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Cuando se relacionan estos procesos sociocognitivos, como las atribuciones, el optimismo ilusorio o la percepción de control con la salud, se rompe de alguna manera con posiciones teóricas tradicionales sobre la salud mental.

Se abre una concepción más tolerante sobre la salud en general y la salud mental en particular que ya no correspondería con la percepción exacta de uno mismo y de los aconteci­mientos. Sobre esto se pueden destacar tres teorías que relacionan las ilusiones con la salud mental:

  • El modelo racional de la salud mental, que se basa en la idea de que la percepción exacta de sí mismo y del mundo es imprescindible para el ajuste psicológico.
  • El modelo sociopsicológico de Taylor y Brown, que afirma que las ilusiones positivas sobre uno mismo promueven la salud mental.
  • La teoría del margen óptimo de Baumeister que, en una postura intermedia, entiende que ambos casos, demasiada exactitud y demasiada ilusión, son malos para la salud (Gana, Allaphilippe y Bailly, 2004). A continuación se desarrolla esta polémica.

Las funciones adaptativas de las atribuciones sirven de base para el desarrollo de la clásica teoría de la adaptación cognitiva planteada por Taylor (1982). En su propuesta original, esta perspectiva se construye sobre la idea de que se producen procesos cognitivos que se generan como una respuesta de ajuste ante las amenazas, como los trastornos de salud o sus demandas. Se basa en el supuesto de que, cuando una persona experimenta un amenaza, se produce un proceso de ajuste que se centra en la búsqueda del significado de la experiencia, un intento de controlar la situación y de proteger y ensalzar su autoestima (Taylor, 1983). Los procesos de atribución, las creencias de control y la comparación social son, para esta autora, los que responden a los tres objetivos en esta teoría.

Esta interpretación de los procesos cognitivos ha tenido una importante repercusión en los trabajos de investigación que asocian la salud con las variables sociocognitivas y ha originado una llamativa polémica que llega hasta la actualidad. Se puede afirmar que han sido importantes sus contribuciones y que se ha aportado evidencia del carácter adaptativo de los procesos cognitivos o las ilusiones positivas, como denominan Taylor y Brown (1988) a los procesos responsables de la adaptación a las amenazas para la salud. A continuación se revisan escuetamente sus principales hallazgos, las críticas recibidas y las incorporaciones de algunos trabajos posteriores que probablemente pueden aclarar, de alguna manera, la medida en que las ilusiones positivas puedan ser más o menos beneficiosas en el afrontamiento de la salud y en el mismo estado de salud.

Taylor y Brown (1988) hicieron una afirmación que, de alguna manera, resultó revolucionaria en el entorno de la salud mental: muchas teorías prominentes han argumentado que tener una percepción exacta de sí mismo, del mundo y del futuro es esencial para la salud mental. Sin embargo, una cantidad considerable de evidencia de investigación sugiere que una evaluación demasiado positiva de sí mismo, una percepción exagerada de control o dominio y un optimismo irreal son características del pensamiento humano normal. Y, además, acumulan evidencia empírica que relaciona las ilusiones positivas con el ajuste psicológico en el proceso de salud y enfermedad, el bienestar y medidas fisiológicas de salud.

Se han tratado en los apartados anteriores los procesos de control, el optimismo ilusorio, la atribución de los síntomas, de la enfermedad y su inclusión en una representación ingenua.

Todos son procesos sociocognitivos normales que influyen en las respuestas que dan las personas a los problemas de salud. En los primeros estudios (Taylor, 1983; Taylor, Lichman y Wood, 1984), en los cuales trabajan con enfermos de cáncer, encuentran tres resultados fundamentales. Primero, que la mayoría de las personas buscan el significado de su experiencia en la enfermedad a través de los procesos de atribución. Segundo, que los que se creían capaces de controlar el cáncer ellos mismos o sus médicos tenían un ajuste más positivo al proceso general. Tercero, que mantenían su autoestima por procesos de autoensalzamiento, llevando a cabo atribuciones defensivas, al asociar el acontecimiento negativo a fuerzas externas fuera del control de la persona y por comparación social, tomando como criterio personas en peores circunstancias que las suyas.

En cambio, Taylor y Brown (1988) revisan trabajos en los cuales la percepción real de uno mismo se relaciona con estados de depresión,baja autoestima y estados emocionales negativos. Como conclusión, terminan asociando las ilusiones positivas con los criterios que tradicionalmente han descrito la salud mental: capacidad para ser feliz, de formar vínculos sociales, para crear y producir en el trabajo, de demostrar un nivel alto de motivación y persistencia para perseguir sus objetivos, y la habilidad para adaptarse con éxito a los acontecimientos estresantes.

Esta perspectiva encontró oposición en los que apoyaban las raíces de la salud desde la filosofía occidental. Colvin y Block (1994) criticaron abiertamente la teoría de la adaptación cognitiva aludiendo a la falta de estudios sólidos y acusando a los trabajos presentados por Taylor y Brown de tener limitaciones metodológicas, vaguedades conceptuales y anomalías empíricas. Sin embargo, reconocieron que las ilusiones positivas pueden ayudar en la regulación de las emociones y alguna vez proporcionan alivio temporal y hasta con efecto prolongado a las personas que están experimentando afecto negativo. Criticaron, fundamentalmente, tres de las propuestas de Taylor y Brown. En primer lugar, la interpretación que hacen de ciertas conductas, como ilusiones. En segundo lugar, que afirmaran que los sesgos e ilusiones caracterizan el comportamiento de las personas normales. Y, en tercer lugar y, en general, su concepción de la salud mental. Por ejemplo, reinterpretaron los trabajos sobre optimismo ilusorio, alegando que se había impuesto el criterio del experimentador, no se aclaraba la dimensión de comparación y que tampoco estaban claras las características del grupo con el cual se supone que se tenían que comparar.

En general, consideraron que faltaba establecer un criterio externo, objetivo y claro de la realidad para utilizarlo como referencia. También alegaron que, aunque las personas pueden distorsionar la realidad, también utilizan con la misma frecuencia estrategias correctivas gracias a las cuales, con mayor información y referencias, rectifican la distorsión inicial. Por último, respecto al constructo de salud mental, pensaban que se había adaptado a la interpretación que asocia las ilusiones positivas y la salud mental.Taylor y Brown (1994) respondieron a la crítica afirmando, como premisas, que la prevalencia de las ilusiones positivas en la población no patológica era una contribución importante para ellos y que la exactitud no era esencial para la salud mental, sino, de otra manera, la mayoría de la personas podrían clasificarse como insanas. Esta afirmación no quedó sin réplica (Colvin y Block, 1994b).

Más allá de la polémica que ambas perspectivas abrieron, la evidencia empírica ha arrojado importantes resultados en la línea de trabajo de Taylor y Brown. Ya se han presentado resultados en este sentido en los epígrafes anteriores sobre atribución de la enfermedad. Algunos estudios posteriores han resaltado la importancia de las ilusiones positivas y su efecto sobre la salud. Muchos obtienen resultados en la dirección de la teoría de la adaptaciónn cognitiva (Segerstrom, Taylor, Kemeny, Reed y Visscher, 1996; Helgeson, 1999,2003; Stiegelis, Hagedoorn, Sanderman, van der Zee, Buunk y van den Bergh, 2003; Taylor, Lerner, Sherman, Sage y McDowell, 2003) mientras que otros resultan contradictorios (Robins y Beer, 2001). Los mismos estudios de Segerstom et al. (1996) relacionan las atribuciones no solo con los aspectos psicológicos de la enfermedad, sino también con el sistema autoinmunológico de afectados del VIH con las células T (CD4). Encuentran que atribuir acontecimientos negativos a aspectos del yo predice significativamente la disminución de CD4 en un seguimiento de 18 meses después de que se les ha hecho la entrevista de evaluación, tras haber controlado mediadores potenciales psicológicos, conductuales, sociales y de salud, como la depresión y los hábitos de salud. Dos estudios (Helgeson, 1999, 2003) confirman la perspectiva de la adaptación cognitiva en personas con angioplasia, al facilitar el ajuste positivo de estos enfermos. De nuevo con enfermos de cáncer, se ha comprobado que las medidas de optimismo que les tomaban a los pacientes en la primera fase de un estudio longitudinal de tres tiempos predecía sentimientos de ansiedad en la medida del último tiempo y las percepciones más bajas de control también predecían síntomas depresivos (Stiegelis et al., 2003). También, Taylor et al. (2003) encuentra que las respuestas de autoensalzamiento producen menos respuestas cardiovasculares de estrés, aceleran la recuperación cardiovascular y lo hacen con niveles más bajos de cortisol en la sangre, así como, en general, se ha encontrado que verse más joven de lo que se es se correlaciona positivamente con la autoestima, el locus de control interno, la percepción subjetiva de salud y, negativamente, con mayores problemas físicos (Gana, Allaphilippe y Bailly, 2004).

Parece que los estudios apoyan mayoritariamente la teoría de la adaptación cognitiva aunque quedan aspectos de ésta sin resolver. A esto se referían Taylor y Armor (2000) cuando mencionaban la retroalimentación negativa a la cual siempre están expuestas, es decir, que la realidad desconfirme las ilusiones, por ejemplo, la comunicación de la causa exacta de la enfermedad cuando se están haciendo atribuciones externas para huir de la responsabilidad. De esta manera, según aumentan las ilusiones positivas, también lo hace la retroalimentación negativa. Por ello abren la posibilidad a que otros procesos pueden desempeñar también esta función adaptativa al afirmar que, aunque es el mejor contexto teórico para enfrentarse a acontecimientos negativos, no es la única forma de hacerlo. Además de la retroalimentación negativa, quedaba pendiente conocer el proceso psicológico que subyace al efecto en la salud de las ilusiones positivas y de sus mediadores. A partir de un estudio (Ratelle,Vallerand, Chantal y Provencher, 2004) se sugiere que la motivación de autodeterminación subyace al efecto beneficioso de la adaptación cognitiva sobre la salud. En concreto encuentran que el optimismo, la autopercepción positiva y la percepción de control se asocian con la motivación de autodeterminación y ésta predice los cambios en la salud mental después de un año de seguimiento de los participantes en el estudio, en una muestra de la población general. También muestran que las ilusiones positivas pueden surgir de situaciones de la vida diaria y advierten la posibilidad de que estén actuando otros mediadores, como el apoyo social o el afecto positivo.

En definitiva, la adaptación cognitiva a los acontecimientos negativos se fortalece, pero es necesario conocer más sobre los procesos y circunstancias que afectan e intervienen en sus resultados. Un trabajo que ha arrojado luz en este sentido y, además, permite tomar partido por esta orientación frente a las otras dos propuestas en relación con la salud mental encuentra un mediador que convierte el efecto de los sesgos positivos en beneficiosos o perjudiciales para la salud (O'Mara, McNulty y Karney, 2011). Encuentran que la tendencia a contemplar las experiencias que les van sucediendo en la vida de forma más positiva se asocia con la disminución de síntomas depresivos en personas que están pasando por circunstancias menos estresantes mientras que, por el contrario, esta misma tendencia se relaciona con la permanencia de síntomas depresivos entre personas que están experimentando una situación de mayor estrés y que el mecanismo responsable de este efecto son los cambios en la gravedad de la experiencia. Este resultado apoya la teoría de la adaptación cognitiva ya que la diferencia en el efecto de los sesgos positivos no depende de la magnitud del sesgo, como indicaría la teoría de Baumeister. Sin embargo, el mismo tamaño de sesgo puede tener implicaciones positivas y negativas dependiendo del contexto en que se mantiene, más o menos problemático.

Se considera el nexo entre esta perspectiva y la psicología positiva ya que se orientan hacia los aspectos positivos de la experiencia y de los recursos para mejorar el bienestar. El optimismo, adquirir poder sobre uno mismo, dar a la experiencia un significado positivo, entre otros, son aspectos fundamentales para intervenir en la salud.

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