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Durante el embarazo, la fisiología de la madre cambia a medida que el efecto se va desarrollando, de este modo, la madre puede hacerse más susceptible a los efectos tóxicos de las drogas. Por otro lado, casi todas las drogas psicoactivas pasan con facilidad la placenta y puede acumularse en cantidades apreciables y afectar al desarrollo del feto.

El feto tiene un flujo cerebral sanguíneo mayor, una menor tasa de desarrollo de la barrera hematoencefálica, menos proteínas plasmáticas que se unan a las drogas para inactivarlas, menos niveles enzimáticos del sistema microsomales hepático y una excreción más lenta. Por todo ello el feto es especialmente vulnerable a los efectos tóxicos de las drogas. Como consecuencia, las drogas pueden causar efectos teratogénicos que producen anomalías en el desarrollo. Es conocido en animales y humanos que el alcohol y los opiáceos tienen propiedades teratógenas las cuales se traducen en déficits motores y del aprendizaje, además de retraso mental.

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