones son los que toman rápidamente la decisión de qué es lo que debe ser procesado en función del significado emocional de las situaciones.

La ansiedad como emoción que cumple una función adaptativa, contribuye a la activación del sistema de procesamiento de información emocional ante señales de condiciones amenazantes a fin de evitarlo o reducir su impacto sobre la persona. Dicha activación se lleva a cabo a través de la facilitación que la ansiedad ejerce sobre el funcionamiento de los procesos de evaluación valorativa y la movilización de recursos del sistema cognitivo.

La movilización de tales fenómenos de priorización y compensación se realiza mediante el reclutamiento de las siguientes facultades cognitivas:

  • Selección atencional de la información de peligro
  • La selección en el acceso de la memoria de la información amenazante
  • La interpretación sesgada de la información ambigua
  • La reducción en la capacidad de la memoria operativa y el uso de recursos auxiliares

A) SESGOS EN LA ATENCIÓN

El fenómeno básico de sesgo de la atención en la ansiedad consiste en focalizar la atención preferente hacia estímulos indicadores de peligro o amenaza potencial, en comparación con la que se presta a estímulos neutros.

Las representaciones internas correspondientes a dos o más opciones del entorno que deben ser procesadas compiten reclamando la atención por medio de enlaces inhibitorios. Así, el aumento de la activación de una de las representaciones inhibe a las otras hasta que la representación dominante tenga éxito en capturar toda la atención y logre el acceso a la conciencia. Se trata de un sistema de evaluación que se supone trabaja con bajos niveles de conciencia y forma automática y cuya salida activa selectivamente las representaciones que han sido biológicamente preparadas en el transcurso de la evolución o que tienen establecidas asociaciones de peligro mediante el aprendizaje previo.

La activación de todo este fenómeno en el procesamiento de la ansiedad implicará, en un primer momento, una fase de hipervigilancia, que lleva a un constante rastreo de los estímulos ambientales, con el objeto de detectar cualquier posible amenaza o indicio de peligro. En este primer momento, el rango de la atención es muy amplio, procesándose un sinfín de estímulos neutros como potencialmente amenazantes, al tiempo que el procesamiento se ve interferido por numerosos estímulos irrelevantes, redundando en una elevada distracción.

Después, cuando la persona detecta los estímulos que ha valorado como más amenazantes y responsables de activar el proceso de ansiedad, focalizará la atención en estos estímulos y, a partir de ahí, el sesgo selectivo atencional centrado en la amenaza, impediría que pueda fijar su atención en cualquier otro aspecto del entorno. A partir de ese momento se producirá una reducción del rango de atención, con una fuerte focalización sobre la posible amenaza.

B) SESGOS EN LA MEMORIA

El procesamiento de la ansiedad implica también el acceso masivo a la información amenazadora memorizada. Para verificar si una condición es peligrosa o no, es preciso compararla con experiencias previas en situaciones equivalentes. Para ello, hay que acceder a determinados recuerdos, y hay que hacerlo lo más rápidamente posible. Esto sólo será posible si se produce un sesgo de memoria o memoria preferencial, para recuperar la información con significación amenazante.

La memoria implícita se revela cuando determinadas experiencias facilitan la ejecución de tareas posteriores que no requieren un recuerdo intencional o consciente, mientras que la memoria explícita representa recuperación consciente. Williams propuso la existencia de un sesgo característico de la ansiedad relativo a su procesamiento automático (memoria implícita), permaneciendo inalterados los mecanismos de procesamiento controlado (memoria explícita).

Desde otra perspectiva, se plantea el papel que juegan las expectativas en los sesgos de la memoria. El sistema de expectativas se basa en la propia organización que tienen las emociones en la memoria. Según Lang, los episodios emocionales pueden ser representados en la memoria por nodos interconectados, que comprenden las condiciones estimulares, las respuestas y el significado de toda esta información. Tales redes pueden ser activadas por la entrada de información mediante los sistemas perceptivos, pero dado que los nodos tienen la capacidad de coactivarse unos a otros dentro de una red, una actividad parcial que implique sólo unos pocos nodos es suficiente para poner todo el sistema en acción. No obstante, cuantos más nodos sean activados, más fuerte será la activación final del sistema.

Una vez activado todo el sistema, éste puede ser considerado como una fuente de sesgos en el proceso de valoración del significado, ya que éste responderá de acuerdo a la información almacenada en los nodos de memoria.

Además, la propia organización aporta información para el sistema consciente de percepción, lo cual a su vez mantiene el sistema de expectativas en una continua actividad, sesgándolo en la dirección de descubrir amenazas.

Sin embargo, el sistema de expectativas tiene un papel dual en la generación de la ansiedad. Ya que, no sólo produce el sesgo en el procesamiento de la información entrante del entorno sino que proporciona el contexto para la interpretación de la misma por parte del sistema consciente de percepción.

C) SESGOS EN LA INTERPRETACIÓN

Se ha encontrado que en la ansiedad también funcionan sesgos en la interpretación y en los juicios, que parten de una valoración desproporcionadamente amenazadora del ambiente. A menudo, los estímulos y las situaciones son ambiguos, con varios significados posibles. Dicha ambigüedad implica a veces que un mismo estímulo pueda ser interpretado como indicador de peligro o no. El sesgo interpretativo consiste en procesar esos estímulos ambiguos dando preferencia al significado de peligro sobre el neutro.

Así, por ejemplo, los estudios sobre juicios de probabilidad subjetiva acerca de los acontecimientos futuros han encontrado sistemáticamente que la ansiedad lleva a juzgar los acontecimientos futuros de forma más negativa.

Un concepto clave en el sesgo interpretativo es el de preocupación, que se entiende como una cadena de pensamientos e imágenes, relativamente incontrolables, acompañados de un estado afectivo negativo. La preocupación constituye una tentativa de solucionar un problema, cuyo resultado es incierto y contiene la posibilidad de una o más consecuencias negativas. De manera que la preocupación contribuye a cerrar el ciclo iniciado por el miedo. Se trata por tanto de un conjunto de patrones verbales y visuales sobre las situaciones amenazantes que tendrán la propiedad de alertar la activación del organismo y prepararle para la acción, siendo prioritarios en el procesamiento.

Estas preocupaciones cumplen tres funciones:

  1. Tiene una función de alarma, que es capaz de alertar al sistema emocional sobre la aparición de estímulos potencialmente amenazantes.
  2. Cubre una función de impronta, ya que es la responsable de la aparición de pensamientos e imágenes amenazantes en la conciencia.
  3. Desarrolla una función de preparación, anticipando las consecuencias que tendrían determinadas líneas de afrontamiento sobre los acontecimientos futuros y reduciendo de este modo la ansiedad, por un proceso de habituación.

La preocupación se dispara cuando se dan una serie de condiciones: en primer lugar, un aumento de la probabilidad subjetiva de que ocurra un suceso amenazante, al tiempo que se produce una inminencia subjetiva del suceso (los acontecimientos son tanto más aversivos cuanto más próximos se encuentran en el tiempo), una alta aversividad percibida del sujeto (en función de su significación, intensidad y número de objetos bloqueados) y, por último, una inhabilidad percibida de las estrategias de afrontamiento disponibles para paliar la situación (que es parte de la evaluación valorativa prototípica de la ansiedad).

El mantenimiento o duración temporal de la preocupación será responsabilidad de la existencia de determinados conglomerados o estructuras organizadas de información relacionada con las preocupaciones. Estos conglomerados se encuentran en mayor número y están mejor estructurados en el caso de la ansiedad patológica que en el caso de la ansiedad normal, y son los responsables de la existencia de diferencias individuales en el mantenimiento temporal de las preocupaciones.

La preocupación finalizará en el momento en que se cumpla su objetivo de preparación ante los acontecimientos futuros, es decir, cuando se alcanza un adecuado manejo de la situación amenazante. También puede terminar como consecuencia de un aumento de las demandas ambientales, ya que los recursos de la memoria de trabajo son limitados y un esfuerzo extra en el procesamiento del ambiente estimular sólo puede tener cabida como consecuencia de una reducción de las preocupaciones.

D) MECANISMO DE MOVILIZACIÓN DE RECURSOS AUXILIARES

El mecanismo de movilización de recursos para afrontar las demandas implica la intervención de procesos cognitivos básicos. La presencia de representaciones de contenido aversivo y amenazante que son activadas por los sesgos cognitivos exigirá un análisis cognitivo extenso en la memoria operativa. Esto permite a la persona determinar la naturaleza aversiva de las demandas. Pero tales representaciones ocuparían parte de los recursos limitados de la memoria operativa, produciendo interferencia en el procesamiento de información que no es prioritaria. El propio sistema cognitivo necesita la ayuda de recursos auxiliares para que compensen la reducción transitoria de capacidad.

El estado de preocupación que, por un lado, ocasiona interferencia cognitiva a través de las representaciones aversivas, por otro lado, proporciona la base motivacional para incrementar los recursos auxiliares. De este modo, la ansiedad conllevaría una reducción en la capacidad central de la memoria operativa, acompañada por un uso extraordinario de recursos destinados a compensar dicha reducción. En consecuencia, solamente cuando no haya posibilidad de utilizar tales recursos auxiliares, se producirá un deterioro en el rendimiento en las tareas que se realizan bajo condiciones de preocupación.

3.2.2. Priorización y compensación de la información

La teoría de procesamiento eficaz de Eysenck y Gutiérrez Calvo es la que mejor refleja esta forma de funcionamiento del sistema cognitivo en la ansiedad.

El resultado de los sesgos en el procesamiento de la información es la aparición de los fenómenos de priorización y compensación. El sistema cognitivo tiene que ser activo en la búsqueda de información y en la utilización de sus recursos. Por un lado, de entre la multiplicidad de informaciones que le llegan, debe dar prioridad al procesamiento de las más relevantes para lograr la mejor adaptación posible. El sistema cognitivo ha de proceder selectivamente sobre tales informaciones, para lo cual utilizará los mecanismos de sesgo atencional, del mecanismo de interpretación de los estímulos ambiguos y de acentuar la accesibilidad a las representaciones relevantes en la memoria. Esta triple función de priorización ha de estar disponible para ejecutarse sin demoras y poder anticiparse al daño potencial antes de que éste llegue a incidir sobre el organismo.

Por otro lado, para que la multiplicidad de información no sature y produzca un colapso en la limitada memoria activa u operativa del sistema cognitivo, éste tiene que poner en funcionamiento recursos auxiliares. La razón es que la priorización en el procesamiento de este tipo de información, dado su alto valor adaptativo, al indicar una situación de emergencia, puede interferir con el procesamiento de información concurrente neutra o no indicadora de peligro (por ejemplo, cuando tratamos de responder a las preguntas de un examen mientras pensamos en las consecuencias aversivas de suspender). Así, a las altas demandas de procesamiento en condiciones normales, en condiciones de amenaza se añade información prioritaria con un alto poder de absorción de recursos, debido al carácter emocional de dicha información. Esto constituye una sobrecarga en el sistema cognitivo, por lo que éste debe utilizar recursos compensatorios propios y además movilizar recursos de otros sistemas, como el conductual.

De esta manera, el sistema cognitivo contribuiría activamente a la adaptación a través de dos procesos. Primero, mediante la priorización del procesamiento de información externa y de la recuperación de información almacenada relevante a beneficios y peligros. Esto facilitaría la percepción de las demandas del entorno en relación con las propias necesidades, metas y recursos. Segundo, mediante la movilización de recursos compensatorios cognitivos y conductuales. Esto serviría no sólo para evitar la sobrecarga o interferencia interna en el propio sistema, sino también para dirigir la acción externa en el afrontamiento de las demandas.

Por último, el efecto de este doble fenómeno de priorización y compensación, se une al proceso de estrés, que hace que la reacción emocional se prolongue en una acción proactiva. Esto constituye el elemento de afrontamiento, destinado a adaptar a la persona a las demandas ambientales, satisfacerlas, reducirlas o anularlas.

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