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El término prevención, en cualquiera de los ámbitos de la vida a que se aplique, es uno de los conceptos más fáciles de manejar y de ser utilizado de manera informal y, a la vez, uno de los conceptos más difíciles de concretar en su aplicabilidad y en la evaluación de su eficacia. En el caso del maltrato infantil resulta obvio que, una vez ocurrida la agresión física, la severa situación de negligencia, o el abuso sexual, el daño producido es muy difícil de reparar y que las consecuencias y secuelas pueden resultar de un alto nivel de gravedad. Los profesionales de la protección infantil saben que en la mayoría de las ocasiones no existen "buenas soluciones", sino que se trata de elegir cuál de las alternativas posibles (separación, mantenimiento en la familia, acogimiento en la familia extensa, etc.) es la menos negativa o la que genera menor riesgo para el niño.

Sin embargo, es necesario ser realistas y saber que en protección infantil, la intervención preventiva se enfrenta a dos problemas:

  1. La complejidad de los modelos explicativos del maltrato infantil y el relativo desconocimiento de los verdaderos agentes causales que actúan en cada una de las múltiples situaciones de desprotección (De Paúl, 2001 ).
  2. La limitada capacidad de predicción de los supuestos factores de riesgo y/o de los marcadores que preceden a la aparición del maltrato infantil y la escasa capacidad para implicar en un programa de intervención preventiva a las presentan factores de riesgo.

Resulta necesario tratar de identificar los factores que anteceden o están asociados a las situaciones de maltrato de manera que se pueda conocer el riesgo de que en el futuro se produzca el problema en un grupo social o en un individuo y, por tanto, se puede predecir, detectar y prevenir el mismo. Son clásicos los dos tipos de estrategias preventivas aplicables a la mayoría de los problemas sociales y, en este caso a la desprotección infantil (Butchart, Harvey, Mian y Fürniss, 2006).

Prevención Primaria. Se trataría de evitar la existencia de una serie de situaciones sociales, de promover cambios de actitudes, de modificar algunas formas de relación social, familiar y económica, etc. que se supone que provocan la aparición de otra serie de problemas más concretos y específicos, que a su vez, provocarían el que determinados sujetos se situaran en una situación de riesgo concreto para el maltrato infantil. Algunos ejemplos concretos de actuación los encontraríamos en la reducción de aquellas situaciones que favorecen el alcoholismo y las toxicomanías, la erradicación de situaciones de pobreza, la disminución de los embarazos no deseados, la disminución de situaciones de aislamiento social, la puesta en marcha de programas de protección social general, etc. Otro tipo de objetivos más centrados en el ámbito de la protección infantil son la modificación, si es que fuera necesario, de las actitudes existentes en cada grupo social hacia el castigo físico, la reducción de las relaciones de violencia en la vida familiar, el conocimiento de las necesidades de los niños, etc.

Prevención Secundaria. Se centra en el reconocimiento de la existencia de una serie de grupos sociales, familias o individuos con características que les hace ser catalogados como "alto-riesgo" para desarrollar el problema del maltrato. La estrategia de prevención secundaria en protección infantil tendría como objetivo (1) identificar "comunidades" en mayor riesgo y proporcionar los servicios preventivos a toda la comunidad y/o (2) identificar individuos o familias en mayor riesgo y promover que tengan acceso a los servicios preventivos (Oids, Henderson, Chamberlin y Tatelbaum, 1988; Duggan, Fuddy, Burrell, Higman, McFarlane, Windham y Sia, 2004).

Identificar familias en riesgo implica manejar y aplicar el concepto de "alto-riesgo" que supone asumir la pertinencia de predecir que algunas personas o familias tienen más probabilidad de tener problemas de desprotección infantil. Deben tenerse en cuenta dos conceptos claves:

  1. Sensibilidad: la capacidad de seleccionar a todas las personas o familias que van a desarrollar el problema en el futuro.
  2. Especificidad: la capacidad de seleccionar sólo a las personas o familias que van a desarrollar el problema en el futuro.

Por razones de tipo técnico y de tipo ético, el objetivo de cualquier programa es seleccionar antes de que se produzca la desprotección, a todas (sensibilidad) las familias en que se va a producir este problema y sólo a ellas (especificidad). Sin embargo, en la actualidad resulta imposible establecer dicha predicción con la precisión deseada, lo que supone que la estrategia preventiva debe aplicarse entendiendo que se trabajará con un cierto número de "falsos positivos" (sujetos que presentan factores de riesgo pero que no hubieran desarrollado el problema de desprotección infantil) y sin un cierto número de "falsos negativos" (sujetos que hubieran desarrollado el problema de desprotección pero que no presentaban los factores de riesgo seleccionados).

Desde el inicio de la preocupación por desarrollar programa de prevención, se elaboraron listados de factores de riesgo que ayudaban a mejorar la sensibilidad y especificidad (Browne, Davis y Stratton, 1988; Olds y Henderson, 1989) en la selección de las personas a quienes se les ofrece la participación en estos programas.

Algunos de los utilizados son los siguientes:

  • Paternidad/maternidad adolescente (edad inferior a 20 años) sin suficientes apoyos externos.
  • Historia de desprotección o institucionalización en la infancia de los padres y madres.
  • Historia de desprotección hacia otros hijos o hijas en el pasado.
  • Conducta delictiva o violenta en los progenitores.
  • Abuso de drogas o alcohol en los progenitores.
  • Enfermedad mental, retraso intelectual o problemas significativos de malestar emocional en los progenitores.
  • Padres y madres con escasas habilidades parentales.
  • Falta de apoyo social.
  • Problemas serios de salud o discapacidades en el niño o niña.
  • Marginación social, dificultades económicas, desempleo.
  • Elevado nivel de estrés.
  • Familias monoparentales sin apoyos.
  • Familias con antecedentes de violencia de pareja.

Los programas de prevención secundaria en casos de desprotección infantil suelen tener como objetivo principal el mejorar el funcionamiento y las habilidades de relación interpersonal de los padres y madres y las familias. Los programas de este tipo que se han llevado a cabo (Cerezo, Dolz, Pons-Salvador, y Cantero, 1999) suelen tener objetivos similares y, entre ellos, pueden señalarse los siguientes:

  • Aumentar el conocimiento de los padres acerca de las necesidades y desarrollo infantil.
  • Mejorar las habilidades de los padres para afrontar el cuidado y la atención de los niños, y el abordaje de los problemas específicos que puedan plantear sus hijos.
  • Mejorar la vinculación y comunicación padres-hijos, especialmente en los primeros años de vida del niño.
  • Mejorar el apoyo social de la familia.
  • Reducir fuentes de estrés.
  • Mejorar el acceso de la familia a los servicios comunitarios.
  • Garantizar que el niño recibe una atención adecuada y detectar precozmente situaciones de desprotección.
  • Mejorar las habilidades de los padres para la organización doméstica.

Es importante tener en consideración que, al igual que en otros ámbitos de la intervención psicosocial, los programas de prevención secundaria de la desprotección infantil tienen que respetar una serie de condiciones para su adecuada aplicación y eficacia (Oids, Henderson, Chamberlin y Tatelbaum, 1988; Olds y Henderson, 1989):

  • La participación de las familias o de los padres y madres debe ser de carácter voluntario.
  • Deben de estar propuestos desde entornos normalizados, siendo los idóneos en protección infantil los servicios de atención ginecológica durante la atención al embarazo y el ámbito educativo en los momentos de inicio de la escolarización.
  • Debe hacerse un especial esfuerzo en el desarrollo de las actividades para motivar a las familias en su participación y en la aceptación de la oferta de ayuda.
  • Parece adecuado proponer una combinación de intervenciones grupales con intervenciones individuales y una combinación de recursos de apoyo, educativos y terapéuticos.
  • En este tipo de programas adquiere mucha importancia la intervención en el domicilio, por su eficacia y por su utilidad para reducir las tasas de abandono.

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