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La creencia de que la personalidad cambia poco a lo largo de la vida está presente en numerosas expresiones de la vida cotidiana.

Se asume que seguimos siendo la misma persona, pese a los cambios biológicos y sociales por los que atravesamos y de la misma forma esperamos que ocurra en las demás personas.

Varias son las razones en las que se apoya esta creencia generalizada:

  • la confianza en que la personalidad sea estable es lo que permite predecir la conducta propia y ajena, además permite establecer compromisos de desarrollo personal.

  • posibilita anticipar y planificar el futuro.

  • es la base del sentido de la propia identidad y el hilo conductor, el factor unificador, que da sentido y coherencia a nuestras vidas.

Uno va formando la imagen que tiene de sí mismo en la medida en que identifica como auténticas señas de identidad personal, un núcleo de características que uno percibe que se mantienen relativamente estables a lo largo de la vida.

Aunque uno perciba que cambia y que no es exactamente la misma persona, existe una tendencia bastante común a identificarse como uno mismo a través de todo el ciclo evolutivo.

Cuando en la edad adulta se hace balance del pasado, lo que se valora es el grado de cumplimiento de los intereses, motivaciones, que han guiado su vida y que constituyen una parte esencial de nuestra personalidad.

El que el estilo de conducta del adulto, pueda predecirse a partir de sus características y estilos de afrontamiento en etapas evolutivas anteriores, evidencia la existencia de un hilo conductor que puede plasmarse en manifestaciones tal vez diferenciadas, pero con un mismo significado y valor funcional.

Este proceso de identificación guía igualmente la formación de la imagen que uno se hace de las demás personas, y recíprocamente, la identificación que los demás hacen de nosotros.

La personalidad es permeable a las circunstancias que acompañan nuestro desarrollo vital y cambia ciertamente a lo largo de la vida. Aunque tales cambios suelen ser pequeños en la mayoría de las personas y al producirse, además, de forma gradual, permiten seguir manteniendo la sensación de que la personalidad es más estable de lo que realmente es.

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