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Los modelos biológicos de la inteligencia son herederos de Galton en su vertiente geneticista, centrándose en lo que Hebb denominó Inteligencia A y que requiere la “posesión de un buen cerebro y un buen metabolismo neural”. La perspectiva biológica de la inteligencia está orientada hacia el estudio del funcionamiento del cerebro con relación a los procesos fisiológicos que podrían sustentar un rendimiento intelectual más eficiente. Esta eficiencia se puede entrenar.

2.1 La velocidad de conducción nerviosa

Según los estudios de TR, TRE y TI, la velocidad de conducción nerviosa parece estar relacionada con la inteligencia valorada psicométricamente, de forma que, a mayor inteligencia, mayor rapidez y consistencia (menos oscilaciones) en el tiempo empleado en emitir una respuesta ante estas tareas simples. Sin embargo, el hecho de que las correlaciones halladas entre g y los mencionados parámetros rara vez supere el 0,5, hace pensar que la inteligencia medida psicométricamente es un concepto más amplio que no queda circunscrito a la velocidad de transmisión neural.

2.2 Los potenciales evocados

Registran la actividad cerebral durante la realización de una tarea concreta. Desde las investigaciones que han relacionado las características de los potenciales evocados (PE) e inteligencia, se pone de manifiesto que existe una correlación negativa entre el nivel de inteligencia y la latencia y la variabilidad de los PE. En el caso de la medida de los PE referida a la amplitud, la correlación con la inteligencia sigue siendo negativa en el caso de que los estímulos ante los que el sujeto reacciona sean esperados, sin embargo, ante estímulos inesperados las personas más inteligentes presentan una mayor amplitud en sus PE (correlación positiva ante estímulos inesperados y el CI). Dos teorías, las propuestas por Schafer (Estabilidad o Adaptabilidad Neural) y Hendrickson y Hendrickcon (Eficiencia Neural) tratan de justificar estos datos.

Parece que el concepto de inteligencia biológica engloba dos características principales. Por un lado, una transmisión neuronal con un mínimo de errores, y por otro, la capacidad de aplicar de una manera eficiente los recursos energéticos disponibles en el cerebro.

2.3 El consumo de energía

Respecto al consumo de energía cerebral y su relación con la inteligencia, los datos parecen apuntar dos hechos:

  1. Que cuanto mayor es el consumo energético (glucosa) en determinadas zonas del cerebro, mayor es la actividad de las neuronas allí situadas.
  2. Que los cerebros de las personas más inteligentes, en comparación con los de personas menos inteligentes, consumen menos glucosa ante tareas que no conllevan mucha dificultad o sobre las que ya tienen práctica; así pues, podemos decir que tanto la práctica como una mayor inteligencia son factores que reducen el consumo de energía cerebral.

2.4 Las redes neuronales

Aunque la supremacía de la inteligencia humana se debe, en gran medida, a la diferencia que mostramos con los animales en la zona del neocórtex cerebral, la clave del aprendizaje y de la memoria está situada en las relaciones neuronales, más que en las neuronas individuales, de forma que es la interconexión neuronal, las redes neuronales, el aspecto fundamental en eficacia intelectual.

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