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La Teoría de James-Lange

La teoría postula que las situaciones generadoras de emociones provocan una serie de respuestas fisiológicas apropiadas, como temblores, sudor y aumento de la frecuencia cardíaca. También provocan conductas como cerrar los puños o luchar.

El cerebro recibe retroalimentación sensitiva de los músculos y los órganos que producen dichas respuestas, y es esta retroalimentación lo que constituye nuestra vivencia de la emoción.

James sostiene que nuestras sensaciones o vivencias emocionales están basadas en lo que vemos que estamos haciendo y en la retroalimentación sensitiva que recibimos de la actividad de nuestros músculos y órganos internos. Por lo tanto, las pautas de respuestas emocionales y las expresiones de las emociones originan un tercer aspecto: los sentimientos o vivencias emocionales.

Un acontecimiento en el entorno desencadena respuestas comportamentales, neurovegetativas y endocrinas. La retroalimentación de estas respuestas produce sentimientos emocionales.

Retroalimentación de las emociones simuladas

James destacó la importancia de dos aspectos: las conductas emocionales y las respuestas neurovegetativas. Un determinado grupo de músculos nos ayudan a comunicar nuestro estado emocional a otras personas. Varios experimentos sugieren que la retroalimentación que aporta la contracción de los músculos faciales puede afectar al estado de ánimo de las personas e incluso alterar la actividad de su sistema neurovegetativo.

Ekmas y sus colaboradores pidieron a un grupo de sujetos que movieran determinados músculos faciales para simular las expresiones emocionales. No informaron a los sujetos sobre las emociones sino solo de los movimientos que tenían que hacer.

Mientras que los sujetos hacían los movimientos, los investigadores registraban varias respuestas fisiológicas controladas por el sistema neurovegetativo.

Las expresiones simuladas alteraban la actividad del sistema neurovegetativo y de hecho, las distintas expresiones faciales producían patrones de actividad hasta cierto punto distintos.

Quizás la conexión es el resultado de la experiencia, en otras palabras: puede ser que el que ocurran determinados movimientos faciales junto con cambios en el sistema neurovegetativo ocasione un condicionamiento clásico, de tal manera que la retroalimentación de los movimientos faciales llega a ser capaz de provocar la respuesta neurovegetativa. O quizás la conexión es innata.

El valor adaptativo de las expresiones emocionales radica en que comunican sentimientos e intenciones a los demás. Las investigaciones revisadas sobre el papel de las neuronas especulares y de la corteza somatosensitiva sugieren que una de las maneras en que comunicamos sentimientos es mediante la imitación inconsciente.

La tendencia a imitar las expresiones de otras personas parecer ser innata. Field y sus colaboradores hallaron que incluso los niños recién nacidos tendían a imitar las expresiones que veían. Es obvio que el efecto se producía en un momento demasiado temprano de la vida como para deberse a un aprendizaje.

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