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Las teorías de la atribución causal tienen su origen en las aportaciones de Heider. Posteriormente, Weiner y cols., añadieron una nueva dimensión a la de locus de causalidad propuesta por Heider, la estabilidad de la conducta, especialmente útil para explicar las atribuciones que realizan las personas de sus propios éxitos y fracasos.

Años más tarde, el propio Weiner añadió una nueva dimensión, la controlabilidad. Según esta dimensión, el esfuerzo y la dificultad de la tarea se consideran causas controlables, mientras que la capacidad y la suerte serían incontrolables.

La importancia del modelo de Weiner y cols., radica en que permite relacionar los estilos de auto-atribución causal con las expectativas de éxitos futuros y con los sentimientos asociados a los resultados obtenidos y, a través de estos procesos cognitivos y emocionales, con el esfuerzo con el que se persiguen determinados logros y con la autoestima y el bienestar psicológicos.

Según este planteamiento, si una persona cree que ha suspendido un examen de Matemáticas debido a que no está capacitada para esa asignatura, muy difícil según su punto de vista y que exige un nivel superior de conocimiento, esta atribución a causas estables generará unas expectativas de futuros fracasos que pueden llevarla a abandonar los estudios. En contraste, una persona que atribuya su fracaso a causas inestables, como haber estudiado poco o tener mala suerte con el tema que cayó en el examen, puede pensar que estudiando más y todos los temas fácilmente aprobará en otra ocasión.

Generalmente, hacemos atribuciones que favorezcan la imagen que tenemos de nosotros mismos. El estilo atributivo predominante consiste en explicar nuestros fracasos por causas externas e inestables y los éxitos por causas internas y estables, ya que contribuye a que mantengamos alta nuestra autoestima. Por otra parte, se ha comprobado que las personas con ansiedad/depresión tienden a invertir este sesgo, es decir, atribuyen sus éxitos a causas externas e inestables y sus fracasos a causas internas y estables.

Algunos estudios han encontrado diferencias en estilos atributivos entre hombres y mujeres. En general, los hombres tienden a hacer más atribuciones estables de sus éxitos, e inestables de sus fracasos.

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