Cuando nos encontramos con alguien que no conocemos, lo primero que percibimos, aparte de su aspecto físico, es su expresión facial, su mirada, su postura, la forma en la que se mueve, la distancia que mantiene con nosotros ... , en resumen, su comunicación no verbal.
La comunicación no verbal es "el intercambio dinámico, y casi siempre cara a cara, de información mediante claves que no son palabras" (De Paulo y Friedman, 1998).
Y esa información es fundamental, porque nos sirve, entre otras cosas, para inferir qué emociones está sintiendo la otra persona en ese momento y cuáles son sus intenciones hacia nosotros.
Esa inferencia debe ser muy rápida, porque de ella dependerá nuestra forma de interactuar con el otro.
No reaccionaremos igual ante una persona si, al vernos, nos sonríe que si mira hacia otro lado, o si su expresión es de ira o de desprecio.
Tan importante es hacer un juicio rápido que a lo largo de la evolución hemos desarrollado la capacidad de captar señales amistosas o amenazantes en la expresión del otro en fracciones de segundo.
La expresión no verbal de emociones es una información básica en la percepción de otras personas, porque es anterior al lenguaje verbal en el desarrollo del individuo (y de la especie) y porque es relativamente automática.
De hecho, la gente en general suele pensar que la comunicación no verbal es espontánea (no intencionada) e incontrolable, y se fían de ella como expresión fidedigna de los sentimientos e intenciones de los demás, más que de sus palabras.
No obstante, los psicólogos sociales han demostrado que las personas regulan su conducta no verbal cuando les interesa disimular lo que sienten y aparentar lo que no sienten (capacidad que también se ha documentado en otros primates).
También son mejores mintiendo que detectando el engaño en otros (Bond y DePaulo, 2006). Esto se debe, en parte, a que la gente mantiene un esquema del "mentiroso" como persona cuyo sentimiento de culpabilidad se refleja en su comunicación no verbal, lo que dificulta el reconocimiento del engaño si el mentiroso es lo suficientemente hábil y no se ajusta a ese esquema.
Pero, incluso en el caso de expresiones espontáneas de lo que el individuo está sintiendo realmente, su carácter interactivo es obvio.
En su obra La expresión de las emociones en el hombre y en los animales, Darwin (1872) señala que un niño sonríe ante la persona que le ofrece un caramelo, pero no cuando está solo mientras lo saborea.
Las expresiones no son únicamente la manifestación de un estado interno, sino acciones que tienen una finalidad comunicativa en la interacción con los demás, señales sociales que reflejan nuestras intenciones, y que han sido adquiridas por nuestra especie a lo largo de su historia evolutiva (Fridlund, 1991).
Ese carácter interactivo de las expresiones hace que sean muy sensibles a factores situacionales y culturales.
Aunque parece haber cierto acuerdo en que determinadas emociones son universales, su expresión o inhibición, y también su interpretación por parte del perceptor dependen mucho del contexto y de las normas culturales (Russell, 1994).
Por ejemplo, hay culturas en las que está mal visto manifestar verbalmente emociones negativas (tristeza, enojo) en público; es el caso de las culturas colectivistas, que inhiben este tipo de expresiones, probablemente para mantener la armonía dentro del grupo (Fernández, Carrera y Sánchez, 2002).
La importancia del contexto en la interpretación del comportamiento no verbal se debe también a su ambigüedad. Para interpretar qué emoción y qué intención está expresando una mirada, por ejemplo, necesitamos saber quién está mirando a quién y en qué circunstancias. Sólo hay que pensar en el retrato de la Gioconda para darse cuenta de lo ambigua que puede ser una simple sonrisa.
En resumen, la comunicación no verbal es fundamental en la percepción de otras personas en cada encuentro con ellas porque nos transmite información sobre sus emociones y sus intenciones hacia nosotros. Aunque su expresión y su interpretación dependen mucho del contexto, el ser humano es capaz de captar esa información de una manera tan natural que ni siquiera es consciente de ello.