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La heroína es una droga altamente adictiva, es la más consumida y la que más rápida adicción provoca del grupo de los opioides. Se obtiene por síntesis a partir de la morfina. Aunque la pureza de la heroína la calles es cada vez mayor, habitualmente se mezcla con azúcar, leche en polvo, quinina, etc. A veces también se mezcla con estricnina y otros venenos que ponen en grave riesgo la vida de los consumidores. Además, el consumo de heroína conlleva con frecuencia la transmisión del virus del SIDA y otras enfermedades muy costosas para la sociedad que convierten a esta droga en la más difícil, sanitaria y socialmente hablando, de tratar entre las drogas ilegales. Debemos señalar que nuestro país es el primero el porcentaje de SIDA en Europa y el tercero de los países desarrollados.

Efectos a corto plazo

Al poco tiempo de consumir la droga cruza gran facilidad la barrera hematoencefálica. En la gran mayoría de los casos, el heroinómano se inyecta hasta cuatro veces al día. La autoadministración intravenosa proporciona una mayor intensidad y un pronto comienzo de euforia alrededor de los siete u ocho segundos, sin embargo cuando se esnifa o se fuma los efectos más intensos se consiguen a los 10 o 15 minutos.

Todas estas formas de autoadministración son altamente adictivas.

Cuando la heroína llega cerebro, se disocian las dos moléculas de morfina y se unen a los receptores opioides, principalmente a los subtipos mu, que se consideran los sitios de inicio de los efectos reforzantes de esta droga. La subida eufórica normalmente se acompaña de una cálida sensación que parece propagarse por toda la piel, sequedad en la boca y de pesadez en las piernas, y a veces nauseas y picores intensos. Después de estos efectos iniciales, habitualmente los consumidores parece amodorrados durante horas, además, las funciones mentales disminuyen y latido cardiaco y la respiración se enlentecen a veces demasiado.

Efectos a largo plazo

El efecto principal a largo plazo del consumo de heroína es la adicción a la misma, esta patología es una enfermedad crónica y está caracterizada por una búsqueda compulsiva de la droga y cambios neuroquímicos cerebrales.

El consumo crónico también produce una tolerancia y dependencia física acusada que son poderosos factores motivadores. Como ocurre en otras muchas drogas, el heroinómano progresivamente dedica la mayor parte de su tiempo a buscar la droga para su autoadministración, con el tiempo, su único objetivo vital es un tener la droga, y se puede afirmar que la droga a cambiado su cerebro de forma literal. La dependencia física conlleva la adaptación del organismo a la presencia de la droga, lo que supone que se precipita un síndrome de abstinencia si la misma está ausente, con frecuencia, los efectos más severos alcanza su cuota máxima a las 24 o 48 horas desde la última dosis, aunque muchos síntomas persisten durante una semana e incluso algunos síntomas persisten durante meses. La sintomatología del síndrome retirado de la heroína no conlleva peligro para la vida del adicto si está sano en general, pero puede causar la muerte del feto en madres heroinómanos.

Es bastante común pensar que la dependencia física y la posibilidad de sintomatología de abstinencia son los aspectos clave de la adicción heroína, sin embargo muchas personas deben mantenerse en tratamiento del dolor con opioides durante mucho tiempo y no suelen tener problemas para dejar los opioides, una vez resuelto el problema de dolor por otros medios. Éste y otros hechos sugieren que los pacientes con dolor crónico no tienen problemas importantes con la retirada de los opioides porque solamente buscarían aplacar su dolor, mientras que los adictos buscan también la subida eufórica.

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