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A partir de las investigaciones realizadas sobre este tema, cabe esperar que una visión positiva del propio envejecimiento, que no sea congruente con el contenido del estereotipo de persona mayor (dependiente, lento, triste o con falta de memoria), debería tener implicaciones positivas sobre la salud de las personas. Precisamente, ésta era la hipótesis que mantenían Levy y sus colaboradores (2002). Para ponerla a prueba, estos autores analizaron un estudio poblacional realizado en EEUU en 1975 sobre 660 personas, con edades comprendidas entre los 50 y los 94 años. Como medida de percepción de buen envejecimiento, y contraria al estereotipo de los mayores, emplearon cinco ítems de la escala de Satisfacción con la Vida (Philadelphia Ceriatric Center Moral Scale: PCCMS; Lawton, 1975), que ya habían sido utilizados en otras investigaciones (Liang y Bollen, 1983).

Los autores indican que esta medida de percepción de envejecimiento (tabla 7.3) proporciona una definición del estereotipo del mayor, y que estas auto-definiciones se han interiorizado desde la infancia a lo largo de todo el ciclo vital (Levy y Banaji, 2002).

Tabla 7.3. Adaptación de los cinco ítems del Philadelphia Geriatric Center Moral Scale empleados por Levy et al. (2002) para la predicción de longevidad

1 A medida que me voy haciendo mayor las cosas se ponen peor para mí No
2 Tengo tanta energía como el año pasado No
3 Siento que según me voy haciendo mayor soy menos útil No
4 Ahora soy tan feliz como cuando era joven No
5 Según me voy haciendo mayor las cosas son para mí Mejor Igual o Peor
El procedimiento para el cómputo de la suma del total depende del sentido del ítem. Para el primer y tercer ítem, se debe asignar 1 a las respuestas negativas (No) y 0 a las respuestas positivas (Sí). Para el segundo y cuarto ítems, se debe asignar 1 a las respuestas afirmativas (Sí) y 0 a las negativas (No). En cuanto al quinto ítem, se debe asignar 1 para «Mejor» y 0 para las respuestas «Igual» y «Peor».

El aspecto más innovador de esta investigación fue que relacionaron la medida de la esca la de satisfacción con la vida del estudio original, realizado 22 años antes, con las defunciones de esas personas a lo largo de los años, dato que fue obtenido a partir de los censos de población de cada año. De esta forma, se comprobó que las personas con percepciones más positivas de su propio envejecimiento tenían una longevidad media superior a aquellas con percepciones más negativas de esa etapa de su vida. Concretamente, aquellos individuos que rechazaban más los estereotipos relativos al envejecimiento tenían una esperanza de vida media de 7.5 años más que aquellos otros con percepciones más negativas. Pero el resultado más importante de esta investigación es que este hecho se producía independientemente del género, etnia, nivel educativo, estatus socio-económico, sensación de soledad o estado de salud funcional; es decir, de otros indicadores que también afectan a la salud.

Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión de que el principal efecto en los resultados encontrados por Levy y sus colaboradores (2002) se debe al proceso de auto-estereotipia y a conductas asociadas al mismo, y su relación con la protección de la salud y con una mayor autoestima. Además, hay que tener en cuenta que las personas mayores sufren en su entorno un proceso de discriminación por la edad.

Considerando los efectos de estos dos procesos -autoestima y discriminación-, se pueden establecer dos líneas de actuación distintas para promover una mayor esperanza de vida en los mayores. Por un lado, fomentar el rechazo de los estereotipos negativos relativos al envejecimiento, ya que pueden disminuir la esperanza de vida. Por otro, promover una mejor autopercepción del envejecimiento, puesto que se ha comprobado que guarda una relación directa con la longevidad de las personas.

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