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2.1. Aspectos expresivos

Charles Darwin, en su libro “La expresión de las emociones en los animales y en el hombre”, fue el primero en enfatizar la relevancia de los aspectos expresivos emocionales. Postuló que las emociones han evolucionado con funciones de adaptación definidas y son primarias para incrementar las posibilidades de supervivencia de las especies. Darwin supone que se han establecido vínculos asociativos entre la expresión y el estado interno, con lo cual en circunstancias en que un organismo experimente de nuevo ese estado interno también acontecerá la expresión, aunque puede que ésta ya no tenga utilidad al haber cambiado las condiciones del medio. La estrecha vinculación entre apariencia corporal, facial o vocal y estado interno le lleva a utilizar el término expresión.

Junto a la función de ayuda a la supervivencia, Darwin también enfatiza el papel de señalización de las expresiones emocionales, considerándolo como un lenguaje primitivo y universal para que los miembros de una determinada especie puedan comunicarse entre sí sus estados internos (por ejemplo, relaciones tempranas entre madre e hijo: el recién nacido manifiesta sus estados internos de bienestar o malestar a través de sus sonrisas y llantos. Todo ello sirve a la madre para proporcionar cuidados al niño de acuerdo con sus necesidades. De forma similar, las sonrisas de la madre son señales de aprobación que proporcionan información al niño de que su actividad es adecuada, mientras que las expresiones de ceño fruncido serían señales de desaprobación).

Darwin sugiere que la expresión abierta de una emoción por medio de signos externos la intensifica, mientras que la represión de todos los síntomas externos la debilita. No sólo se trata de asumir la correspondencia entre apariencia y estado interno sino de aceptar la posibilidad de que aquélla pueda modular éste, entrando, por tanto, en sugerencias de regulación afectiva.

La formulación de Darwin lleva a algunas predicciones importantes. En primer lugar, puesto que las emociones son productos de la filogenia, deberían estar presentes tanto en la especie humana como en otras infrahumanas. En segundo lugar, en la especie humana, el reconocimiento y la expresión de las emociones debería ser transcultural, pues estarían garantizados por nuestra carga genética. También, debería asumirse la existencia de un número discreto de emociones primarias, aquellas que tienen su referente expresivo y podrían establecerse predicciones sobre la necesidad, suficiencia o relación entre los aspectos expresivos y subjetivos de los estados emocionales.

2.1.1. Estudios transculturales sobre expresión y reconocimiento facial de emociones

El objetivo fundamental de este tipo de investigaciones ha sido recoger datos de expresión y/o reconocimiento facial de emociones en individuos pertenecientes a diversas etnias y comprobar si los componentes o elementos de la expresión y las destrezas de reconocimiento son equivalentes. En caso de ser así, podría argumentarse que el ambiente, el aprendizaje y la cultura tienen una influencia mínima sobre este tipo de destrezas, con lo cual se confirmaría, por un lado, la existencia de algunas emociones universales y, por otro, su determinación genética.

James A. Russell ha avanzado lo que denomina supuestos de universalidad mínima. Desde su punto de vista, en todos los humanos se dan ciertos movimientos musculares faciales en asociación con algunos estados psicológicos y con la experiencia aprendemos a inferir el estado psicológico de otra persona a partir de su movimiento facial. Además, de modo específico, la cultura occidental transmite un grupo de creencias según las cuales algunas acciones faciales son expresiones de tipos específicos de emoción.

2.1.2. Modulación de la intensidad afectiva a través de cambios en la apariencia facial

Los estudios realizados en torno a la llamada hipótesis de feedback facial han intentado obtener datos sobre la importancia de la configuración facial para explicar la cualidad y la intensidad de nuestra experiencia emocional. Aunque se relacionan los cambios faciales y sus supuestas eferencias con la experiencia emocional, unos autores han vinculado las configuraciones faciales con la experiencia subjetiva de emociones discretas, mientras otros lo han hecho con dimensiones afectivas de valencia y activación... no hay una única hipótesis de feedback facial.

Desde una perspectiva metodológica, el problema era idear estrategias de recogida de datos válidas para poner a prueba la hipótesis, pues nuestra experiencia cotidiana es muy ambigua. En la literatura aparecen fundamentalmente dos estrategias: la de simulación facial y la de inhibición/exageración de la apariencia facial. En la primera, se instruye a los participantes, sin que sean conscientes de ello, para que simulen expresiones faciales emocionales concretas; seguidamente se les presenta información de diverso contenido emocional mientras se registra su actividad fisiológica y, por último, se realizan evaluaciones de su experiencia emocional. En el segundo procedimiento, los participantes deben suprimir o exagerar sus expresiones faciales en presencia de estímulos emocionales como descargas eléctricas o películas de diferente contenido emocional.

Tourangeau y Ellsworth intentaron poner a prueba el supuesto de que el feedback de los músculos faciales es importante para la experiencia subjetiva de emoción utilizando la simulación. En concreto, contrastaron tres hipótesis que denominaron de necesidad, de suficiencia y de monotonicidad. Según la primera, si la expresión facial apropiada es necesaria para la experiencia subjetiva de emoción, no debería producirse ésta a no ser que el rostro muestre esa apariencia, incluso en la presencia de estímulos emocionales. De acuerdo con la segunda, si la adopción voluntaria de una expresión es suficiente para la experiencia de emoción, cuando responde el rostro debería seguirse la emoción, incluso en la ausencia de estímulos emocionales. La tercera postulaba una relación positiva y monotónica entre expresión facial y la experiencia emocional. Los autores interpretan que la pose facial determina la intensidad del estado afectivo.

La acumulación científica en este campo requiere una importante clarificación de las implicaciones de la hipótesis de feedback facial, así como un mayor rigor en la concreción de las predicciones que se desprenden de ella. Si somos capaces de conocer de modo más fino las condiciones bajo las que la apariencia facial afecta a los estados emocionales y sus concomitantes psicofisiológicos, así como los mecanismos que median esa influencia, la investigación continuada en torno a esta hipótesis puede ofrecernos información valiosa sobre las relaciones entre los tres sistemas de respuesta emocional y sobre algunos mecanismos de regulación afectiva.


LA EXPRESIÓN FACIAL DE LA EMOCIÓN

Charles Darwin afirmó que las emociones cubren una función de adaptación e incrementan las posibilidades de supervivencia de los mamíferos. Además, realzó su valor comunicativo y asumió una estrecha correspondencia entre expresión y estado interno.

Los estudios transculturales sobre reconocimiento y expresión emocional aportan datos valiosos sobre coincidencias étnicas en el significado que atribuimos a un número reducido de expresiones faciales, pero este consenso probablemente puede explicarse tanto argumentando a favor del carácter innato de estas destrezas como a favor de su aprendizaje temprano.

Los cambios en la expresión facial, en algunas circunstancias, pueden jugar un papel importante en la modulación de nuestros estados afectivos. Necesitamos avanzar en el conocimiento de los mecanismos que median esa influencia.


2.2. Cambios fisiológicos periféricos

William James decía que la emoción es la percepción de los cambios corporales que experimentamos. Sin embargo, nuestro sentido común entiende que los cambios corporales son consecuencia, no antecedente de nuestros sentimientos. James se pregunta si existen centros corticales específicos para explicar la experiencia emocional o si la median los mismos centros corticales que hacen posible los procesos sensoriales y motores, y concluye a favor de la segunda alternativa. Para él, la única diferencia entre los procesos sensoriales y los emocionales sería que en estos últimos se producen unos cambios corporales que no acontecen en los primeros y la corteza tiene información de ellos. La diferencia entre un objeto emocionalmente sentido y un objeto aprehendido viene dada porque en el primer caso, la corteza dispone de información sobre los cambios corporales ocasionados por el objeto, mientras que en el segundo no se producen. En esta formulación, por tanto, la emoción sentida sería consecuencia de la percepción de los cambios corporales que acontecen de modo casi reflejo ante ciertos estímulos o condiciones ambientales.

James, sin embargo, no aportó datos empíricos científicamente contrastados para avalar su teoría. Sólo utilizó la introspección, las anécdotas y las reflexiones ad hoc para apoyarla. Los investigadores posteriores tuvieron que reformular su teoría para hacerla contrastable empíricamente. A pesar de esta importante limitación, las suposiciones teóricas de James han sido enormemente productivas generando numerosas líneas de investigación.

2.2.1. Investigación sobre especifidad autonómico-visceral

En el planteamiento de James, las emociones surgen como consecuencia de la percepción de los cambios corporales que generan ciertos estímulos. Pero, puesto que las cualidades de lo que sentimos son variadas, los patrones de cambio corporal (y su percepción) también deberían serlo. Es decir, la constatación empírica de que existen diferentes patrones de cambio corporal, especialmente autonómico-viscerales, podría utilizarse para dar apoyo a su formulación teórica. En sentido estricto, no se habría comprobado empíricamente que no percibimos distintos patrones de cambio autonómico, pero obtener evidencia de su existencia ofrecería la posibilidad de encontrar en estudios adicionales, con otros procedimientos de investigación, información sobre su percepción.

Desde los años cuarenta, algunos investigadores han buscado patrones de cambio autonómico visceral que diferencien algunos estados emocionales. Ha sido a partir de los años ochenta, gracias a las aportaciones de Robert W. Levenson, cuando se han recogido datos sistemáticos y acumulativos de diferenciación. El objetivo de estas investigaciones es registrar numerosas variables psicofisiológicas mientras los participantes experimentan distintos estados emocionales.

Levenson y sus colegas se han ocupado de la diferenciación de patrones autonómico-viscerales (suelen registrar la tasa cardíaca, la temperatura de la mano izquierda y de la mano derecha, la resistencia de la piel y la tensión muscular del flexor del antebrazo) asociados a estados emocionales variados (sorpresa, asco, tristeza, ira, miedo y alegría) utilizando una tarea de acción facial dirigida y/u otra de recuerdo emocional para generarlos. Siguiendo el primer modo de inducción, los participantes deben realizar una pose facial que aparente alguna de las seis expresiones emocionales estudiadas, aunque nunca se les instruye específicamente para ello. En el segundo, se les dice que recuerden una experiencia en que sintieron cada una de las seis emociones.

En cuanto a los resultados, dentro de las emociones negativas, la ira, el miedo y la tristeza van asociadas a mayores aceleraciones en tasa cardíaca que el asco, y la ira produce mayores incrementos en temperatura del dedo que el miedo. Entre emociones negativas y positivas, la ira y el miedo producen una aceleración cardíaca superior a la alegría, y el miedo y el asco producen mayores incrementos en conductancia de la piel que la alegría.

2.2.2 Estudios sobre percepción autonómica

Tras el postulado fundamental de James, que establece que el estado emocional acontece como consecuencia de la percepción de los cambios corporales (aunque sin aportar ningún dato empírico), se han seguido diferentes estrategias para contrastar la suposición de James a través de distintas estrategias de recogida de datos, todos ellos con importantes limitaciones. Tras los intentos de varios investigadores, Whitehead, Drescher, Heiman y Blackwell desarrollaron una tarea de discriminación que proporcionaba un referente objetivo. Una vez que se dispuso de índices objetivos de auto-detección cardíaca, algunos investigadores intentaron relacionarlos con medidas de intensidad afectiva. Si el planteamiento de James era correcto, cabría esperar que los autodetectores cardíacos en tareas de discriminación como la anterior informasen sentir más intensidad afectiva ante estímulos molestos o agradables que los no autodetectores.

La obtención de referentes objetivos de auto-detección cardíaca, así como haber encontrado cierta relación entre esas medidas y la intensidad de vivencias afectivas, proporcionó cierto aliento a los investigadores de la aproximación psicofisiológica, lo que podría llevar a contraste empírico los postulados de James. Sin embargo, no se continuó con este tipo de investigación, por lo que, actualmente, pocos investigadores se ocupan de ella.


RESUMEN DE LOS ESTUDIOS SOBRE PERCEPCIÓN AUTONÓMICA

William James postuló que no existían centros cerebrales específicos para la emoción y que la diferencia entre percepción y emoción radica en que en la segunda la corteza tiene información respecto a los cambios corporales que la acompañan.

Las investigaciones de Robert Levenson, de modo acumulado, ponen de manifiesto la existencia de algunos patrones de cambio autonómico-viscerales asociados con diferentes estados emocionales. Se trata de patrones de cambio real, no percibido. Queda por explicar la utilidad y relevancia que tienen en el lanzamiento de la reacción emocional.

Disponemos de tareas de auto-detección cardíaca, metodológicamente robustas, que proporcionan índices objetivos de ejecución. Se ha encontrado cierta relación entre estas medidas y el informe de malestar ocasionado por la visualización de fotografías desagradables.


2.3. Interpretación cognitiva y valoración (appraisal)

Como consecuencia de las contundentes críticas de Cannon y de la influencia del conductismo, el planteamiento de James quedó postergado hasta que, en los años sesenta, Stanley Schachter lo reformula, iniciando lo que se ha dado en llamar la tradición bifactorial en el estudio de la emoción, la cual continúa postulando que los cambios fisiológicos periféricos son necesarios para que se produzca una emoción, pero, además, asume que son relevantes los procesos de etiquetado verbal, la construcción de significado sobre lo que está aconteciendo. De modo independiente, Magda Arnold y Richard Lazarus postulan que el antecedente inmediato de una emoción es el proceso de valoración (appraisal). En su opinión, la cadena de acontecimientos emocionales se iniciaría con la percepción de un acontecimiento, proseguiría con su valoración, continuaría con la vivencia emocional y, en esta última fase, estaría arropada por movilización fisiológica y, en muchos casos, por acciones motoras.

Aunque los teóricos bifactoriales y los teóricos del appraisal comparten la creencia de que las cogniciones son necesarias para explicar la emoción, sus investigaciones han progresado de modo independiente. Los primeros siempre se han considerado deudores de la formulación psicofisiológica y han continuado investigando sobre la naturaleza del aurosal fisiológico y su relevancia para explicar la intensidad de las vivencias afectivas. Sin embargo, los investigadores sobre el appraisal sí han estudiado detenidamente las valoraciones distintivas que configuran nuestras vivencias emocionales. Han avanzado una serie de dimensiones de valoración supuestamente distintivas de varios núcleos emocionales y han intentado obtener apoyo empírico al respecto.

2.3.1. Validación de los planteamientos bifactoriales

Schachter y Singer afirman que el arousal fisiológico, los cambios corporales periféricos, son necesarios para que se produzca una emoción, pero no son suficientes. Se requieren también procesos cognitivos que interpreten y rotulen verbalmente lo que está aconteciendo. Esta suposición reajusta de modo importante el planteamiento de James, pues además de incorporar los procesos cognitivos para explicar la cualidad afectiva, el arousal fisiológico se considera inespecífico y sólo se vincula causalmente con la intensidad afectiva.

La cualidad emocional está determinada por las cogniciones. Dos individuos en una misma situación pueden experimentar emociones distintas porque atribuyen un significado diferente a lo que está aconteciendo. El aprendizaje, la experiencia previa, los procesos de memoria o pensamiento, etc., pueden explicar esas diferencias. Es muy posible que al modificar la interpretación respecto a la situación cambie la cualidad de los sentimientos.

2.3.1.1. El estudio de Schachter y Singer de 1962

Estos investigadores no sólo incorporaron los procesos cognitivos en la explicación de la emoción sino que plantearon un modelo teórico susceptible de ponerse a prueba mediante experimentación.

Schachter y Singer establecen tres predicciones empíricas y desarrollan un procedimiento experimental para ponerlas a prueba:

  1. “Dado un estado de arousal fisiológico para el que un individuo no tiene una explicación inmediata, éste etiquetará dicho estado y describirá sus sentimientos en términos de las cogniciones que tiene disponibles”.
    • El arousal fisiológico es indiferenciado y por tanto son los mismos cambios corporales los que estarían presentes en todos los estados emocionales
    • Las cogniciones del momento, la interpretación que se hace lo que acontece, es lo que diferenciará cualitativamente la experiencia emocional
  2. “Dado un estado de arousal fisiológico para el que un individuo tiene una explicación completamente apropiada no surgirán necesidades de evaluación y no es común que el individuo etiquete esos sentimientos en términos de las cogniciones alternativas disponibles”.
    • Si ya se ha proporcionado significado a lo que acontece, no vamos a ocuparnos en interpretaciones adicionales o en buscar otras causas para ese arousal
  3. “Dadas las mismas circunstancias cognitivas, un individuo reaccionará emocionalmente o describirá sus sentimientos como emociones sólo en la medida en que experimente un estado de arousal fisiológico”.
    • Por tanto, los cambios corporales son necesarios para que se produzca una emoción; sin ellos no acontece ésta

En el experimento que publican en 1962 incluyen manipulaciones para poner a prueba estas predicciones:

  • Los participantes creen que están participando en un estudio que tiene como objetivo conocer los efectos de un complejo vitamínico para la visión. Sin embargo no se le administra el complejo vitamínico, sino que se crean dos condiciones de arousal fisiológico. Algunos participantes reciben epinefrina (sustancia que produce activación simpática), mientras a otros se administra una solución placebo que no la genera.
  • Se informa a algunos participantes que va a experimentar una serie de cambios corporales (palpitaciones, temblores, etc.), que son ocasionados por el fármaco, a otros no se les proporciona información al respecto y otros reciben información errónea respecto a los cambios corporales que van a sentir (entumecimiento, dolores de cabeza, picores, etc.).
  • Unos participantes pasan una situación de espera hasta que el fármaco haga efecto, en que se favorece la utilización de cogniciones de diversión-alegría para rotular lo que acontece y otros esperan en otra habitación en que se prima la interpretación de ira-enfado.
  • A pesar de que este estudio presenta importantes lagunas metodológicas y fue criticado por la comunidad científica, este experimento no se replica hasta veinticinco años después por sus aspectos novedosos de la formulación y sus predicciones.

2.3.1.2. El paradigma de transferencia de excitación

Fue desarrollado originalmente por Dolf Zillmann en el inicio de la década de los setenta y constituye una aplicación de los supuestos de Schachter a estados de arousal que ocurren secuencialmente. Se basa en el hecho de que el arousal fisiológico no termina bruscamente al cesar las condiciones generadoras sino que, a causa de los lentos procesos hormonales envueltos en el control de la activación simpática, la activación decae con relativa lentitud.

Ejemplo: Viajamos en un coche con la familia y de repente estamos a punto de chocar con otro vehículo. Como consecuencia, nos activamos a nivel fisiológico (pulso cardíaco, sudoración, respiración, etc.). Cuando pasa el peligro, la actividad fisiológica tiende a normalizarse, pero aún es elevada. En ese momento pensamos en nuestra familia y posiblemente sintamos más cariño y ternura de lo que manifestábamos antes del riesgo del accidente. Los que ocurre es que la intensidad de esos sentimientos se ve favorecida por la excitación fisiológica que arrastra desde el momento en que estuvimos en riesgo hasta que nos afloran los pensamientos subsiguientes.

2.3.1.3. El paradigma de feedback fisiológico falso

Stuart Valins inició investigaciones en las que intentó comprobar si la creencia de estar activado fisiológicamente, aunque realmente no se esté, puede ser suficiente para que se genere experiencia emocional. Desde su punto de vista, en algunas circunstancias no se necesitaría el arousal fisiológico real para que se desencadene una emoción, como postulaba Schachter, sino que la mera sugestión de que nos acontecen cambios corporales puede ser suficiente para experimentarla. Si esto fuese así, la emoción sería consecuencia meramente de cogniciones, no requiriéndose procesos fisiológicos.


CONCLUSIONES

Aunque fueron fundamentalmente los teóricos del appraisal los que se encargaron de avanzar modelos explicativos precisos para explicar emociones distintivas a partir de diferentes patrones de valoración, la tradición bifactorial puso de manifiesto la potencialidad de las cogniciones para explicar los matices emocionales.

También es importante destacar que estas investigaciones parecen apoyar la suposición de que la percepción del arousal no es especialmente precisa y más bien parece no ser específica. Especialmente los estudios sobre transferencia de excitación parecen apoyar este hecho.


2.3.2. Validación de dimensiones de valoración

Los teóricos del appraisal, que afirmaron que la emoción no se sigue directamente del cambio físico o corporal sino de la valoración, han realizado numerosas investigaciones para contrastar sus modelos teóricos. El objetivo de todas ellas es encontrar configuraciones de patrones de valoración específicos para los estados emocionales distintivos.

La mayoría de los teóricos coinciden en que el proceso de valoración informa si el objeto o situación en que nos encontramos nos afecta personalmente y cómo lo hace. El proceso de valoración, que está continuamente activo, nos informaría respecto a la relevancia que tiene lo que está aconteciendo para ese entramado de metas e intereses y de la manera precisa en que los afecta. El estado afectivo sería consecuencia de la valoración que, en términos de Lazarus, sería un proceso que media entre las demandas, limitaciones y recursos del ambiente, de un lado, y la jerarquía de objetivos y las creencias personales del individuo, de otro.

Los teóricos e investigadores suelen hacer referencia a criterios o dimensiones de valoración. De esa manera, quieren poner de manifiesto que el proceso suele ocuparse de distintos aspectos de la situación, dependiendo de las peculiaridades de ésta. Al tratarse de un proceso que, por defecto, siempre está activo, las valoraciones siempre están sujetas a revisión, los acontecimientos pueden volver a valorarse conforme van desplegándose. Ello implica que nuestros estados emocionales también están en continuo flujo.

El problema metodológico fundamental de las investigaciones sobre el proceso de appraisal es la obtención de datos válidos de dicho proceso. La expresión facial y el cambio corporal se pueden observar empíricamente. Sin embargo, actualmente no podemos observar directamente la valoración como antecedente del estado emocional de un individuo. Lo que ocurre es que la información que nos proporciona una persona sobre sus valoraciones siempre es retrospectiva y, por tanto, no tenemos garantías de que realmente se refiera al proceso que lanza la emoción o al conocimiento cultural sobre las emociones que todos aprendemos desde pequeños.

2.3.2.1. Estrategias de investigación

Describimos diferentes procedimientos de recogida de datos asumiendo que ninguno de ellos es enteramente satisfactorio para establecer una diferenciación entre el proceso de valoración y su conocimiento cultural. Cuando se distancia temporalmente la experiencia emocional del informe verbal sobre ella, existen más posibilidades de que accedamos al conocimiento emocional y no al proceso desencadenante. Lo mismo puede afirmarse si, en vez de proporcionar información sobre vivencias reales, lo hacemos sobre descripciones de situaciones no autobiográficas.

Se presenta a los participantes una lista más o menos extensa de nombres de términos afectivos o de emociones, para que los evalúen en cuanto a la presencia o ausencia de un criterio o componente de valoración particular.

El objetivo es utilizar los juicios de los participantes para realizar un análisis semántico de los términos emocionales.

Otros autores han usado otro procedimiento que requiere la elaboración de historietas sobre escenarios o situaciones en que se hacen variar sistemáticamente los criterios o dimensiones de valoración que quieren estudiarse. Una vez elaboradas las descripciones, éstas se presentan a los participantes para que las imaginen e indiquen la emoción que sentirían si la viviesen. Así, los participantes proporcionan respuestas imaginadas a simulaciones emocionales.

En otros estudios, el investigador recopila una serie de descripciones de situaciones emocionales experimentadas en la realidad por una muestra inicial de participantes. Después, otro grupo diferente lee esas descripciones y emite juicios sobre el modo en que diferentes dimensiones o criterios de valoración están presentes en cada situación así como la emoción que se genera en ellas. Se recoge información, por tanto, respecto al modo en que los participantes creen que están presentes las valoraciones en situaciones emocionales que no han vivido realmente.

En otro de los procedimientos utilizados, los participantes recuerdan situaciones emocionales intensas que les hayan acontecido y emiten juicios sobre los criterios o dimensiones de valoración que creen que estaban presentes en su activación. Al tratase de juicios sobre valoraciones relacionadas con vivencias reales de los participantes, posiblemente la información esté más cercana a los desencadenantes, pero siempre caben lagunas en el recuerdo y no puede descartarse el uso del conocimiento cultural al emitirlos.

También se ha intentado en algunos estudios que los participantes emitan juicios sobre las valoraciones presentes en situaciones emocionales en el momento en que las estaban viviendo. Mientras sienten la emoción, enjuician tanto su estado emocional como los criterios o dimensiones de valoración que lo hacen posible.

2.3.2.2. Ilustración de recogida de datos sobre el modelo de Lazarus

Lazarus identifica quince emociones diferentes:

  • Negativas: ira, susto, ansiedad, culpa, vergüenza, tristeza, envidia, celos, repugnancia
  • Positivas: alegría, orgullo, alivio, amor
  • Valencia equívoca: esperanza, compasión

Cada una resultaría de procesos de valoración distintivos e iría vinculada a una tendencia de acción. Asume que en términos molares, cada una tiene un significado global distintivo y que las configurarían diferentes valoraciones moleculares. Entre estas últimas, tres serían primarias, es decir, detectarían el modo en que la situación afecta al bienestar de un individuo, y otras tres serían secundarias, y por tanto informarían respecto al modo de encarar los acontecimientos.

Resumen de los elementos de valoración contemplados por Lazarus en su teoría sobre las emociones:

  • Significado molar
  • Dimensiones moleculares
    • Valoración primaria:
      • Relevancia vs irrelevancia
      • Congruencia vs incongruencia
      • Modo de implicación del ego:
        • Autoestima
        • Estima social
        • Valores morales
        • Ideales
        • Creencias sobre el mundo
        • Bienestar de los demás
    • Valoración secundaria:
      • Atribución causal
      • Potencial de afrontamiento
      • Expectativas futuras
  • Tendencia de acción

Por ejemplo, en relación con la ansiedad. La ansiedad siempre supone enfrentarse a una incertidumbre, una amenaza existencial. La tendencia de acción habitual es la evitación o el escape de la amenaza, aunque habitualmente no puede huirse de las fuentes de peligro por estar en la propia vida. En términos de valoraciones primarias supone relevancia, incongruencia e implicación del ego intentando sostener creencias o convicciones. Las valoraciones secundarias no son relevantes pues la incertidumbre aflora por todos los costados.

Smith y Lazarus realizaron una investigación para poner en práctica el procedimiento de demanda de respuestas imaginadas ante simulaciones emocionales. Los participantes leían una serie de narraciones en las que de modo progresivo se iban incorporando distintas valoraciones. Su tarea consistía en indicar a lo largo de la sesión la emoción que sentirían de vivir realmente lo que se les describía.


RESUMEN DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE VALORACIÓN

La suposición de que los procesos cognitivos determinan la cualidad de lo que sentimos proporcionó una explicación sobre la gran variabilidad individual en la construcción emocional. La inclusión de los procesos cognitivos permitió incorporar el aprendizaje y la experiencia como determinantes de la emoción.

Probablemente la teoría bifactorial de Schachter es más valiosa que el experimento que realiza junto a Singer para validarla. La teoría puede explicar bien lo que acontece en múltiples situaciones cotidianas. Sin embargo, su experimento fue metodológicamente deficiente.

Las investigaciones realizadas en torno al paradigma de transferencia de excitación parecen apoyar el supuesto de no especificidad del arousal fisiológico.

Los estudios sobre feedback fisiológico falso ponen de manifiesto la necesidad de diferenciar entre arousal real y percibido. No siempre hay coincidencia entre ambos.

No existe una teoría única sobre el appraisal, pero van obteniéndose resultados acumulativos sobre las dimensiones de valoración más relevantes para explicar los distintos estados emocionales que sentimos.

Es difícil desarrollar procedimientos de investigación que proporcionen datos inequívocos sobre el proceso de valoración como antecedente directo de la emoción. En muchos casos, aportan información sobre conocimiento emocional.

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