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Una estrategia diferente para afrontar las relaciones entre lenguaje y pensamiento es retrotraerse al estudio del niño preverbal y comprobar en qué medida hay avances en el pensamiento y la conceptualización que preceden y que podrían influir sobre la propia adquisición del lenguaje.

El niño nace con reflejos para producir respuestas automáticas ante ciertos estímulos que se acaban convirtiendo en esquemas sensoriomotores.

Así, hacia los 8 meses, basándose en sus propias acciones, el bebé construirá la noción de objeto permanente. Hacia el año y medio, el niño es capaz ya de imaginar los conceptos en ausencia de los objetos, es decir como representaciones mentales, con lo cual accede a las operaciones simbólicas, coincidentes con el inicio del lenguaje.

Sin embargo, las investigaciones más recientes, que utilizan técnicas de observación más sofisticadas que las de Piaget, han revelado que el desarrollo conceptual en el bebé preverbal empieza incluso antes de que éste haya desarrollado esquemas de acción.

Según Jean Mandler, las imágenes-esquema no son simples imágenes mentales de los objetos o eventos, sino abstracciones de algunas de sus propiedades más significativas.

Las imágenes-esquema requieren un cómputo completo. Elisabeth Spelke asegura que el bebé preverbal adquiere un núcleo de conocimientos que incluye la representación de las propiedades físicas y mecánicas de los objetos, la cantidad y las propiedades geométricas del espacio. Spelke cree que este núcleo de conocimientos no es específicamente humano, sino que lo compartimos con otras especies. El lenguaje cotidiano está plagado de metáforas, es decir de expresiones que utilizan términos concretos para referirse de forma analógica a dominios más abstractos. Muchas de estas metáforas se refieren a conceptos sociales.

Las metáforas son conceptuales, lo que supone ser capaces de entender expresiones metafóricas nuevas que nunca habíamos oído o leído, e incluso a veces inventar expresiones metafóricas que nuestros interlocutores entienden.

Algunas metáforas han sido investigadas recientemente, pudiendo tener cierta motivación biológica universal:

  • La exclusión social como dolor o temperatura. Las metáforas de exclusión social como dolor no son caprichosas o arbitrarias, y ocurren en idiomas de orígenes y distribuciones geográficas dispares.
  • La indignación moral como asco. El asco es una reacción emocional muy primaria, con una expresión facial característica, y con un claro valor adaptativo: nos evita ingerir sustancias u objetos potencialmente nocivos, pero también hace referencia a los sentimientos que provocan los comportamientos inmorales, como los actos terroristas, el incesto, la corrupción política, la cobardía o la conducta desleal.
  • La culpa como suciedad. El sentimiento de culpa se experimenta a veces como suciedad, pudiendo asociarse la limpieza corporal como la liberación de la culpa. Así, en muchas religiones hay ritos de limpieza o purificación, como lavarse las manos o bañarse.

Los estudios sobre algunas metáforas en el dominio social no ponen de manifiesto una relatividad lingüística, sino más bien la existencia de un determinismo conceptual, al sugerir que algunos conceptos metafóricos, probablemente universales, determinan expresiones metafóricas, y no a la inversa.

Sustrato fisiológico y neuronal (dominio biológico y social) → Conceptualización → Expresión metafórica

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