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El reto es entender cómo genes y ambiente actúan e interactúan para dar forma a la personalidad. Lo más interesante no es preguntarse en qué proporción se hereda una característica de personalidad, sino cuáles son las circunstancias en las que la contribución genética se incrementa, limita o incluso, se suprime.

Entre los factores ambientales que contribuyen al desarrollo de la personalidad, los más importantes son las influencias culturales. Nuestro bagaje genético, manifestado en el temperamento, determinará, en parte, qué características del contexto vamos a atender, seleccionar, elaborar e incorporar.

El ambiente y la cultura en la que nacemos, a su vez, nos ofrecerán un conjunto de posibilidades y no otras. Será entre estas posibilidades ambientales concretas en las que vivimos desde el nacimiento y no entre otras, entre las que podamos atender, seleccionar, elaborar e incorporar.

Paulatinamente, a través del tiempo y de las continuas y dinámicas interacciones entre el individuo y el medio en el que se desarrolla, se irá formando la personalidad.

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