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Comer es una de las cosas más importantes que hacemos y también puede ser una de las más placenteras. Gran parte de lo que un animal aprende a hacer está motivado por la lucha constante para obtener comida. El control de la conducta de la ingesta de alimentos es aun más complicado que el de la ingesta de líquidos y de sodio. Se puede conseguir el equilibrio hídrico mediante la ingesta de dos ingredientes, agua y cloruro sódico pero al comer se ha de obtener una cantidad adecuada de carbohidratos, grasas, Aa, vitaminas y otros minerales además de sodio. De este modo nuestras conductas de ingestión de comida, resultan más complejas.

Al comer incorporamos a nuestro organismo moléculas que alguna vez formaron parte de otros organismos vivos, plantas y animales. Ingerimos dichas moléculas por dos motivos: para construir y mantener nuestros propios órganos y con el fin de obtener energía para los movimientos musculares y para mantener nuestro cuerpo caliente. En otras palabras, necesitamos materiales de construcción y combustible.

Nuestras células tienen que abastecerse de combustible y de oxígeno para poder mantenerse vivas. Obviamente, el combustible procede del tubo digestivo. Ha de existir un depósito que almacene los nutrientes para mantener alimentadas a las células del cuerpo cuando los intestinos están vacíos. Existen dos depósitos de reservas: uno a corto plazo y otro a largo plazo (en el primero se almacenan carbohidratos y en el segundo, grasas).

El depósito a corto plazo se halla en las células del hígado y los músculos y contiene un carbohidrato llamado glucógeno. El depósito de reservas de grasas a largo plazo es el que nos mantiene vivos durante los periodos de ayuno. Cuando nos despertamos por la mañana nuestro cerebro vive de la glucosa que libera el hígado. Las demás células se mantienen vivas por los ácidos grasos.

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