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Las emociones positivas, suponen el reconocimiento de la importancia de las emociones, especialmente por su incidencia en el proceso de toma de decisiones, en la medida que lo hace más rápido y eficiente, facilitando una adecuada adaptación de la persona al ambiente.

Hay más emociones negativas que positivas. Una de las razones radica en que mientras las emociones negativas, el miedo, la tristeza, la ira, etc, están relacionadas con las conductas de evitación y la percepción de amenaza que son esenciales para enfrentarse a las situaciones en las que puede estar en peligro la propia supervivencia, las emociones positivas, la alegría, el interés, están asociadas a conductas de aproximación y a la percepción de oportunidades que las hacen menos automáticas y más susceptibles de ir configurándose mediante el aprendizaje y las experiencias adquiridas a lo largo del desarrollo vital.

La teoría de la ampliación-construcción de las emociones positivas

Elaborada por Fredrickson (1998, 2001), defiende que las emociones positivas amplían el foco de atenciones y promueven la flexibilidad cognitiva favoreciendo el desarrollo de recursos personales. Estos aspectos hacen que el individuo se sienta más seguro y con mayor nivel de conocimiento de las situaciones que, a su vez le lleva a experimentar nuevas emociones positivas produciendo, de este modo, una espiral ascendiente de funcionamiento óptimo.

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