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Las disciplinas científicas se configuran a lo largo de la historia. Son el resultado de complejas interacciones de un conjunto de factores sociales, económicos y científicos.

La forma de pensar actualmente sobre la percepción humana, al igual que sobre otros aspectos de la psicología o de la vida, es el resultado de unas formas de pensar sobre la ciencia y sobre la psicología en particular, que han tenido lugar a lo largo de siglos.

La investigación científica de la percepción en psicología depende en sus orígenes de la reflexión filosófica previa y de los avances científicos en otras disciplinas relacionadas con la psicología. En la segunda mitad del siglo XIX se configura la concepción científica clásica de la investigación de la percepción.

Las primeras teorías científicas de la percepción no se formularon a partir de la nada, sino que estuvieron influidas por teorías previas basadas en el sentido común o en la reflexión filosófica. Para la filosofía, el estudio de la percepción formaba parte de la teoría del conocimiento que se interesaba por justificar su validez. La reflexión filosófica moderna tendió a polarizarse en torno a dos posturas contrapuestas: el racionalismo y el empirismo.

Para el racionalismo, los sentidos no eran una fuente fiable de conocimiento. No es que nos engañen siempre, pero nos pueden engañar y, por tanto, no pueden ser el fundamento último de un conocimiento cierto. El racionalismo estaba convencido de que el conocimiento indudable y cierto era posible, y creyó encontrar el fundamento de la certeza en la razón, no en los sentidos. Descartes, uno de los principales teóricos del racionalismo, pensaba que, en el proceso de intentar fundamentar el conocimiento, se podía dudar de todo menos del hecho de pensar: Cógito ergo sum, que significa: pienso, luego existo. Descartes encontró el fundamento de toda certeza, comenzando por la certeza de la propia existencia. El pensamiento y el razonamiento nos proporcionan un conocimiento más fiable que el conocimiento proporcionado por los sentidos. Para él, la mente humana está dotada de ideas innatas, que no dependen de la experiencia sensorial, y que constituyen el fundamento de nuestras certezas más fundamentales.

Lo que tiene importancia para nosotros es que el racionalismo concede una importancia fundamental, a la hora de explicar la naturaleza de nuestro conocimiento, por un lado a los procesos de pensamiento y, por otro, a factores innatos.

El empirismo representó en la discusión filosófica la postura opuesta al racionalismo. Los empiristas nunca estuvieron convencidos de que el conocimiento cierto fuera posible. Se interesaron más por determinar cómo era nuestro conocimiento y valorar después el grado de certeza que podía ofrecer. El punto de partida que adoptaron los empiristas afirmaba que, todo conocimiento empieza por los sentidos.

No existen ideas innatas, como defendían los racionalistas, sino que todo conocimiento procede de la experiencia y la experiencia es inicialmente sensorial. Locke pensaba que los elementos constitutivos de la mente eran las ideas que, a su vez, podían tener su origen bien en las sensaciones proporcionadas por los sentidos o en la reflexión, que fue un término utilizado por Locke para referirse al conocimiento que la mente tiene de sus propias operaciones. Los escritos que ejercieron una profunda influencia fue de Hume, quien utilizó el término impresión para referirse a los datos sensoriales y perceptivos y reservó el término idea para referirse a las “débiles copias” de esas impresiones que mantenemos en la memoria y en la imaginación. Se elaboró la idea de que las sensaciones eran los elementos irreductibles del conocimiento y que el conocimiento complejo era el resultado de la asociación de diferentes sensaciones simples.

Charles Bell y François Magendie demostraron que las funciones sensoriales estaban mediadas por un conjunto de nervios que eran diferentes de los que mediaban las funciones motoras. Müller formuló la doctrina de la energía específica de los nervios según la cual cada sensación estaba determinada por la actividad específica de los nervios sensoriales que le servían de medio de transmisión, independientemente de cuál fuera el estímulo que causara esa actividad. Tras ese esfuerzo dio origen a la psicofísica. Weber estaba interesado en estudiar si los nervios que responden al estado de nuestros músculos, también contribuyen a nuestro sentido del tacto cuando tratamos de juzgar el peso de los objetos. Éste introdujo el concepto de diferencia apenas perceptible y comprobó que no se trataba de una cantidad absoluta sino que se aproximaba a una razón constante del peso que se estaba juzgando. Fechner publicó sus Elementos de Psicofísica, libro fundamental en la historia de la psicología de la percepción y psicología experimental en general. Los métodos para construir escalas de las sensaciones y los resultados principales, representados por la Ley de Fechner, forman parte del patrimonio de la psicofísica actual.

El concepto de percepción tardó más en acuñarse que el de sensación. Reid uno de los teóricos más influyentes a la hora de establecer una distinción entre sensación y percepción, descontento con el excesivo énfasis en el valor de las sensaciones que adoptaba el empirismo inglés, pensaba que una teoría del conocimiento basada exclusivamente en sensaciones estaba abocada al escepticismo respecto del valor real de nuestros conocimientos. Era un realista filosófico y quería establecer el valor real y objetivo del conocimiento sobre sólidas bases filosóficas. Consideraba fundamental de distinción entre sensación y percepción. Para éste, la percepción es mucho más que una sensación, aunque depende de las sensaciones. La percepción incluye dos elementos que no están presentes en la sensación:

  1. Es una concepción del objeto.
  2. Es una irresistible convicción de la existencia de ese objeto.

Diferenció claramente entre sensación y percepción incluyendo en la percepción tanto la categorización del objeto como su existencia objetiva.

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