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Armfield ha revisado los diversos modelos etiológicos del miedo fóbico y ofrece su propio modelo de vulnerabilidad cognitiva. La percepción de impredecibilidad, incontrolabilidad, peligrosidad y asco de ciertos tipos de estímulos sería activado de forma automática y no consciente por la presencia de un estimulo fóbico.

3.1. Etiología De Las Fobias

Según Barlow, la génesis de las FE en particular, y de los trastornos de ansiedad en general, requiere considerar tres tipos de factores: vulnerabilidad biológica, vulnerabilidad psicológica generalizada y vulnerabilidad psicológica específica.

3.1.1. Vulnerabilidad biológica

La vulnerabilidad biológica consiste en una hipersensibilidad neurobiológica al estrés genéticamente determinada e incluye rasgos temperamentales que tienen un fuerte componente genético. Entre los principales se encuentran el neuroticismo, la introversión, la afectividad negativa y la inhibición conductual ante lo desconocido. Ciertas personas pueden tener un sistema nervioso autónomo labil o inestable y esta podría ser la principal carga genética o congénita de las FE. Sin embargo, hay una vulnerabilidad familiar a padecer el mismo tipo de fobia, lo que sugeriría la influencia de una heredabilidad más específica y/o factores ambientales.

Los grandes porcentajes de gemelos monocigóticos no concordantes en el tipo de FE estudiada y de familiares de primer grado no afectados encontrados en estudios con personas con FE muestran la fuerte influencia de los factores no genéticos.

3.1.2. Vulnerabilidad psicológica generalizada

La vulnerabilidad psicológica generalizada, puede definirse como la percepción, basada en experiencias tempranas, de que las situaciones estresantes y/o reacciones a las mismas son impredecibles y/o incontrolables. Entre estas experiencias se encuentran el estilo educativo sobreprotector y falto de cariño por parte de los padres, los vínculos inseguros de apego entre el niño y sus cuidadores, y la ocurrencia de eventos estresantes o traumáticos en conjunción con estrategias ineficaces para afrontar el estrés y poco apoyo social.

El estilo educativo mencionado puede verse facilitado por la psicopatología de los padres e interactuar con factores temperamentales del niño. Así pues, por una parte, dicho estilo educativo puede contribuir a la ansiedad al reducir las experiencias de control y dominio por parte del niño y la autonomía de éste, mientras que por otra puede ser una respuesta de los padres a la ansiedad del niño. En cuanto a la psicopatología ansiosa o depresiva en los padres, es un factor de riesgo significativo para los trastornos de ansiedad y depresión en los niños.

La respuesta a los eventos estresantes depende de la vulnerabilidad genética, del apoyo social y de la presencia de ciertas características de personalidad que son, en parte, fruto del estilo educativo de las figuras de apego.

Otras variables que pueden facilitar la vulnerabilidad psicológica generalizada son el abuso/dependencia del alcohol y la historia de trastornos psiquiátricos. En cuanto a la susceptibilidad a la ansiedad, los datos son contradictorios sobre que sea mayor en las personas con FE que en sujetos controles no ansiosos. También hay resultados discordantes sobre si la susceptibilidad a la ansiedad es mayor en ciertas FE, que en otras FE, aunque cuando se han hallado diferencias, ha ido en esta dirección.

En el caso de las personas con fobia a la sangre, a vomitar y, en menor extensión, a los animales repugnantes, otro factor de vulnerabilidad sería la susceptibilidad al asco: tendencia a preocuparse por sentir asco y por las consecuencias de este. La susceptibilidad al asco puede ser específica, pero también generalizada; las dos parecen darse en las fobias a la SID y a las arañas.

3.1.3. Vulnerabilidad psicológica especifica

La ocurrencia de ciertas experiencias de aprendizaje hace que la ansiedad facilitada por la vulnerabilidad biológica y psicológica generalizada se focalice en determinadas situaciones o eventos, los cuales pasan a ser considerados como amenazantes o peligrosos. Un primer tipo de experiencia de aprendizaje, es haber tenido una o más experiencias negativas directas con los futuros estímulos fóbicos. La gravedad y frecuencia de estas experiencias negativas, el menor número de experiencias seguras previas con los estímulos potencialmente fóbicos y una exposición poco frecuente a la situación tras la experiencia negativa son variables importantes en el desarrollo de la FE.

No todos los estímulos tienen la misma probabilidad de adquirir propiedades fóbicas. Esto puede explicarse por preparación biológica: se adquiere más fácilmente el miedo a los estímulos que ha representado filogenéticamente una amenaza a la supervivencia de la especie, ya sea por ataque o por contagio de enfermedad. La selectividad de las situaciones fóbicas puede explicarse, al menos en parte, mediante variables socioculturales, experiencias pasadas de las personas con las situaciones fóbicas y expectativas y creencias sobre covariaciones entre acontecimientos.

La teoría de la preparación requiere que el estimulo potencialmente fóbico se asocie al menos una vez con una experiencia aversiva, directa o indirecta. La respuesta de miedo se debilita cuando hay exposiciones repetidas y no traumáticas a las situaciones temidas. Por otra parte, las fobias pueden volver a surgir tras la ocurrencia de acontecimientos estresantes intensos no específicos o ciertos trastornos fisiológicos.

Otro tipo de experiencia de aprendizaje es observar a otros, en vivo o filmados, tener experiencias negativas o mostrar miedo en las situaciones potencialmente fóbicas. Cuanto mayores son el miedo y/o las consecuencias aversivas observadas y más significativos son los otros, mayor es la probabilidad de adquirir el miedo. El tercer tipo de experiencia es la trasmisión de información amenazante, tal como los avisos de los padres sobre lo peligrosos que son ciertos animales o la información en la prensa de accidentes aéreos o enfermedades. Por otra parte, si otras personas refuerzan las primeras conductas ansiosas o de evitación que surgen de estas experiencias de aprendizaje, hay mayor probabilidad de que la fobia surja o se agrave.

Los tres tipos de experiencias de aprendizaje interactúan entre sí y es más probable que se genere un miedo intenso o una fobia cuando se combinan dos o más de ellas; por ejemplo, una experiencia negativa directa puede tener más impacto si existen experiencias significativas previas de aprendizaje observacional y/o de transmisión de información amenazante. Un fenómeno relacionado con esto es lo que ha sido llamado inflación o reevaluación del estimulo incondicional. Finalmente, los niveles altos de estrés pueden aumentar la reacción de la persona a las experiencias negativas directas, al aprendizaje observacional y la transmisión de información amenazante.

Ahora bien, las experiencias aversivas directas en las situaciones potencialmente fóbicas y el aprendizaje observacional o por transmisión de información no son informadas por un porcentaje significativo de personas con trastornos de ansiedad. Barlow ha propuesto una vía de adquisición que implica un proceso de atribución errónea o condicionamiento supersticioso a partir de la experiencia de falsas alarmas. Debido a acontecimientos estresantes que no se han sabido o podido manejar o a otros factores, la persona experimenta pánico, miedo intenso o sensaciones somáticos similares a las del miedo que ocurren en ciertas situaciones no peligrosas.

Como consecuencia de un proceso de atribución errónea o asociación accidental, estas situaciones, muy especialmente si están predispuestas biológica o socialmente a ser temidas o dificultan la posibilidad de escape, pasan a suscitar ansiedad o alarma aprendida.

3.2. Mantenimientos De Las Fobias

La anticipación de las situaciones fóbicas da lugar a expectativas de miedo/pánico y de peligro asociado con dichas emociones y/o con la situación fóbica. Esto ocurre en mayor o menor grado en función de diversas variables tales como las características del estimulo fóbico, el grado de control percibido sobre la situación, la posibilidad percibida de escape, la presencia de señales de seguridad, el estado de ánimo y la existencia de circunstancias estresantes.

La conducta de evitación es reforzada negativamente, ya que previene el aumento de la ansiedad y, según la percepción del cliente, impide la ocurrencia de consecuencias aversivas. Ahora bien, la evitación contribuye a mantener las expectativas de peligro, ya que no permite comprobar hasta qué punto las expectativas de amenaza son realistas o no, e impide realizar determinadas actividades deseadas. Por otra parte, la fobia puede ser también reforzada positivamente por parte de otras personas y esto contribuir el mantenimiento de la misma. El miedo y la evitación de las situaciones temidas son socialmente mucho más admitidos en las mujeres que en los hombres, lo que podría explicar, junto a factores biológicos, la mayor proporción de aquellas entre las personas con FE.

Si las situaciones temidas no se pueden evitar, es posible que aparezca un sesgo atencional o hipervigilancia hacia los estímulos temidos, que puede facilitar el escape de la situación temida; sin embargo, los datos son contradictorios respecto a la existencia de este sesgo y la hipervigilancia parece no darse en ciertas FE como la fobia a la SID. Las conductas defensivas producen un alivio temporal del miedo, pero contribuyen a mantener la fobia.

Conviene tener en cuenta que las expectativas de peligro pueden ser conscientes o no. Las personas pueden responder a sus estímulos fóbicos incluso si estos no son percibidos conscientemente. Cuando a las personas se les presentan sus estímulos fóbicos de forma enmascarada o durante un tiempo tan corto que no pueden llegar a captarlos conscientemente, reaccionan con mayor sudoración o taquicardia que cuando se les presentan estímulos neutros.

Al igual que las conductas de evitación, las conductas defensivas ayudan a mantener las expectativas de peligro.

También ayudan a mantener las expectativas de peligro ciertos errores cognitivos: sobrestimar el riesgo, subestimar los propios recursos, percibir distorsionadamente el estimulo fóbico, atribuir erróneamente a la suerte que no haya ocurrido nada o fijarse sólo en la información que confirma las propias creencias y pasar por alto la información contraria a las mismas.

Finalmente, la fobia tiene una serie de consecuencias negativas, tales como la interferencia en el funcionamiento laboral, académico, familiar, social o de ocio de la persona, o en la salud física de ésta en el caso de la fobia a la SID, de la fobia dental o de la fobia a atragantarse. Estas consecuencias negativas pueden conducir a la búsqueda de ayuda para solucionar el problema.

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