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La clasificación es cualquier procedimiento que se utiliza para formar agrupaciones o categorías y para asignar entidades a dichas categorías en base a atributos o relaciones comunes. La identificación es el proceso de asignación de una entidad a una determinada categoría del sistema de clasificación en biología. El diagnóstico, en medicina y psicopatología es el proceso de asignación de determinados atributos clínicos, o de pacientes que manifiestan dichos atributos, a una categoría del sistema de clasificación. La taxonomía es el estudio sistemático del proceso de clasificación. Cuando se trata de construir una taxonomía de fenómenos patológicos, se habla de nosología.

Toda categorización natural desempeña una función adaptativa, cuyo fin es facilitar el funcionamiento cotidiano y la interacción de la persona con el mundo externo, limitando el número y la complejidad de los estímulos. Tiene ventajas como facilitar la codificación, memorización y evocación de la información, ayudar a hacer inferencias, juicios y predicciones y permitir el desarrollo de un lenguaje común.

La clasificación se apoya en que el mundo percibido está estructurado de una determinada manera. Los principios que subyacen a la determinación de una estructura de clasificación de un determinado campo varían en función del significado cultural del mismo y del nivel de experiencia del observador. Todos los modelos de categorización llevan consigo abstracción y creatividad en dos sentidos: la determinación de qué elementos de una situación son esenciales y cuáles irrelevantes y la creación de una nueva información de orden superior que no se da en ningún ejemplar específico.

Los principios básicos para la formación de categorías son favorecer la economía cognitiva (suministrar la máxima información con el mínimo esfuerzo cognitivo) y la estructuración de los datos. La clase natural se da cuando los miembros que la componen son semejantes entre sí y existe alguna explicación para ello.

La clasificación psicopatológica pretende dar importantes ventajas:

  • Aportar una nomenclatura y terminología común para facilitar la comunicación y la fiabilidad.

  • Servir de base acumulativa de documentación e información sobre cada categoría clínica.

  • Suministrar información descriptiva de cada una de las entidades clínicas básicas.

  • Permitir hacer predicciones desde una perspectiva longitudinal.

  • Suministrar los conceptos básicos para hacer formulaciones teóricas.

La clasificación debe tener los siguientes propósitos:

  • La organización de comportamiento o síntomas.

  • La comunicación entre investigadores y clínicos.

  • La determinación del tratamiento o procedimiento terapéutico para cada categoría.

  • La determinación del estatus legal del paciente

  • La determinación del reembolso económico a los profesionales por parte de los seguros o agencias externas.

Que haya categorías clínicas supone que existe un número de covariantes compartidos. Pero la clasificación de sujetos en ciertas categorías por síntomas regulares no niega que existan otras diferencias mutuas. Un determinado origen común y relaciones de consecuencia aumentan la probabilidad de que determinadas características psicológicas se combinen con otras más específicas dando lugar a síndromes clínicos: conjuntos de síntomas observables de forma repetitiva.

Tipos de clasificación

Los elementos se pueden definir de dos formas. Una definición extensiva se hace enumerando todos los miembros de una clase, mientras que una intensiva se hace enumerando las características necesarias para la pertenencia a una categoría. El principio organizador más antiguo es “esencia”. Ha sido usado por Linneo y Darwin. Dicha estrategia taxonómica se llama filética. Alternativamente están las taxonomías numéricas que basan la organización en la observación empírica y en el cómputo matemático del máximo número de características compartidas por los sujetos. A esta estrategia se le llama fenética.

Con independencia del procedimiento que se haya seguido como principio organizador, las clasificaciones pueden ser monotéticas o politéticas. Una clasificación monotética basa la organización en una sola variable o en un escaso número de características. Ej: tabla periódica. La clasificación politética está basada en la existencia de un determinado número de características compartidas por una proporción significativa de los miembros de una categoría, sin que se presuponga la homogeneidad de dichos miembros.

Esta diferenciación se corresponde con las taxonomías clásicas y prototípicas. Las clásicas incluyen categorías que se componen de entidades discretas y homogéneas en sus características descriptivas y las prototípicas se apoyan en un prototipo o ideal teórico que sirve de referencia y que es el conjunto de características más comunes de los miembros de una categoría. Los prototipos son los casos más claros de pertenencia a una categoría definida operacionalmente. Un miembro se considera prototipo cuantos más atributos comparta con los demás miembros de la categoría y menos con los de las categorías opuestas. En términos de tamaño, los miembros prototípicos representan la media de los atributos. Las características prototípicas afectan virtualmente a la mayoría de las principales VD utilizadas como medidas en investigación psicológica. Así, la aproximación de los sujetos al ideal prototípico puede no ser perfecta, sino variable en intensidad. La estructura prototípica tiene formato politético. Las modernas clasificaciones psiquiátricas son ejemplos de clasificación prototípica y politética.

Hay distintos efectos al adoptar un principio taxonómico clásico o prototípico. Bajo una estrategia taxonómica clásica, en el ámbito patológico se tiende a exagerar las semejanzas, ignorar las diferencias y atender selectivamente a las características que forman la categoría. Además, los síndromes deberían tener fronteras definidas, síntomas claros, necesarios y suficientes. Se espera que cada miembro de una categoría posea todas las características que la definen y cada categoría debería diferenciarse de las demás por una o más características compartidas por todos los miembros. En cambio, las taxonomías prototípicas limitan la estereotipia, permiten más flexibilidad y refuerzan la variabilidad intragrupo. Además, no exigen signos distintivos o patognomónicos. Se asume que las características que comparten no tienen porqué ser las mismas necesariamente.

Las distintas versiones del DSM son cada vez más politéticas, utilizan cada vez más las clasificaciones prototípicas. Blashfield mantiene que las pocas definiciones monotéticas se mantienen para categorías diagnósticas pobremente formuladas o para otras raramente utilizadas en la práctica clínica.

Otra importante distinción en las clasificaciones es la que corresponde a los enfoques taxonómicos empíricos e inferenciales. El enfoque empírico se limita estrictamente a los hechos observables, mientras que el inferencial: va más allá y hace suposiciones sobre las causas o sucesos subyacentes.

A nivel teórico se puede utilizar cualquier atributo con propósitos clasificatorios. En psicología, los atributos más utilizados son partes, características físicas, conceptos relacionales y conceptos funcionales. Un enfoque distinto se utiliza en el modelo constructivista de Piaget, donde se toma como unidad de análisis la interacción de personas con los objetos y se derivan atributos de dicha interacción. La analogía más próxima a este enfoque es la creación de categorías por medio de procedimientos, como los sistemas formales o la inteligencia artificial.

Los datos teóricamente utilizables en una clasificación psicopatológica podrían ser de tres tipos: 1) atributos sustantivos, acordes con un determinado modelo teórico o escuela psicológica, como hábitos condicionados, expectativas cognitivas o disfunciones neuroquímicas, 2) atributos longitudinales, relativos a la etiología o la progresión de diversos fenómenos clínicos en el tiempo y en función de las circunstancias, y 3) atributos concurrentes o las características presentes en un momento dado, sobre todo signos objetivos y síntomas subjetivos. A estos indicadores tradicionales habría que añadir atributos inferidos: los rasgos de personalidad.

Los sistemas de clasificación actuales se apoyan en atributos concurrentes que indican comportamientos desviados y derivados de 4 fuentes distintas: biofísica, intrapsíquica, fenomenológica y conductual. Los síntomas clínicos se derivan casi exclusivamente de los ámbitos biofísico y conductual; los síntomas de la experiencia y vivencia fenomenológicas, y los rasgos de los 3 ambientes psicológicos: intrapsíquico, fenomenológico y conductual.

Los signos incluyen cambios que pueden observarse y registrarse objetivamente e incluyen todo tipo de conductas de interés clínico susceptibles de observación sistemática. Los síntomas son informaciones subjetivas relativas a experiencias recordadas, e incluyen fenómenos no siempre observables y pertenecientes al mundo privado, con lo cual pueden calificarse de escurridizos, menos fiables y con muchas complejidades. En el ámbito clínico, entre los síntomas se incluye el dolor, las alucinaciones, la pérdida de apetito, la ansiedad o los delirios, y entre los signos la conducta fóbica, la inquietud motora, la pérdida de peso o el lenguaje paranoide.

Los rasgos describen hábitos psicológicos inferidos y disposiciones estables en amplios contextos, derivados de diversas fuentes como los autoinformes, las escalas clínicas u otras pruebas. Los rasgos son los atributos clínicos a tener en cuenta en los trastornos de la personalidad. En orden creciente de gravedad, los atributos a observar son los cambios en la conducta habitual, deterioro en el funcionamiento, comportamiento inapropiado, pérdida de alguna función e irracionalidad.

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