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El desarrollo conceptual constituye uno de los aspectos centrales de la cognición y su desarrollo.

Los conceptos constituyen el mecanismo cognitivo por el que somos capaces de dar sentido de forma económica a la gran cantidad de información a la que estamos sometidos continuamente permitiendo captarla y procesarla de forma selectiva y discriminativa.

Este sistema de conceptos que obtiene la máxima información con los mínimos recursos cognitivos va más allá de la mera categorización de la experiencia.

Los conceptos  sirven de forma muy directa a la comprensión, aportando el conocimiento relevante que nos permite relacionar lo nuevo (nuevas experiencias) con lo antiguo, modificando u organizando el conocimiento y el sistema conceptual previo por ello los conceptos constituyen una base para el aprendizaje.

Otra importancia función relacionada es la inferencial: cuando algo se ha asignado a una determinada categoría conceptual pueden hacerse predicciones sobre sus propiedades o su conducta.

Los conceptos están implicados en nuestra capacidad para razonar y para explicar los sucesos del entorno. Usamos conceptos para definir metas y planificar la conducta. Tienen mucho que ver con el lenguaje ya que están en el centro de los procesos de comunicación.

Todas las formas y niveles de pensamiento surgen y se desarrollan sobre la base de un determinado sistema de conceptos que a su vez evoluciona y se enriquece en paralelo a las crecientes capacidades intelectuales del niño.

El desarrollo conceptual está ligado en sus inicios al desarrollo de la capacidad simbólica (capacidad de crear representaciones mentales acerca de objetos y sucesos no presentes).

Para Piaget el verdadero pensamiento surge a partir de la función simbólica (hacia el final del segundo año) al posibilitar formas de representación que trascienden las categorías meramente perceptivo-motoras del periodo sensorio-motor para propiciar el desarrollo de la categorización propiamente conceptual.

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