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Para Barlow una alarma es una reacción generalmente intensa de miedo de tipo primigenio que implica respuestas potenciales de evitación/escape. Distingue entre verdaderas alarmas (exteroceptivas) y falsas alarmas (interoceptivas). Las alarmas exteroceptivas pueden convertirse en alarmas aprendidas por acción de alguno de los 3 modos de adquisición del miedo fóbico: experiencias directas de condicionamiento, aprendizaje vicario o transmisión de información/instrucciones. Otra posible vía en la génesis de los trastornos de ansiedad es a partir del estrés psicosocial, mediado por alarmas interoceptivas.

Existe una vía de adquisición de TAG y de fobias que no requiere la presencia de alarmas, pero sí de un elevado nivel de vulnerabilidad psicológica (podría explicar las fobias sociales que no presentan clara evidencia de contingencias de aprendizaje, sino más bien experiencias de estrés).

Los mecanismos implicados en el trastorno de pánico difieren de los demás trastornos. En las fobias, el estímulo desencadenante es de tipo externo. En el pánico, es de índole interoceptivo. Los trastornos de pánico recurrentes también pueden asociarse a estímulos externos, dando lugar al trastorno de pánico con agorafobia. La predisposición biológica (tendencia a hiperventilar, bajos umbrales de percepción autónoma, anormalidades bioquímicas, intolerancia a drogas) y la sensibilidad a la ansiedad son los principales factores de vulnerabilidad al trastorno de pánico.

El concepto de interpretaciones catastrofistas fue empleado por Clark para desarrollar un modelo cognitivo del pánico: las peculiares sensaciones asociadas a la hiperventilación son interpretadas por el sujeto de forma negativa y "catastrofista", lo que induce un incremento de la ansiedad. Los procesos de condicionamiento pavloviano interoceptivo aportan un marco de referencia más sólido para dar cuenta de la génesis y mantenimiento del trastorno de pánico.

El TAG es el trastorno de ansiedad peor conocido: no existen señales a las que pueda asociarse la ansiedad. Se ha interpretado a veces como la forma clínica de un rasgo de ansiedad excesiva. Barlow la identifica con la manifestación clínica de la aprensión ansiosa, y Borkovec como una implicación de la preocupación patológica: es una forma de evitación cognitiva respecto a posibles catástrofes o sucesos peligrosos futuros.

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