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3.1 Estrés y Salud

Las tres principales causas de muerte en los países más avanzados son las enfermedades del corazón, el cáncer y los accidentes cerebrovasculares. El estrés es uno de los principales factores de riesgo de estas alteraciones, contribuyendo además indirectamente al favorecer la presencia de otros factores de riesgo relevantes (hipertensión, fumar, obesidad). El estrés aumenta la vulnerabilidad del organismo a desarrollar trastornos de la salud que pueden resultar mortales y de otros que no son mortales pero que deterioran notablemente el funcionamiento normal, el bienestar y la calidad de vida de las personas que lo padecen (asma, dolor crónico, alteraciones gastrointestinales, insomnio, alcoholismo) y en otros casos, no llega a propiciar enfermedades pero sí ocasiona experiencias negativas o poco gratificantes (menos energía, empeora el estado de ánimo, tensión muscular…).

Se ha observado que el estrés está relacionado con trastornos psicológicos (T. de ansiedad, depresión, etc.) tanto en su etiología, desarrollo y mantenimiento, como en su tratamiento.

En líneas generales, se produce un sobrefuncionamiento de diversos sistemas del organismo (rama simpática sistema nervioso autónomo, sistema somático) y un debilitamiento del sistema inmunitario, aumentando la probabilidad de que se presenten o se agraven trastornos:

Principales alteraciones de la salud relacionadas con el estrés (Labrador, 1992):

Trastornos cardiovasculares

⇒ Hipertensión; Enfermedad coronaria (angina de pecho, infarto de miocardio)

⇒ Taquicardia; Arritmias cardiacas episódicas; Enfermedad de Raynaud

Trastornos respiratorios

⇒  Asma bronquial; Síndrome de hiperventilación

⇒ Otros: taquipnea, dificultades respiratorias episódicas(disnea) sensación de opresión torácica

Trastornos inmunológicos

⇒ Gripe, herpes, tuberculosis

⇒ Cáncer; SIDA

Artritis reumatoide  
Trastornos endocrinos

⇒ Hipertirioidismo Hipotiroidismo;

⇒ Síndrome de Cushing

Diabetes e hipoglucemia  
Trastornos dermatológicos

⇒ Prurito; Sudoración excesiva; Dermatitis atípica

⇒ Otros: alopecia, urticaria crónica, hipersecreción de grasa cutánea 8seborrea, acné,), rubor facial

Dolor crónico y cefaleas

⇒ Cefalea: tensional, migrañosa, mixta

⇒ Dolor crónico: lumbalgia, dismenorrea etc.

Trastornos musculares

⇒ Aumento del tono muscular; Tics, temblores y contracturas musculares mantenidas

⇒ Alteración de los reflejos musculares

Trastornos bucodentales

⇒ Bruxismo

⇒ Liquen plano oral

Trastornos sexuales

⇒ Impotencia; Eyaculación precoz; Coito doloroso; Vaginismo;

⇒ Alteraciones de la libido

3.2 Estrés y rendimiento

El estrés puede favorecer o perjudicar el rendimiento de las personas en tareas de distinto tipo a través del nivel de activación general.

Nivel de activación y rendimiento

El nivel de activación general se podría situar en un continuo que va desde un estado de máxima calma y relajación (activación muy baja) hasta un estado de máxima alerta, tensión y excitación (activación muy alta).

Para controlar la activación cada persona debe aprender a identificar los síntomas (sudor en las manos, sensación de agobio, tensión general...) y aprender a cuantificar el nivel de activación utilizando escalas subjetivas de 0-10 puntos que sólo tienen validez cuando se utilizan a nivel intrasujeto. Su único propósito es que la persona aprenda a discriminar con precisión entre distintos niveles de activación genera, para poder controlar esta variable.

El nivel de activación general influye en el rendimiento de las personas afectando a su funcionamiento físico y psicológico:

  • Funcionamiento físico: repercute en aspectos como la tensión muscular, movilización de energía, coordinación motriz, conducta no verbal, y los elementos de la conducta verbal ajenos a su contenido (ritmo, volumen...)
  • Funcionamiento psicológico (conducta atencional, procesos cognitivos implicados en el procesamiento de la información, las operaciones mentales y la toma de decisiones). Por ambas vías la activación puede influir en el rendimiento positiva o negativamente.

Por ambas vías, la activación puede influir en el rendimiento positiva o negativamente. Entre ambos estados de activación está el nivel de activación óptimo.

Tabla 1.3 Relación básica entre estrés, motivación general y rendimiento

 

Activación baja

(menor que el nivel óptimo)

Bajo rendimiento

Nivel de activación óptimo

Máximo rendimiento

Sobreactivación

(mayor que el nivel óptimo)

Bajo rendimiento

Ausencia de estrés y motivación    
Ausencia de estrés y motivación alta    
Estrés controlado    
Estrés demasiado alto (ansiedad y hostilidad    
Estrés demasiado alto (depresión)    
Motivación excesiva    
Estrés prolongado agotamiento    

Nivel de activación óptimo

Es aquél que favorece el mejor funcionamiento físico y psicológico y el máximo rendimiento dentro de las posibilidades reales de cada persona. Se caracteriza por un estado de fluidez física y psicológica que permite rendir al máximo posible sin aparentemente esfuerzo.

El nivel de activación óptimo será diferente en función de las características individuales y del tipo de tarea a realizar. En general suele ser más bajo cuando se trata de tareas complejas y precisas que en tareas más simples que requieren fundamentalmente esfuerzo. Dos personas pueden tener niveles óptimos diferentes respecto a la misma tarea y una misma persona niveles óptimos diferentes para diferentes tareas. Ver Figs. 1.1 y 1.2 Págs. 38-39. Es importante que cada persona aprenda a identificar su nivel de activación óptimo.

La intervención psicológica en el ámbito del rendimiento debe perseguir el que las personas se encuentren en su nivel de activación óptimo para que su rendimiento sea mayor.

Identificación del nivel de activación óptimo

Para poder identificar el nivel de activación óptimo es necesario que el sujeto se autoobserve para detectar los síntomas predominantes de la activación al tiempo que utiliza una escala de 0-10 para aprender a cuantificar su activación.

Llevará un registro de sus experiencias de activación durante algún tiempo especificando los síntomas, valorando la intensidad de la activación y comparando las valoraciones para establecer diferencias. El psicólogo debe ayudarlo a realizar estas comparaciones como parte de su entrenamiento.

El sujeto deberá asociar distintos niveles de activación con distintos niveles de rendimiento en tareas concretas. Así podrá identificar su nivel de activación óptimo en cada situación concreta.

Autorregulación de la activación

Una vez identificado el nivel de activación óptimo, resultará apropiado entrenar al sujeto para que autorregule su nivel de activación, dotando al sujeto de habilidades específicas (si no las posee), y organizando mejor su utilización, para lo cual pueden ser necesarias las estrategias siguientes:

  • Negociar y acordar con el sujeto cuándo debe emplear las habilidades.
  • Ayudarlo a que identifique las señales antecedentes en cuya presencia deben emplearse tales habilidades.
  • Utilizar el ensayo en imaginación o en vivo para practicar su uso correcto.
  • Planificar las situaciones concretas en las que tales habilidades deben ser empleadas.
  • Anticipar dificultades y solucionar problemas que puedan impedir su utilización.
  • Supervisar la aplicación, reforzar las aplicaciones correctas y corregir el procedimiento si procede. Ej.: Pág. 42-43

Estrategias de afrontamiento

Sirven para autorregular el nivel de activación, hasta situarlo en el nivel óptimo. Su aplicación debe adaptarse a las condiciones existentes en la situación. Es importante, elegir, planificar y ensayar bien las estrategias de afrontamiento en cada caso particular.

Las estrategias de afrontamiento para reducir la activación son habituales en el ámbito de la salud (Cap. 2), para aumentarla en campos relacionados con la competición.

Estrategias para aumentar la activación: se trata de encontrar pensamientos, autoinstrucciones, imágenes, autoafirmaciones, palabras-clave o ejercicios que resulten útiles en cada caso particular. Se deben tener en cuenta las siguientes consideraciones:

  • Si el déficit de activación procede de una falta de interés, la estrategia sería aumentar la motivación, intentar encontrar algo atractivo en la tarea, buscar un objetivo inmediato que sea desafiante, elaborar un plan de actuación interesante, pensar en las consecuencias positivas, etc.
  • Si las estrategias anteriores no funcionan, puede intentar provocarse a sí mismo estrés, pensando en consecuencias negativas que podría tener un bajo rendimiento, o en algo que le moleste y pueda hacerle activarse para rendir. Una vez en el nivel de activación óptimo, sustituya los pensamientos que le han ayudado a activarse por otros que propicien su motivación por el reto de la tarea y le ayuden a mantener su activación en el nivel óptimo.
  • Si existe un exceso de confianza respecto al rendimiento en la tarea, también resultará apropiado provocar estrés recordando experiencias pasadas de fracaso, las dificultades de la tarea, etc. Y luego una vez alcanzado el nivel óptimo cambiar la estrategia por la de motivación por rendir en las tareas a través de objetivos inmediatos y de planes de acción concretos.
  • Si el déficit de activación está vinculado a un estado de indefensión y depresión no es conveniente que el sujeto se autoprovoque más estrés y tampoco que busque objetivos demasiado ambiciosos. La mejor opción es intentar encontrar algún objetivo que verdaderamente pueda controlar. Puede utilizar los autodiálogos “quizá pueda conseguir esto”.
  • Si el déficit se relaciona con un estado de agotamiento, la mejor opción como en el caso anterior es que el sujeto acepte sus limitaciones y establezca un objetivo poco ambicioso que sea verdaderamente alcanzable. No es recomendable que se autoprovoque estrés ni que establezca objetivos demasiado ambiciosos que posteriormente tendrá dificultad en conseguir o lo hará a un precio demasiado alto.

La autorregulación de la activación puede propiciarse también a través de otras estrategias de efectos menos inmediatos (establecimiento de objetivos a medio-largo plazo, utilización de matrices de decisión, programación del tiempo, discusión de creencias, etc.) que influyen en la vulnerabilidad de las personas al estrés, favorecen la presencia y el mantenimiento del nivel de activación óptimo y facilitan la utilización de las estrategias de afrontamiento, potenciando, a veces, su eficacia.

La intervención no se limita a aplicar una o dos técnicas de manera aislada, sino que debe tener en cuenta la posibilidad de intervenir en varios frentes con distintos tipos de estrategias.

Estrés, salud y rendimiento

Salud y rendimiento no deben ser dos objetivos opuestos. En muchos casos el nivel de activación óptimo no implica una sobreactivación poco saludable, y en otros incluso puede contribuir a fortalecer la salud. En los casos en que el rendimiento exija una sobreactivación elevada, ésta se podrá paliar empleando estrategias para compensarla p.e. en los intervalos entre las tareas.

Una visión conjunta de la salud y el rendimiento permite ayudar mejor a las personas que deben rendir en cualquier actividad (deportiva, familiar, laboral…) facilitando, paralelamente, el máximo rendimiento posible u la mejor salud posible. Así, se debe rendir en cualquier actividad evitando:

  • Perseguir únicamente el máximo rendimiento sin tener en cuenta la salud. Ya que si se persigue sólo el máximo rendimiento, se perjudica la salud.
  • Tener en cuenta únicamente la salud, ya que la persona que no rinde como se espera de ella puede tener problemas que afecten a sus bienes y a su salud. Las personas pueden seguir rindiendo sin renunciar a su salud.

El objetivo general de la intervención psicológica en este ámbito debe consistir en controlar adecuadamente el estrés optimizando la salud y el rendimiento.

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