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Los modelos explicativos del maltrato responden a dos niveles de análisis que intentan dar respuesta a dos interrogantes fundamentales: por qué aparecen contextos o personas que maltratan y por qué la experiencia de maltrato genera los efectos y consecuencias negativas descritas. El primer nivel trata de explicar el origen del maltrato y el segundo, los mecanismos explicativos de sus efectos.

En respuesta al primer interrogante, diversos modelos han intentado dar respuesta a esta cuestión centrándose en aspectos de contenido más social (Modelo sociológico), o psicológico (Modelo psicológico-psiquiátrico). Sin embargo, la complejidad y el número de variables que intervienen en este fenómeno han puesto de manifiesto la insuficiencia de estos modelos, aisladamente considerados, a favor de marcos explicativos más integradores. Uno de los modelos integradores que ha dado mayor cabida a las aportaciones de los modelos anteriores ha sido el Modelo Ecosistémico de Bronfrenbrener (Bronfenbrenner, 1979,1985). Tomando como base este modelo, se detallan la diversidad de variables implicadas en el maltrato (Bauer y Twentyman, 1985; Belsky, 1980; De Paúl, Arruabarrena, Álzate, Ortiz y Echebarría, 1998; Finkelhor, 1986; Marshall y Barbarie, 1990; Milner, 1993). La principal cualidad de esta aportación es la incorporación anidada de variables o factores de riesgo individuales, familiares, sociales y culturales, que de forma directa o interactiva se asocian al maltrato en diferentes sistemas de aproximación al niño: Macrosistema, contexto menos próximo a la persona, de contenido más inespecífico que se define por el conjunto de valores, ideologías, leyes, roles y costumbres de la cultura en la que el sujeto está inmerso (ej. legislación sobre el maltrato, valores y sensibilidad de la cultura sobre este asunto); Exosistema, nivel siguiente descrito en el modelo, referido al contexto social externo al niño que incide sobre los contextos inmediatos en el que se desarrolla, pero en el que no hay una participación directa del individuo (ej. familia externa, trabajo de los padres); Mesosistema, representado por el conjunto de relaciones que se establecen entre las realidades en las que el niño participa directamente (relación entre microsistemas) y finalmente, Microsistema, constituido por los escenarios que rodean al niño de forma más próxima y en el que éste está inmerso (ej. escuela, familia).

Para responder al segundo interrogante (por qué la experiencia de maltrato genera consecuencias negativas en la víctima), es necesario articular otro nivel de análisis que corresponde a cada uno de los modelos explicativos referidos a las distintas alteraciones psicopatológicas que han sido de alguna forma abordadas a lo largo de este manual. Por razones de extensión, no se podría hacer mención de cada uno de ellos, sin embargo, existen tres modelos especialmente relevantes en el ámbito del maltrato que podrían explicar, en gran medida, los efectos de la experiencia maltratadora: uno es el Modelo Transaccional de Estrés (Lazarus y Folkman, 1984) por el cual el desajuste entre los recursos de afrontamiento de un sujeto y las demandas procedentes de determinados acontecimientos vitales negativos (en este caso la vivencia del maltrato), genera unas consecuencias en el sujeto mediadas por aspectos de vulnerabilidad psicológica y variables fisiológicas, que producen alteraciones psicopatológicas.

El segundo modelo al que se hace referencia, es el que incorpora los mecanismos explicativos referidos al Trastorno de Estrés Postraumático (Hartman y Burguess, 1993; Yule y Smith, 2008), de gran incidencia principalmente en el abuso sexual. Según este modelo, los efectos de una experiencia traumática como el maltrato producen, a través de complejos mecanismos mnésicos, de condicionamiento y aprendizaje, un patrón sintomático caracterizado por reexperimentación del suceso traumático, evitación de los estímulos asociados al trauma y activación psicofisiológica. Un último modelo descrito que explicaría los efectos del abuso sexual es el Modelo Traumatogénico de Finkelhor (1988) que propone que el impacto psicológico del abuso genera alteraciones psicológicas a través de cuatro procesos: la sexualización traumática (interferencia del desarrollo sexual normalizado); la pérdida de confianza en el otro; la estigmatización (culpa, vergüenza, desvalorización) y el sentimiento de indefensión.

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