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Una de las consecuencias derivadas del fenómeno de la industrialización y la urbanización es la transformación de la comunidad y el nacimiento de las ciudades. Respecto a la ciudad, Wirth (1971) la definirá en función de tres características principales: densidad, heterogeneidad y número. La heterogeneidad sería el principal detonante de la segregación espacial en la ciudad y, por tanto, de la división del medio urbano en áreas naturales. En la ciudad, la solidaridad típica de la comunidad rural, la Gemeinschaft de Tonnies es sustituida por mecanismos de competición y de control social formalizado que obligan a que cada individuo deba afiliarse a una pluralidad de grupos que satisfacen diversas funciones que le son necesarias para su supervivencia.

En cuanto al número, la presencia de muchos habitantes en las ciudades provocará que el ciudadano esté condenado a encontrarse con casi todos, pero a permanecer siempre solo debido a que la relación con los demás se racionaliza y es cada vez menos emotiva. El contacto social en el medio urbano es en última instancia superficial, anónimo y rápido, tendencias agravadas por una alta densidad poblacional.

Dentro de las ciudades el barrio aparece como la principal unidad de análisis porque es considerado como un sistema social a pequeña escala que pone de evidencia las peculiaridades que le son propias y las diferencias de sus habitantes con el resto de los que integran la ciudad, aspectos todos ellos de interés para analizar el sentido de comunidad.

En cuanto al concepto de barrio y sus funciones, tampoco existe unanimidad. Se encuentra la acepción del barrio como lugar geográfico, es la idea de comunidad como lugar y la acepción del barrio como unidades muy heterogéneas en cuanto a los aspectos geográficos, los números y clases de personas que los habitan, el estatus socioeconómico de sus habitantes, sus edades, sus características socioculturales, las características de sus casas y hasta las normas que rigen la convivencia. Por lo que los distintos barrios se diferenciarían principalmente por tres elementos: aspectos físicos, desarrollo individual e identidad del grupo social. Con lo cual sería difícil distinguir este concepto del de comunidad.

Para Kirsners (1990) en el barrio hay que analizar cuatro elementos claves:

  1. Aspectos físicos tales como barreras arquitectónicas, uso del espacio, características del edificio, etc.
  2. Instituciones existentes bajo esa área.
  3. Factores sociodemográficos como la densidad de población, lugar de residencia, etc.
  4. Características de sus residentes.

En cambio, la definición de comunidad se centra más sobre interacciones, sentimientos, actitudes, percepciones y conductas de los individuos que suceden en un espacio determinado, donde se organizan unidades políticas, municipales o sociales que reflejan la estructura de vida durante un período determinado de tiempo. Los individuos forman una unidad y tienen un sentido de relación, interacción y cooperación necesarios para el funcionamiento de la comunidad.

En realidad, un barrio puede ser considerado como una comunidad, aunque el concepto de comunidad sea más amplio que el de barrio y aplicable a otros contextos. Como han señalado Altman y Wandersman (1987) los conceptos de barrio y comunidad como lugares geográficos y grupos de redes sociales y recursos son válidos teóricamente y útiles prácticamente.

La distinción planteada por Tonnies sobre comunidad y asociación se puede aplicar al concepto de barrio urbano, ambos aspectos son complementarios y se desarrollan de una manera dialéctica y dinámica. El barrio estaría caracterizado igualmente por una dimensión que abarcaría desde los elementos más comunitarios, de participación, contactos sociales, etc., hasta concepciones más individualizadas donde predominan los medios e instrumentos para conseguir los fines. Conforme aumentan los aspectos de identidad e intercambio social, más nos estamos acercando al elemento psicológico de la comunidad, al sentimiento del "nosotros".

Cuando predomina el control social formal, más nos acercamos al barrio caracterizado por su alto grado de coordinación en cuanto a recursos y medios para conseguir sus objetivos. La falta de asociación y comunidad conducen a la inestabilidad y desconexión en el barrio. En realidad, lo ideal es la conjunción de ambos conceptos y la integración de los elementos significativos que lo caracterizan.

El barrio urbano representa un sistema social en miniatura donde los individuos comparten el espacio y regulan sus interacciones.

Una definición ya clásica es la que considera el barrio como un área local que tiene barreras físicas, tejido social, uso de los recursos del área y connotaciones simbólicas y emocionales especiales para sus habitantes (Keller, 1968).

Para algunos autores, esta definición se corresponde más con los barrios tradicionales; en realidad existiría cierto sentimiento nostálgico por el barrio típico de hace algunas décadas, porque el barrio urbano moderno potencia más la movilidad individual y la búsqueda de recursos fuera del área propia del barrio, de esta forma los límites y el espacio geográfico cobran menos importancia. De la misma forma que no todos los residentes de un barrio son igualmente accesibles a las oportunidades o servicios del mismo y por lo tanto es difícil hacer una sobregeneralización concerniente con la vida del barrio.

Sin embargo y a pesar de estas consideraciones es interesante anotar que el barrio permanece como modelo de planificación urbana, formando la base para nuevas ciudades y es punto de interés para numerosos investigadores de diferentes disciplinas que han analizado, entre otros temas, el fenómeno del cambio en los barrios que han ido evolucionando hacia la ciudad moderna; las modificaciones a nivel de organización comunitaria; las creaciones de los centros urbanos; la participación y organización ciudadana; el incremento de la vida privada; la calidad de vida en el barrio; la generación de conflictos entre los residentes; la ayuda, cohesión y sentido de comunidad y un largo etcétera de temas que han suscitado el desarrollo y evolución del barrio urbano.

Así, en el contexto del barrio urbano encontramos que una adecuada organización incrementa y promueve el bienestar entre sus residentes y se convierte en un modelo de estrategia de afrontamiento frente a los estresores ambientales. Cuando se proporcionan las competencias necesarias para enfrentarse a las demandas del ambiente se ayuda al individuo o la comunidad activamente a desarrollar tareas que cambiarán el ambiente, por ello uno de los objetivos del interventor comunitario ha de ser la prevención, incrementando el funcionamiento individual y grupal a través de la acción directa y utilizando los recursos de la comunidad.

Los residentes no son simples reactores a las influencias externas, en definitiva, los barrios y comunidades pueden ser proactivamente cambiados para llegar a ser lugares donde la gente quiere vivir y donde pueden prosperar. En muchos aspectos, la calidad de vida en el barrio es y puede ser influida de forma importante por cómo los residentes se relacionan unos con otros como vecinos, cómo se tratan con el resto de la sociedad de la que forman parte y cómo cuidan de su ambiente físico.

Es decir, el sentido de comunidad, el tipo de barrio, las características de sus residentes pueden actuar como estrategias de afrontamiento o patrones de regulación de la vecindad que influyen en la satisfacción con el entorno y la calidad de vida.

Continuando con los sistemas de regulación de la vecindad Warren (1981) analizó la organización social de los barrios mostrando que ésta se encontraba relacionada tanto con la ayuda entre los residentes como con el sentimiento de bienestar en general y extrajo tres dimensiones que los caracterizaban:

  1. Interacción: Grado de intercambio social en el barrio.
  2. Identidad: Grado de identificación individual con el barrio.
  3. Conexión: Lazos de unión con su comunidad y con las organizaciones del barrio.

A partir de las variaciones de grado de estas dimensiones obtuvo seis patrones de diferentes tipos de barrio:

  • El barrio integral.- Es un área con altos niveles de contactos cara a cara, con normas y valores apoyados por toda la comunidad; existe cohesión, amistad y una fuerte asociación y participación tanto dentro del barrio como en organizaciones fuera del mismo.
  • El barrio localista.- Existe un alto grado de conexión dentro del área y escasa participación con el resto de la comunidad. Protege sus valores propios y en términos del autor "filtra" los valores externos que discrepan con los propios.
  • El barrio difuso.- No se encuentran representados los valores de los residentes locales y carece de participación social informal.
  • El barrio trampolín.- Es el formado por residentes con escasa integración dentro del área e interacción entre sus residentes, mientras que mantienen fuertes conexiones fuera del barrio.
  • El barrio transitorio.- Existe una baja interacción, participación e identidad. Es un área con una gran población en movimiento. Se corresponde con el típico modelo de "anonimato urbano".
  • El barrio anómico.- Carece de participación e identificación con el área local y el resto de la comunidad. Constituye un área completamente desorganizada y atomizada.

Esta clasificación ha recibido críticas de algunos autores que consideran que no se incluyen aspectos básicos como la calidad ambiental ni expresa suficientemente las consecuencias de las relaciones de los residentes con su barrio.

Atendiendo a este último aspecto Merry (1987) realiza su clasificación especificando las áreas donde puede emerger el conflicto con mayor o menor dificultad dependiendo del grado de control social que se pueda ejercer. De acuerdo con esto la clasificación incluye:

  • Barrios heterogéneos.- En composición social, diseño físico, valores, estilo de vida, perfiles de población, etc.
  • Barrios inestables.- Se caracterizan por un alto grado de movilidad de los residentes, no viven otros miembros de la familia, predominan los pisos de alquiler y existe incertidumbre respecto a las reglas que llegarán a prevalecer en los procesos sociales.
  • Barrios en transición.- Están sufriendo transformaciones que cambian el estilo de vida de los residentes, pasan de ser barrios tranquilos y silenciosos a ser bulliciosos, de estar aislados a constituirse en centro comercial, de acogida de población inmigrante, de encuentros de "botellón", etc.
  • Barrios con identidad y homogeneidad.- Tienen una historia particular, sus residentes tienen un tiempo alto de permanencia y conocen las reglas que rigen la vida en la vecindad.
  • Barrio privado.- Los residentes comparten estilos de vida similares, el sentido de pertenencia viene por una identidad social estable, ofrece paz sin interacción, prima la elección por el prestigio del barrio sobre la existencia de raíces o lazos familiares.

En los tres primeros tipos de barrio aumenta el anonimato y la impersonalidad, los residentes no se sienten responsables del barrio, ejercen poco control sobre su espacio y el control social informal (control interno impuesto por la propia vecindad) es escaso. En tales circunstancias en barrios urbanos los sentimientos sobre la falta de predicción, incertidumbre y escaso control influirán negativamente sobre el sentido de comunidad y la satisfacción con el barrio. En el caso del barrio homogéneo y con identidad existe un fuerte control social informal, un fuerte sentimiento de comunidad, y de satisfacción con el barrio. Por último el barrio privado, se caracteriza por un alto control social formal (control externo impuesto por entidades que no pertenecen al barrio, buena prestación de servicios, de recursos, etc.), los sentimientos de comunidad son menores que en el caso anterior, pero la similitud entre sus residentes permite que el nivel de incertidumbre sea bajo y que se sientan satisfechos con sus barrios.

En términos de prevención, para Caplan (197 4) los criterios para la acción social se deben dirigir a la reducción o modificación de las circunstancias ambientales inadecuadas, por ejemplo creando diseños ambientales adecuados a las necesidades y proporcionando recursos que permitan a los ciudadanos desarrollar competencias y sentimientos positivos a través del proceso de participación. De esta forma, el apoyo social, la creación de redes sociales y la participación comunitaria se convierten en ingredientes claves para aumentar el control social del ambiente residencial, entendido como la habilidad de los residentes de un área para regular las condiciones y circunstancias adversas de su barrio. Éste constituye un elemento esencial para prevenir la aparición de conflictos. En suma, la participación incrementa el sentido de control personal sobre el ambiente proporcionando estrategias para optimizar el mismo atendiendo a las necesidades y valores de sus residentes y creando un sentido de comunidad.

Varios significados se han atribuido al término participación comunitaria o ciudadana, la mayoría de los autores la consideran un proceso en el que los individuos comparten la decisión de involucrarse en las instituciones y programas del entorno que afectan a sus vidas; la participación refleja los esfuerzos realizados por los residentes de un barrio para mejorar sus condiciones individuales y comunitarias a través de la acción política en el sentido más amplio, por ejemplo organizarse para modificar los problemas ambientales (ej. problemas de ruido, aparcamiento, suciedad).

Existe una amplia evidencia empírica sobre el tema de la que se destacan algunas conclusiones:

  • La organización de los residentes por bloques permite maximizar la participación y las soluciones a los problemas del barrio.
  • La participación de los residentes a través de las organizaciones se han mostrado eficaces en la preservación del barrio, el uso del espacio y el aumento de la seguridad.
  • Los contactos sociales y las redes sociales que se crean en el barrio constituyen una fórmula de satisfacción con el entorno.
  • La existencia de amigos en el barrio y la satisfacción con los vecinos incrementa la satisfacción con la vivienda.

Para Sarason (1974) la tarea del interventor comunitario es movilizar al vecindario, utilizando para ello los recursos presentes con la finalidad de tratar de construir una comunidad. El hecho de elegir el barrio como unidad de acción se debe a que en él se encuentran las características necesarias para ello, por lo que únicamente será necesario el fomento de las relaciones de sociabilidad e intercambio informal entre los vecinos a través de las asociaciones tanto formales como informales que existan en el barrio, en caso de que éstas no existiesen sería preciso propiciar su creación y potenciar su desarrollo, para lo cual será imprescindible evaluar las necesidades de los vecinos.

Será a través de una relación duradera y consistente como se irá formando una percepción del barrio como algo propio de lo que el individuo se siente parte. A los demás miembros de la comunidad se les percibe como vecinos por lo que el individuo supone que comparte una misma experiencia subjetiva con el resto del vecindario. Se va consolidando una identificación de los sujetos con el espacio en que viven.

En definitiva, se entiende el vecindario o el barrio, como un sistema en el que todos los elementos están interconectados entre sí, siendo posible por tanto investigar los elementos que lo componen, las relaciones que se producen dentro de él, la importancia del entorno en el comportamiento de los residentes y sus condicionantes físicos (Gil, Pons, Grande y Marín, 1995).

Como puede verse, el concepto de barrio que aquí se presenta ha cambiado con respecto al concepto clásico, ya que deja de enfocarse exclusivamente a un contexto geográfico e incluye nociones tales como sentido de pertenencia para sus miembros, solidaridad o seguridad y se destaca la importancia del apoyo entre los vecinos como característica fundamental de la vida grupal.

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