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En 1874 Wundt publica la primera edición su famoso tratado conocido con el título de Fundamentos de Psicología Fisiológica (Wundt, 1873-1874). En buena medida, se trata de una recopilación de los conocimientos psicológicos de la época que en años sucesivos verá seis reediciones –en 1880, 1887, 1893, 1902-1903 y 1908-1911– con modificaciones relevantes en todos los casos. Sea como fuere, puede afirmarse que, desde la primera edición, las directrices básicas de su sistema psicológico y su modelo fundamental de la mente están completamente establecidos.

Eso sí, como también ocurrirá más adelante con su monumental Völkerpsychologie [Psicología de los pueblos], tal modelo se popularizará en el ámbito internacional gracias a una obra mucho más resumida y compacta: el Compendio de Psicología (Wundt, 1896/1898). Éste fue también el primer texto que recogió su importante teoría de los sentimientos y llegó a ver diez ediciones.

En el nivel más general de su sistema, Wundt plantea que la experiencia vital es ontológicamente una e indivisible pero que, desde el punto de vista metodológico, puede abordarse desde dos aproximaciones complementarias: la fisiológica y la psicológica. La primera de ellas se define desde un punto de vista externo y “mediato”: remite a los objetos del mundo que podemos conocer a través de nuestra mente y los sentidos (una suerte de conocimiento “hacia fuera”). La segunda aproximación está relacionada con una dimensión interna e “inmediata”: hace referencia al conocimiento de nuestros procesos mentales, a la posibilidad de que el individuo observe su propia mente sin tiempo para reflexionar o realizar abstracciones sobre lo que allí está sucediendo (una suerte de conocimiento “hacia dentro”). En definitiva, la vía mediata toma por objeto de conocimiento la realidad externa y, la vía inmediata, al sujeto cognoscente.

Desde el punto de vista teórico, para Wundt la psicología fisiológica se ubicaría en la frontera entre ambas dimensiones, la interna y la externa, conectándolas. La idea fundamental era que debía trabajarse con los métodos experimentales propios de la fisiología –garantes de la objetividad– para analizar el objeto propio de la psicología –la experiencia inmediata. Pero esto también suponía poner en crisis el principio de inferencia inconsciente y el supuesto de que las sensaciones básicas eran inaccesibles al análisis subjetivo. Muy al contrario, en este momento Wundt piensa que todo proceso mental, incluyendo tales sensaciones, acontecen en el plano de la conciencia y, ahora sí, el sujeto puede, hasta cierto punto, detenerse y trabajar con ellos. Como también proponía Kant en su Antropología Pragmática, la conciencia se entiende como un amplio campo de contenidos potencialmente perceptibles. Según el momento y la percepción concreta, algunos de esos contenidos eran iluminados, destacados o fijados en el foco atencional del sujeto en detrimento de otros que quedaban en la penumbra de la conciencia.

De la misma manera, la conciencia obedece ahora a leyes y principios exclusivamente psicológicos, a un orden autónomo, independiente e irreductible a niveles lógicos o fisiológicos, básicos y subyacentes, como los supuestos por la “inferencia inconsciente” en la etapa de Heidelberg. Los procesos fisiológicos son, de hecho, los únicos que en este momento serán considerados propiamente “inconscientes” o, más bien, “no conscientes” –imposibles de visibilizar en el plano de la conciencia– en tanto que procesos puramente orgánicos: no podemos ver y, por tanto, informar de forma directa o inmediata de nuestro propio funcionamiento neuronal como tampoco podemos hacerlo, por ejemplo, del funcionamiento de nuestro aparato respiratorio.

En cierto sentido, Wundt regresaba ahora al paralelismo psicofísico propuesto por Fechner que tanto había criticado en su primeros años en Heidelberg. Lo psicológico y lo fisiológico remitían a la misma experiencia o fenómeno vital, actuaban paralelamente y al mismo tiempo, si bien cada uno de ellos obedecía a legalidades diferentes y podía observarse desde dos puntos de vista. Siendo así, la psicología debía de ocuparse sobre todo del acceso inmediato a la experiencia, es decir, preocuparse por las vivencias mentales del sujeto. Estas consistirían en un encadenamiento jerárquico y progresivo de procesos psíquicos en desarrollo, desde las sensaciones y sentimientos más básicos hasta las ideas y afectos más complejos, que se interrelacionarían entre sí según diversas leyes psicológicas: se trataría, entonces, de una formulación alternativa a las leyes lógicas que había propuesto en la etapa de Heidelberg.

Resumimos básicamente la estructura y dinámica mental propuesta por Wundt, en su momento de mayor madurez: en el nivel más bajo de la estructura psíquica propuesta por Wundt aparecen los elementos simples. Estos eran las sensaciones, derivadas de la estimulación de los sentidos, producida por el mundo externo u objetivo, y los sentimientos, emergentes en el espacio subjetivo y base de la experiencia interna. Wundt suponía que ambos elementos podían estimarse tanto desde el punto de vista cuantitativo –o relativo a su intensidad– como cualitativo –o definido por su naturaleza–. Especialmente relevante es su teoría tridimensional del sentimiento, un análisis cualitativo que permitiría representar un sentimiento en un espacio tridimensional configurado por tres ejes: uno correspondiente a la dimensión de agrado-desagrado, otro a la condición fisiológica de excitación-calma y el tercero a la condición psicológica de tensión-relajación voluntarias. El modelo fue tan influyente como controvertido, dado que los resultados experimentales que debían respaldarlo no fueron concluyentes.

En otro nivel del aparato psíquico se producía la síntesis de estos elementos básicos dando lugar a las “formaciones psíquicas”. Estas eran las representaciones o ideas, compuestas principalmente de sensaciones y divididas, a su vez, en intensivas, espaciales y temporales; y los afectos, compuestos principalmente de sentimientos y divididos, a su vez, en impulsos, emociones y procesos volitivos. Las formaciones no eran fenómenos de conciencia discretos y estáticos sino que mostraban, precisamente, la transformación, el fluir y la unidad de la conciencia. Para Wundt, la actividad mental era dinámica y se generaba y variaba en el devenir y acontecer temporal.

Por último, la conexión y combinación de estas formaciones en un nivel superior, suponiendo algo más que la suma de sus partes o elementos constituyentes, obedecían a tres principios de causalidad psíquica de los que, a su vez, se derivaban tres leyes generales del desarrollo psíquico. El primero de los tres principios era el de “las resultantes” o “la síntesis creadora”, según el cual un contenido es cualitativamente superior a la suma de los atributos de sus elementos componentes. El segundo era el de “las relaciones psíquicas”, según el cual el significado de un contenido depende de sus relaciones con el resto. Por último, el tercer principio era el de “los contrastes”, según el cual la oposición de contenidos los refuerza mutuamente.

Por otra parte, las leyes eran la del “crecimiento mental” (integración progresiva desde las formas simples a las elaboradas), la de “la heterogeneidad de los fines” (se generan nuevos fines a partir de los perseguidos o alcanzados) y “la del desarrollo hacia los antagonistas” (los fenómenos mentales e, incluso, histórico-culturales oscilan entre alternativas contrarias a lo largo del tiempo).

Al margen de las leyes específicas, hay dos aspectos cruciales en el sistema mental de Wundt asociados a la causalidad psíquica. Por un lado, ésta era un tipo de causalidad diferente a la del mundo físico, ya que tenía un carácter teleológico; es decir, estaba dirigida a fines o metas independientemente de determinantes fisiológicos y respuestas meramente reactivas a condiciones ambientales (Wundt, 1984). Así como en los casos de James y de Brentano, el sistema de Wundt es voluntarista y supone que la conciencia y los procesos mentales humanos siempre están orientados intencionalmente, tienden hacia algo. En todo caso, hay que tener claro que el voluntarismo de Wundt no comprendía sólo la elección racional y reflexiva sino que sustentaba toda forma de deseo, tendencia o motivación inherente a la condición humana (Danziger, 1980a).

Por otro lado, la causalidad psíquica relacionaba y conectaba las formaciones y conformaba, finalmente, la síntesis y la experiencia plena de conciencia. Tal síntesis y experiencia superior era denominada por Wundt “apercepción”. En realidad, se trataba de un término retomado de la psicología de Herbart –y, más atrás en el tiempo, de la filosofía de Leibniz– para remarcar el carácter unificado, focalizado y creativo de la actividad y la experiencia mental (Danziger, 1980b). Conviene precisar que la apercepción era algo más que la mera atención –el proceso de orientación por el que un contenido concreto del mundo entraba y aparecía en el foco atencional– ya que implicaba la voluntad activa del sujeto para elegir entre contenidos mentales y componer síntesis superiores. De la misma manera, Wundt reconocía la existencia de un segundo tipo de “apercepción” capaz de componer síntesis de manera pasiva y meramente asociativa. Pero era la primera la que atribuía en exclusiva a los procesos mentales superiores, intencionales y propios del ser humano.

Por último, como muestra el gráfico 1, en el nivel más externo y superior del sistema cabía colocar los productos psíquicos o espirituales. Sobre ellos volveremos cuando hablemos de la Völkerpsychologie. Baste aquí señalar que, junto a la apercepción y los aspectos voluntaristas del sistema wundtiano, tales productos fueron ganando protagonismo a través de las sucesivas ediciones de los Fundamentos de Psicología Fisiológica. Independientemente de ello, desde la primera edición de 1874, Wundt exhibía ya una inquietud propiamente psicológica y desterraba totalmente las tendencias más asociacionistas y fisiologicistas de la etapa de Heidelberg.

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