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Los desórdenes somatoformes provienen de un conjunto de trastornos derivados del concepto de neurosis histérica. La incorporación del término histeria al ámbito de la Psicopatología obedece en gran medida a los trabajos efectuados en la escuela francesa por Charcot y Janet y sobre todo a la influencia de la escuela psicoanalítica de Freud. Según éste el mecanismo de la conversión de los traumas psicológicos era el núcleo central de la histeria.

El DSM II categorizó el grupo de neurosis histérica a través de dos tipos de trastornos: el tipo de conversión y el tipo disociativo. La hipocondría se consideró una categoría de neurosis independiente de las neurosis histéricas. Con el DSM III se sustituye el término histeria por dos categorías diagnósticas. Por un lado, los trastornos somatoformes. Se focalizan en cuestiones de carácter somático. Se caracterizan por la presencia de síntomas físicos sin patología aparente, aunque es evidente su vinculación con factores psicológicos. Por otro, los trastornos disociativos, que se centran en fenómenos de tipo cognitivo implicando cambios en la conciencia, memoria y personalidad que sugieren posiblemente la existencia de algún problema neurológico.

La clasificación del DSM-III incluía el trastorno por somatización, el desorden de conversión, el desorden de dolor psicógeno, la hipocondría y el desorden somatoforme atípico.


Las características más importantes de estos cinco tipos de trastornos somatoformes son:

  1. Somatitacion. Quejas sobre múltiples síntomas físicos (desmayos, nauseas, debilidad, problemas urinarios, etc.) los cuales no se fundamentan en causa orgánica alguna.

  2. Hipocondrìa. Preocupación, miedo o creencia de padecer una enfermedad grave que surge tras interpretar los signos corporales (bultos, dolor, etc...) incorrectamente.

  3. Cónversión. Pérdida o alteración en el funcionamiento fisiológico (por ej, parálisis, sordera, ceguera) que sugiere un trastorno físico, para el que no existe patología orgánica subyacente.

  4. Dolor somatoforme. Dolor severo y prolongado que, o bien es inconsistente con la distribución anatómica del sistema nervioso, o bien no puede ser explicado a partir de una patología orgánica.

  5. Dismorfòbia. Preocupación excesiva por algún defecto imaginario sobre la apariencia física.


Estos cinco tipos de trastornos se podrían agrupar en dos categorías más generales. Por una parte, como desórdenes histéricos somatoformes, que implican una pérdida real o alteración del funcionamiento físico, lo que supone una dificultad para distinguirlos de los problemas con base orgánica. A esta clase pertenecerían el trastorno de conversión, el desorden por somatización y el trastorno de dolor somatoforme. Por otro, la preocupación con respecto a posibles problemas corporales, donde se englobarían la hipocondría y dismorfofobia. Aquí la alteración del funcionamiento físico es mínima.

Hay que diferenciar los trastornos somatoformes de los psicosomáticos. Aunque el desencadenante psicológico y los síntomas físicos son comunes en ambos, la diferencia radica en que mientras en los psicosomáticos existe un daño en el sistema fisiológico correspondiente, de los trastornos somatoformes no se desprende ninguna patología orgánica demostrable o un proceso patofisiológico conocido.

La epidemiologia de los trastornos somatoformes es bastante menos conocida que en otros trastornos neuróticos. Sí que hay acuerdo en que estos trastornos son bastante más frecuentes en la mujer que en el hombre por 3 razones. Primero, porque el fondo histórico ha sesgado a los clínicos a favor de diagnosticarlo más frecuentemente a la mujer. Segundo, porque puede que el hombre busque menos ayuda. Y tercero, porque puede que exista algún factor genético o fisiológico subyacente al desorden de conversión que predisponga a la mujer.

La hipocondría ha seguido otro camino. La mayor parte de las personas hipocondríacas solicitan atención médica primaria más que consulta psicológica, lo que sugiere que es mucho más frecuente de lo que se podría sospechar. Por otra parte, muchos casos de hipocondría se solapan con casos de ansiedad, sobre todo trastorno de pánico.

La somatización es una característica diagnóstica esencial de los trastornos somatoformes, inseparable de ellos. Lipowski la define como una tendencia a experimentar distress o malestar psicológico en forma de distintos síntomas somáticos que el sujeto interpreta erróneamente como signo de alguna enfermedad física severa y, en consecuencia, solicita asistencia médica para ellos. Los tres elementos son experiencial, que se refiere a aquello que los sujetos perciben con respecto a su propio cuerpo (sensaciones corporales dolorosas, molestas…). El cognitivo se refiere al modo en que las personas interpretan sus percepciones, el proceso de toma de decisiones…Y el conductual a las acciones o comunicaciones (verbales y no verbales) que emprenden las personas.

Lipowski aboga por un concepto genérico de somatización al considerar que comprende un vasto abanico de condiciones clínicas. Considera que la somatización no es una categoría diagnóstica concreta ni implica que las personas somatizadoras padezcan necesariamente un trastorno psiquiátrico. Propone las dimensiones de somatización: duración (transitoria o persistente), grado de hipocondría, emocionalidad manifiesta (desde la indiferencia hasta pánico o depresión agitada) y habilidad para describir los sentimientos y desarrollar fantasías. Afirma que la característica esencial de estos pacientes estriba en que frente al estrés y al arousal experimentan un patrón de respuestas principalmente somático en lugar de cognitivo.

La somatización puede ser:

  1. Un problema nuclear como lo es en los trastornos somatoformes.

  2. Un problema asociado a un trastorno psiquiátrico no somatoforme, como la depresión mayor.

  3. Un “trastorno enmascarado”, como en la depresión enmascarada.

  4. Un rasgo de personalidad.

Una idea común a todas las definiciones considera la somatización como un malestar  (distress) corporal no explicado médicamente que se relaciona con problemas psiquiátricos, psicológicos o sociales. Desde aquí se diferencian tres formas de somatización: como síntoma somático funcional, como preocupación hipocondríaca y como elemento somático presente en algunos trastornos psicopatológicos de ansiedad y de depresión mayor.

También puede entenderse como un patrón de conducta de enfermedad, la cual se entiende como la forma en que determinados síntomas pueden ser diferencialmente percibidos, evaluados y representados por las diferentes personas. Incluye procesos cognitivos y conductas manifiestas. Podría ser la expresión de un rasgo de personalidad subyacente o de una tendencia para adoptar el papel de enfermo. Los sujetos que exhiben una tendencia elevada a adoptar el rol de enfermo tienen umbrales más bajos para el reconocimiento o la percepción del daño.

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