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En su obra “La expresión de las emociones en el hombre y los animales”, Darwin considera la emoción como una manifestación de la mente, y puesto que hombres y animales, expresan emociones semejantes, esto debería probar la continuidad evolutiva.

Darwin ofrece tres principios interpretativos de las emociones que se consideran vigentes:

  1. "hábitos útiles asociados": reconoce en la expresión emocional su función adaptativa, desarrollada inicialmente por aprendizaje, para convertirse finalmente en un rasgo heredado y transmitido de generación en generación.

  2. "antitésis": entiende la expresión conformada por categorías expresivas morfológicamente opuestas (así la expresión de alegría se caracteriza, entre otros rasgos por la elevación de la comisura de los labios, mientras que la tristeza muestra un patrón expresivo antitético, descenso de las comisuras labiales).

  3. "acción directa del sistema nervioso": se refiere a la coordinación de los principios anteriormente expuestos, así como una asociación a marcados cambios fisiológicos que posibilitan la secuencia adaptativa-expresiva.

Al considerar la emoción como una función adaptativa, surge una línea de investigación representada por las posturas neodarwinistas que se basan en considerar las emociones como reacciones adaptativas para la supervivencia, heredadas filogenéticamente y desarrolladas ontogeneticamente, y con bases expresivas y motoras propias, universales, y además consideran que existe un número determinado de emociones.

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