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El estudio del proceso emocional ha seguido dos direcciones distintas:

  • El estudio dimensional de las emociones, que tiene su fundamentación en la existencia de importantes diferencias individuales en las emociones que las personas adultas llegan a desarrollar, por lo que se considera que el empleo de categorías discretas no es la mejor forma de describir la realidad. En su lugar, se utilizan dimensiones generales que definen el mapa de todas las posibles emociones que pueden ser desplegadas
  • El estudio de las emociones discretas o específicas, por el contrario, parte de la existencia de características únicas y distintivas para cada categoría emocional, lo que permite hablar de emociones discretas a pesar de las diferencias individuales que surgen en el desarrollo personal de cada una de ellas.

4.1. Emociones dimensionales

Defendida en primer lugar por Wundt, entre los diferentes autores parece existir un acuerdo generalizado a la hora de identificar las dimensiones que delimitan el campo afectivo. Son las siguientes:

  • El eje de valencia afectiva, que va del agradable al desagradable –placer al displacer-, y que permite diferenciar las emociones en función de que su tono hedónico sea positivo o negativo
  • El eje de activación, que va de la calma al entusiasmo, y que permite diferenciar las emociones por la intensidad de los cambios fisiológicos entre las condiciones de tranquilidad o relajación, y el de extrema activación o pánico incontrolable
  • El eje de control, que va del extremo controlador de la situación al extremo contrario de controlado por la situación, y que permite diferenciar las emociones en función de quién ejerza el dominio, la persona o la situación desencadenante

El principal atractivo de las propuestas dimensionales es que pueden dar explicación de un número infinito de estados emocionales y proporcionan un esquema para delimitar similitudes y diferencias entre las emociones.

Pero las dimensiones bipolares no son la única propuesta dimensional que se ha desarrollado. Gilboa y Revelle realizaron una investigación para comprobar la hipótesis de que la independencia de las emociones de tono hedónico positivo y negativo podría ser demostrada no sólo en la estructura, sino también en el patrón temporal de las respuestas emocionales.

De este modo, tendríamos dos dimensiones unipolares para definir la valencia afectiva. Por una parte, una dimensión formada por las emociones de tono hedónico negativo que son emociones desagradables, que se experimentan cuando se bloquea una meta, se produce una amenaza o sucede una pérdida. Y una segunda dimensión formada por las emociones de tono hedónico positivo que son las emociones agradables, que se experimentan cuando se alcanza una meta.

De esta forma, las emociones positivas y las negativas, además de en su desigual duración (las negativas son más prolongadas en el tiempo que las positivas), también se diferencian con respecto a la necesidad y urgencia de movilizar afrontamientos. Ya que es en las emociones negativas en las que no se puede alcanzar una meta, en la únicas que es urgente movilizar planes y acciones para intentar conseguir la citada meta; cosa que no ocurre en las positivas, frente a las que, y dada su brevedad, sólo nos queda el recuerdo como forma de prolongar sus efectos gratificantes. Por otra parte, muchas emociones no son totalmente positivas o negativas sino que poseen en un cierto grado cualidades de ambas dimensiones.

4.2. Emociones discretas

El estudio de las emociones discretas o específicas tiene su origen en el hecho de que, al menos, algunas emociones poseen características distintivas en alguno o varios de sus elementos.

Entre estas características se han utilizado, por ejemplo, la correspondencia entre el tipo de afrontamiento, es decir, la movilización para la acción que producen, y la propia forma emocional. Por ejemplo, la movilización típica del miedo es siempre una huída o evitación de la situación desencadenante, mientras que el resto de las emociones no presentan este afrontamiento, lo que le hace a ésta una característica distintiva de la emoción de miedo. Otras características en las que se ha basado estas clasificaciones de las emociones, son, por ejemplo, el hecho de que algunas emociones poseen una forma de expresión facial concreta y unívoca, y que ésta sea reconocida a lo largo de diferentes culturas, es decir, que su expresión tenga un carácter universal. O el que presenten un procesamiento cognitivo propio y distintivo de las restantes emociones.

Criterios utilizados para diferenciar las emociones discretas:

CRITERIOS AUTORES Y EMOCIONES "BÁSICAS"
Afrontamiento Arnold (1960): amor, aversión, desaliento, deseo, desesperación, esperanza, ira, miedo, odio, tristeza y valor.
Expresión facial Ekman, Friesen y Ellsworth (1982): ira, alegría, miedo, asco, sorpresa y tristeza.
Procesamiento Izard (1991): alegría, ansiedad, culpa, desprecio, asco, exitación, ira, miedo, sorpresa, vergüenza.
Relación con instintos Mcdougall (1926): asombro, euforia, ira, miedo, asco, sometimiento y ternura.
Innatos Mowrer (1960): dolor y placer
Sin contenido proposicional Oatley y Johnson-Laird (1987): felicidad, ira, miedo, asco y tristeza.
Adaptación biológica Plutchik (1980): aceptación, alegría, expectación, ira, miedo, asco, sorpresa y vergüenza
Descarga nerviosa Tomkins (1984): ansiedad, desprecio, interés, ira, alegría, miedo, asco, sorpresa y vergüenza.
Independencia atribucional Weiner (1986): culpa, desesperanza, felicidad, ira, sorpresa y tristeza.

4.2.1. Emociones primarias

Unas cuantas emociones discretas emergen en los primeros momentos de la vida, entre las que se incluyen la sorpresa, el asco, el miedo, la alegría, la tristeza y la ira. Son las consideradas emociones primarias.

Cada una de estas emociones primarias se corresponden con una función adaptativa (ya lo vimos en el epígrafe 3), y, además, poseen condiciones desencadenantes específicas y distintivas para cada una de ellas, un procesamiento cognitivo propio, una experiencia subjetiva característica, una comunicación no verbal distintiva y un afrontamiento diferente.

4.2.2. Emociones secundarias

Existe otra serie de emociones secundarias que son fruto de la socialización y del desarrollo de capacidades cognitivas. Estas emociones, también denominadas sociales, morales o autoconscientes corresponden con la culpa, vergüenza, orgullo, celos, azoramiento, arrogancia, bochorno, etc. Estas emociones comienzan en torno a los dos años y medio de edad o los tres años. Son necesarias tres condiciones primarias para la aparición de estas emociones:

  1. En primer lugar, es necesaria la aparición de la identidad personal
  2. En segundo lugar, el niño debe estar iniciando la internalización de ciertas normas sociales (lo que está bien y lo que está mal)
  3. Por último, debe ser capaz de evaluar su identidad personal de acuerdo a estas incipientes normas sociales.

Por encima de las posibles diferencias individuales, las emociones primarias tienen características que las diferencian de los restantes fenómenos afectivos, como son: la presencia de las mismas en otros primates, poseer señales universales distintivas, tener situaciones desencadenantes particulares, una fisiología distintiva, un procesamiento automático, una apariencia distintiva de desarrollo, una aparición rápida, una duración breve, una ocurrencia inesperada y tener una experiencia subjetiva característica.

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