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La impulsividad y la compulsividad son hipotéticamente impulsos neurobiológicos que van "de abajo arriba", con impulsividad procediendo del estriado ventral, la compulsividad del estriado dorsal y diferentes áreas del córtex prefrontal actuando "de arriba abajo" para eliminar estos impulsos. Según esta formulación, el resultado conductual es, por tanto, controlado por un equilibrio entre sistemas neuroconductuales duales que a veces entran en competencia. Lo que en realidad ocurre depende del equilibrio entre "de arriba abajo" y "de abajo arriba", estando tanto la impulsividad como la compulsividad causadas por un fallo de los sistemas de inhibición de respuesta o el resultado de demasiada presión de abajo arriba desde el estriado ventral para la impulsividad o desde el estriado dorsal para la compulsividad.

Neuroanatómicamente, la impulsividad y la compulsividad se muestran con circuitos neuronales diferentes: la impulsividad como el sistema de aprendizaje de acción-resultado ventralmente dependiente y la compulsividad como un sistema de hábitos que es dorsal. Con el tiempo, sin embargo, algunas de estas conductas migran dorsalmente debido a una cascada de neuroadaptaciones y neuroplasticidad que se basa en el sistema de hábitos por medio del cual un acto impulsivo finalmente se vuelve compulsivo.

El circuito mesolímbico dopaminérgico como la vía final común de la recompensa

Se ha planteado la hipótesis de que la vía final común del refuerzo y la recompensa en el cerebro es la vía dopaminérgica mesolímbica. Algunos consideran que ésta constituye el “centro del placer” del cerebro y que la dopamina es el “neurotransmisor del placer”. Hay muchas formas naturales de desencadenar la liberación de dopamina por parte de las neuronas dopaminérgicas mesolímbicas, que van desde los logros intelectuales hasta los logros atléticos, pasando por disfrutar de una sinfonía o experimentar un orgasmo.

A veces se les denomina “clímax naturales”. Entre los inputs de la vía mesolímbica que median estos clímax naturales se incluye la más asombrosa “farmacia” de sustancias de origen natural, que van desde la propia morfina / heroína del cerebro (endorfinas) hasta la propia marihuana del cerebro (anandamida), pasando por la nicotina cerebral (acetilcolina) y las propias cocaína y anfetamina del cerebro (la misma dopamina)

Las numerosas sustancias psicotrópicas de abuso que se dan en la naturaleza también presentan una vía final común que hace que la vía mesolímbica libere dopamina, a menudo de forma más explosiva y agradable de la que se da naturalmente. Estas sustancias ignoran a los propios neurotransmisores del cerebro y estimulan directamente a los propios receptores cerebrales para esas sustancias, provocando la liberación de dopamina.

Sin embargo, y a diferencia inyección de dopamina en furiosamente aún más droga la preocupación del individuo del clímax natural, el placer inducido por una droga causa tal portentosa los sitios dopaminérgicos límbicos postsinápticos D2 que éstos ansían para reponer la dopamina una vez aquélla deja de funcionar, lo que provoca por encontrar más droga, con lo que se desencadena un circulo vicioso.

Dado que parece haber un rango óptimo en el que la estimulación de los receptores D2 por el sistema dopaminérgico es reforzante, el riesgo de caer en el abuso de una sustancia puede depender de cuántos receptores tenga la persona en cuestión.

Pocos receptores: primero, el propio sistema de gratificación del individuo ya no funciona demasiado bien y ello podría predisponerles a seguir probando drogas como medio de compensar su propia activación, naturalmente reducida, de los circuitos dopaminérgicos. La sustancia no causará demasiado efecto al principio, pero se hará más y más gratificante conforme se aumente la dosis.

Muchos receptores: tomar dicha sustancia les resultará aversivo, y no querrán probarla de nuevo.

De hecho, diversos estudios con alcohólicos, adictos a la cocaína y a la anfetamina, muestran que una baja respuesta inicial a una droga predice un elevado riesgo de posterior abuso, mientras que una elevada respuesta inicial a una droga predice un bajo riesgo de abuso.

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