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Por autoestima se entiende a la valoración global y el sentimiento que cada persona crea y tiene en relación consigo misma. No obstante, algunos autores sostienen que los sentimientos positivos hacia uno mismo deben estar fundamentados en la competencia que exhiba el individuo en sus actuaciones.

De esta forma la autoestima incluiría dos componentes: uno más evaluativo y afectivo, referido a la propia sensación de valía; y otro centrado en la capacidad para actuar en beneficio de uno mismo y de los demás.

James establecía como componentes de la autoestima, por un lado, los deseos, las metas o las aspiraciones de la persona; y por otro, su propia capacidad para poder alcanzarlos o llevarlos a cabo. Esta concepción dual de la autoestima supone admitir la reciprocidad entre el mantenimiento de una actitud positiva hacia uno mismo, y la consecución de un adecuado nivel de competencia.

2.1 Medición de la autoestima

La falta de una definición homogénea acerca de qué es la autoestima se refleja en las distintas formas como este constructo ha sido evaluado.

Una gran parte de los instrumentos que miden la autoestima, lo hacen de forma directa y autoinformada; considerando que la autoestima constituye una característica global, unidimensional y relativamente estable, la cual refleja los sentimientos positivos o negativos que tiene el individuo hacia sí mismo.

De esta forma, con mayor frecuencia, la escala de Rosenberg se ha empleado para medir la autoestima. Esta escala consta de 10 ítems, la mitad de los cuales se formula de forma positiva (1, 3, 4, 7 y 10) y la otra mitad de manera negativa (2, 5, 6, 8 y 9).

El contenido de los ítems se refiere al grado de aceptación y respeto que siente la persona en torno a sí misma, con independencia de sus capacidades, los roles que desempeñe, o las conductas que lleve a cabo. Una puntuación alta en esta escala expresa una autoestima elevada o positiva, mientras que una puntuación baja refleja una autoestima baja o negativa.

Por su parte, Tafarodi y Swann diseñaron el inventario SLCS (The Self-Liking / Self-Competence scale) partiendo del modelo bidimensional de la autoestima. Este instrumento consta de dos escalas, compuesta cada una por 10 ítems. Una escala mide el componente de evaluación personal de competencia mientras que la otra evalúa el componente de consideración positiva hacia uno mismo.

2.2 Tipos de autoestima

A la hora de categorizar los diferentes tipos de autoestima, un criterio comúnmente empleado es el que se basa en el nivel; esto es, en el grado en el que los sentimientos de valía personal y autoaceptación son altos (o positivos), o bajos (o negativos) que se mide en base a los resultados de los cuestionarios anteriores.

1. Autoestima alta. Las personas con autoestima alta se sienten valiosas y a gusto consigo mismas; tienen poca dificultad en aceptar a los demás, considerando que están al mismo nivel que ellos; se muestran relativamente abiertas a tener nuevas experiencias; y creen que disponen de los recursos necesarios para conseguir sus objetivos y proyectos vitales. Además, suelen implicarse en tareas que requieren iniciativa y perseverancia, siendo capaces de realizarlas mediante una adecuada planificación y solución de problemas. Su estilo de presentación ante los demás se dirige a causar una buena impresión, con el fin de incrementar así su valor social. Esta estrategia implica el que puedan llegar a responder de una forma agresiva y antagónica cuando sienten que su valía personal está amenazada. Por otra parte, desde el punto de vista de la atribución, las personas con alta autoestima tienden a atribuir los éxitos a causas internas, mientras que los errores o los fracasos los atribuyen a causas externas.

2. Autoestima baja. Se caracterizan, más que por la presencia de una firme visión negativa de sí mismos, por la ausencia de una visión positiva. Suelen describirse de una forma difusa, empleando términos neutrales y poco comprometidos. Su autoconcepto resulta así menos claro, e, internamente, menos estable y consistente.

Utilizan menos el sesgo de autoensalzamiento. Atendiendo a su forma de autorregulación, las personas con baja autoestima tienden a comprometerse en objetivos mal definidos, o excesivamente elevados y cuentan con un repertorio más reducido de habilidades de afrontamiento, y utilizan, en ocasiones, estrategias que van a impedir el logro de objetivos más adecuados. Pueden desaprovechar oportunidades en las que podrían alcanzar resultados positivos; y suelen dar más importancia a los ámbitos en los que saben que su actuación es más limitada. Estas personas, además, consideran que la autoestima es un recurso valioso pero escaso.

De ahí que sus actuaciones estén dirigidas, fundamentalmente, a protegerla antes que a ensalzarla. Y traten de evitar también aquellas situaciones en las que se pueden poner de manifiesto sus limitaciones, o donde exista el riesgo de fracaso. El estilo de presentación que muestran en sus interacciones sociales suele ser cauto.

Evitan ser el centro de atención, revelan poca información personal, o responden con incredulidad y ansiedad cuando los demás sostienen una opinión demasiado favorable sobre ellas, o cuando ellas mismas exhiben una imagen personal demasiado positiva. Un aspecto importante que se pone de manifiesto en el estudio actual de la autoestima es que una autoestima alta o positiva no siempre se asocia con un mejor ajuste psicológico y social; ya que este tipo de autoestima, a veces, puede estar encubriendo también una visión más negativa y vulnerable de uno mismo. Por ello se han propuesto otros criterios para clasificar la autoestima, y poder llegar a determinar mejor cuál es y en qué consiste una autoestima sana. Se habla entonces de la autoestima segura frente a la autoestima frágil.

3. Autoestima segura. Se caracteriza por el mantenimiento de sentimientos positivos hacia uno mismo, los cuales no dependen de fuentes de validación externas al individuo, sino que se generan de forma intrínseca. Es genuina, ya que admite y acepta la existencia de los aspectos negativos; y congruente, es decir, tanto a nivel consciente como inconsciente, la persona se siente valiosa y querida por sí misma.

La autoestima segura presenta también un nivel elevado de estabilidad, fluctuando relativamente poco ante las experiencias cotidianas o los sucesos vitales que se produzcan en la vida de la persona.

4. Autoestima auténtica. En la autoestima auténtica, el sentimiento de valía personal se deriva del autoconocimiento y de los valores personales.

5. Autoestima genuina. La persona es capaz de exhibir sus cualidades positivas sin necesidad de agrandarlas; y de aceptar y mostrar sus propias limitaciones, sin que ello le genere malestar emocional o invalide su sentimiento de valía personal. No están excesivamente preocupadas por la aprobación social, son capaces de aceptar sus errores y la posible evaluación social negativa, sin recurrir a estrategias que protejan o ensalcen continuamente su autoestima.

6. Autoestima estable. Las posibles reducciones momentáneas que puede sufrir su autoestima no representan para ella una amenaza potencial ante la que se sienta particularmente vulnerable. La forma de reaccionar ante los diferentes acontecimientos suele ser más moderada y neutral, dado que la valoración y el sentimiento de valía personal se ven menos implicados y contagiados por ellos.

7. Autoestima frágil. También puede estar acompañada de sentimientos positivos hacia uno mismo y por ello podría ser considerada como alta. Sin embargo, este tipo de autoestima presenta otras particularidades: es contingente (depende de un proceso constante de evaluación para ser validada), es defensiva (vulnerable ante la obtención de resultados negativos), es incongruente y discrepante con los sentimientos implícitos de autoestima e inestable.

8. Autoestima contingente. Se produce un esfuerzo y una motivación constantes para ser alcanzada. La necesidad de sentirse valioso actúa entonces como un mecanismo de regulación y control de la conducta, induciendo al individuo a plantearse objetivos cuya consecución compense su deficitaria evaluación positiva. La autoestima queda definida por determinantes o ámbitos externos, haciéndose contingente a los éxitos y fracasos que en ellos se consigan. Dos dominios sobre los que fundamentalmente suele construirse una autoestima contingente son la aprobación social y el éxito.

9. Autoestima defensiva. Responden con mayor defensividad cuando perciben algún tipo de amenaza a su autoestima. Estas personas no disponen de un excedente en su sentimiento de estima personal en el cual poder apoyarse, por lo que pueden utilizar estrategias con las que exagerar sus cualidades positivas; actuar de forma hostil o violenta; o devaluar las conductas y características favorables de los demás. Por ello, van generando y perpetuando una dinámica con la cual no logran evaluar qué aspectos de su comportamiento pueden cambiar o mejorar en el futuro; ni tampoco llegan a asumir, como meras limitaciones, algunas de las características negativas de su personalidad.

10. Autoestima inestable. Cambios en el estado de la autoestima muy frecuentes con gran magnitud o cambios notables en la intensidad con que experimenta tanto los sentimientos positivos como los negativos. Se aprecia tanto en individuos que tienen autoestima alta como en baja.

11. Autoestima implícita. Autoevaluaciones y sentimientos referidos a uno mismo, que se originan de manera intuitiva y automática en un plano preconsciente o inconsciente. Proviene del sistema experiencial que actúa procesando de forma holística y automática los contenidos afectivos de las distintas experiencias. El mantenimiento de una alta autoestima implícita se ha asociado con efectos beneficiosos desde el punto de vista autorregulatorio y emocional. Los individuos con alta autoestima implícita suelen dar menos importancia a la evaluación negativa que reciben de fuentes externas, perseveran más ante los errores, presentan menos emociones negativas y una visión del futuro más optimista.

12. Autoestima explícita. Los sentimientos y las valoraciones que la persona tiene y hace en torno a sí misma se generan de un modo consciente, racional y reflexivo. Se deriva del sistema cognitivo.

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