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A partir de los años 30, pues, aparece en escena una nueva hornada de psicólogos norteamericanos que, aun llamándose a sí mismos conductistas y considerándose en términos generales seguidores del programa promovido por Watson, se propusieron explícitamente modificarlo de distintas maneras con el fin de corregir o completar lo que percibían como sus principales insuficiencias. Dos grandes orientaciones han solido reconocerse dentro de este nuevo grupo de conductistas o «neoconductistas»: la primera es la conocida como conductismo metodológico, que se caracterizará, como veremos, por intentar dar un mayor contenido teórico a las propuestas watsonianas sin renunciar al ideal de objetividad metodológica que éstas incluían; la segunda es la llamada conductismo radical, encarnada en la figura de Skinner, que supondrá una reacción contra lo que a su juicio era el exceso de teoría auspiciado por el conductismo metodológico y un regreso, en consecuencia, al plano de lo observable en el que Watson había querido situar la indagación psicológica. A esta distinción entre conductismo metodológico y conductismo radical nos atendremos en la exposición que sigue.

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