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En los estudios de historia de psicología se señala habitualmente el enfrentamiento que Wundt mantiene en 1907 con la Escuela de Wuzburgo, una nueva tendencia de investigación en la época que estaba integrada por autores como Karl Marbe (1869-1953) o Karl Bühler (1879-1963), o con el que fue uno de los discípulos favoritos de Wundt: Oscar Külpe (1862-1915) (sobre las relaciones entre ambos, ver Ash, 1980). Sin duda, la crítica explícita de Wundt tenía que ver con los límites que debían asumirse en la investigación experimental. Los psicólogos de Wuzburgo empleaban preguntas abiertas y complejas con sus sujetos y pretendían estudiar el proceso mental por el que se resolvían; esto es, aspiraban a estudiar los fenómenos y actividades mentales complejos en sí mismos. Los autores de Wuzburgo creyeron confirmar experimentalmente, entre otras cuestiones, la existencia de la intencionalidad –la direccionalidad del pensamiento hacia un objeto o contenido concreto– y, sobre todo, la de un tipo específico de pensamiento que denominaron “sin imágenes”.

En las fechas en que se produce la polémica, Wundt utilizaba un escrupuloso protocolo científico y creía que el método experimental sólo podía utilizarse para procesos o contenidos psicológicos muy sencillos, discretos, concretos y delimitados.

Por este mismo motivo, consideraba que era imposible atender al mismo tiempo a preguntas complejas y al proceso mental por el que se contestaban. Muy al contrario, la escuela de Wuzburgo daba validez a los amplios autoinformes que los sujetos ofrecían sobre su forma de resolver la tarea, información que además recogían de forma retrospectiva cuando la prueba había finalizado. Esto era inaceptable para Wundt, dado que la condición “inmediata” del estudio experimental de la mente exigía que los resultados sobre los contenidos básicos de conciencia se recogieran en el mismo momento de resolver la prueba y sin tiempo para que el sujeto experimental pudiera reflexionar sobre ellos (Wundt, 1907; Bühler, 1908).

Aunque el desacuerdo metodológico entre Wundt y la escuela de Wuzburgo parece claro, más difícil es intuir su verdadero transfondo e implicaciones teóricas (véase Kusch, 1999). Tomemos como referencia la cuestión del “pensamiento sin imágenes”, hallazgo especialmente polémico para muchas perspectivas psicológicas de la época. Para algunas de ellas, tal fenómeno no podía ser considerado en propiedad un proceso psicológico porque cualquier aspecto carente de contenido mental debía ser remitido a dinámicas fisiológicas (Lehaey, 2005). Por su parte, como ya sabemos, desde la publicación de sus Fundamentos de Psicología fisiológica en 1874, Wundt consideraba que el ámbito de los fenómenos mentales tenía su propia legalidad, diferente e independiente de la fisiológica o la lógica. Sin embargo, su crítica a Wuzburgo no tenía que ver tanto con que el pensamiento sin imágenes y otros procesos mentales superiores debieran relegarse al ámbito de lo fisiológico como, recordemos, con el hecho de que no podían ser objeto de la metodología experimental tal y como él la entendía.

El planteamiento de Wundt se explica, en último término, por la propia evolución de su sistema psicológico. Si bien desde 1874 éste siempre reclamó una legalidad específica para lo mental, progresivamente asumió y dio mayor importancia a actividades psicológicas inaccesibles a la experiencia de conciencia inmediata.

Wundt parecía aceptar ahora, por tanto, la existencia de importantes dinámicas mentales inconscientes, si bien no en los términos fisiológicos y lógicos que había mantenido en Heidelberg. En definitiva, todos los procesos mentales seguían explicándose en términos estrictamente psicológicos pero algunos de ellos, los más complejos, no podían ser auto-observados en la conciencia del sujeto individual.

Ahora bien, el problema teórico de fondo que implicaba asumir un “pensamiento sin imágenes” o cualquier otra actividad psicológica inconsciente es que podía recordar demasiado al alma sobrenatural defendida por las filosofías sustancialistas y la perspectiva aristotélico-tomista o, incluso, al Yo transcendental del propio Kant. Este tipo de entidades implicaba la posibilidad de un acto puro del alma, la existencia de una forma del pensamiento independiente de experiencias y contenidos materiales que lo constituyeran. Esto era inaceptable para Wundt que, desde los tiempos de Heidelberg, había descartado la idea de alma como sustento inalterable de la experiencia y defendía, en su lugar, la tesis del actualismo. Según ésta, todo fenómeno psíquico se generaba y concretaba a cada momento y en función de contenidos específicos. Como ya hemos comentado, para el maestro de Leipzig la mente estaba formada por sensaciones y sentimientos que se conectaban instantáneamente, en el aquí y ahora, como formaciones y síntesis superiores.

Con todo, la posición de Wundt, alejada del empirismo y el asociacionismo británico, no suponía atomismos o fisura alguna en la síntesis superior y la continuidad temporal de la experiencia mental. En realidad, compartía la idea de una conciencia dinámica tal y como sugerían los propios planteamientos de los investigadores de Wuzburgo. Como éstos, el maestro de Leipzig no deja de ser un intelectual kantiano y difícilmente podía renunciar a la idea de un proceso mental continuado, del acontecer del pensamiento en el tiempo y de una conciencia propositiva u orientada a fines, perspectiva que compartían también autores como William James, Franz Brentano o Henri Bergson. Por eso, como hemos visto, conceptos teóricos como volición, apercepción o causalidad teleológica, estando presentes en el primer planteamiento de su sistema psicológico, fueron madurando y cobrarán protagonismo con el paso del tiempo. Esta transformación es ya muy evidente en la quinta edición de los Fundamentos de Psicología Fisiológica publicada en 1902-1903, precisamente en los años de su polémica con Wuzburgo y su abierta impugnación del experimentalismo como método adecuado para analizar los procesos superiores.

En realidad, desde los tiempos de Heidelberg, Wundt sospechaba que la actividad psicológica superior estaba ligada a los complejos procesos histórico-sociales en los que se veía envuelto el ser humano. Pero todavía no descartaba utilizar el método experimental como un medio pertinente para analizar tales actividades (Van Hoorn y Verhave, 1980). Con el tiempo, profundizó en la idea de que éstas estaban inevitablemente impregnadas por la naturaleza cultural e intersubjetiva de la condición humana, aspectos intricados y previos a la emergencia de la conciencia individual que no podían desentrañarse por medio de la mera auto-observación experimental.

Debido a ello, ya en la última década del siglo XIX, Wundt se había embarcado en la reformulación de dos niveles cualitativamente diferentes –y, consecuentemente, con dos metodologías– a la hora de clasificar los procesos mentales y las posibilidades de su estudio: la psicología experimental y la Völkerpsychologie [Psicología de los Pueblos] (Greenwood, 2003, Wong, 2009).

Las dos psicologías de Wundt
Objeto de estudio Metodología Disciplina
Formaciones psíquicas complejas: actividades y productos psíquicos o espirituales Pensamiento
Lenguaje
Afecto
Volición
Apercepción
Histórico-comparada (análisis de lenguaje, mitos y costumbres) Völkerpsychologie
(Psicología colectivo-
cultural)
Formaciones psíquicas simples: contenidos psicológicos Recuerdos
Imágenes mentales
Atención
Parcialmente experimental Völkerpsychologie y psicología experimental
Elementos psíquicos: contenidos psicológicos Percepción
Sensación
Sentimiento
Experimental (introspección) Psicología experimental (Psicología individual)
Bases y procesos fisiológicos Sistema nervioso Experimental Fisiología

Sin duda, en el planteamiento maduro de Wundt resuena una clara sensibilidad postkantiana. Por un lado, aún matizado por su perspectiva actualista, supone una profundización en las limitaciones analíticas señaladas por Kant a propósito del Yo transcendental; esto es, en la idea de que el aparato psíquico, responsable y soporte último de la actividad mental humana, no puede tomarse a sí mismo como objeto de estudio (Leahey, 2005). Por otro lado, la Völkerpsychologie está emparentada con el pensamiento hegeliano y la idea de Geist [espíritu], uno de los muchos puntos de contacto entre la nueva psicología científica y el idealismo alemán (Leary, 1980).

Como en el planteamiento de Hegel, Wundt considera que la naturaleza del espíritu o la actividad humana implica una condición genérica y universal compartida por toda la especie, si bien toma formas diferentes en las diversas etapas históricas y en los distintos pueblos. Wundt, en cualquier caso, no quería renunciar a un estudio científico de este principio colectivo. No podía aceptarlo como una mente de grupo supraindividual, descarnada e independiente de los individuos. Por eso lo dotó de una naturaleza psicológica –materializado en procesos de conciencia transportados por sujetos concretos de carne y hueso– y lo convirtió en objeto de la Völkerpsychologie (Jahoda, 1995).

Este planteamiento es crucial para el sistema wundtiano –y aún para la psicología actual– porque supone el intento de abrir una nueva vía metodológica, alternativa a la experimental y auto-observacional, para analizar con el mismo rigor científico los procesos psicológicos superiores. Veamos ahora las raíces históricas y fundamentos teóricos de esta segunda propuesta.

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