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Las actitudes pueden guiar nuestra conducta a la hora de conducir. Así, hay una variabilidad de comportamientos en la carretera que están influidos por las diferentes actitudes que presentan los conductores. Esta influencia actitudinal se aborda desde la teoría de la acción razonada (TAR; Fishbein y Ajzen, 1975; Ajzen y Fishbein, 1980; Fishbein, 1980) y la extensión de esta teoría, la teoría de la conducta planificada (TCP; Ajzen, 1988,1991).

Teoría de la acción razonada

La teoría de la acción razonada (TAR) propone que el comportamiento está influido por la intención, la actitud hacia la conducta y la norma social subjetiva. Además, se indica que la intención de conducta es el mejor predictor de la conducta futura. En la intención de conducta influyen la actitud y la norma subjetiva.

Las actitudes serían las creencias que la persona posee acerca del hecho de que la conducta lleva a ciertos resultados, así como las evaluaciones que hace de la propia conducta y de estos resultados, es decir, una reflexión sobre las consecuencias. En relación con este tema, serían las creencias sobre las consecuencias de conducir de una forma determinada y la valoración que hace el conductor de dicha conducta y sus consecuencias. De esta forma, la actitud se puede medir con estas cuestiones:

  1. indique el grado de acuerdo o desacuerdo con la siguiente afirmación: respetar las normas de circulación me permitirá tener menos accidentes, y
  2. valore hasta qué punto es importante para usted o no respetar las normas de circulación o valore hasta qué punto es importante para usted evitar accidentes.

Por su parte, cabe afirmar que la norma social subjetiva está determinada por las creencias normativas, es decir, por lo que opinan otras personas significativas para el individuo sobre esa conducta al volante y su propia motivación para acomodarse a dichos referentes.

En general, se presupone que la persona, cuando conduce, tomará decisiones en función de cómo valora los resultados de su comportamiento y de las expectativas que tiene sobre ese comportamiento respecto al hecho de lograr dichos resultados. Así, las actitudes de los noveles se diferencian de las de los conductores con años de experiencia al volante. Además de este componente de carácter racional instrumental, la teoría integra un indicador normativo mediante una medida de la opinión favorable/desfavorable de los otros significativos ante la conducta específica y sobre la motivación para seguir esta opinión (Boyd y Wandersman, 1991). En este sentido, debe tenerse en cuenta la influencia que ejercen en los conductores jóvenes sus iguales y cómo esta repercute en su conducción.

Diversos metaanálisis han constatado la validez de esta teoría (Sheppard, Hartwick y Warshaw, 1988; Van den Putte, 1991; Albarracín, Johnson, Fishbein y Muellerleile, 2001).

Estas revisiones encontraron relaciones estadísticamente significativas entre la intención de conducta y la conducta real, y entre la actitud y la norma subjetiva con la intención de conducta. Además, Van den Putte (1991) informó del hecho de que la relación entre intención y actitud era más significativa que la asociación entre intención y norma subjetiva.

Por último, diversos estudios han encontrado que las actitudes y la norma social subjetiva explican, aproximadamente, entre el 30 y el 40% de la varianza de la intención de con­ducta y entre el 25 y el 35% de la varianza de la conducta real (Sheppard, Hartwick y Warshaw, 1988; Boyd y Wandersman, 1991).

Teoría de la conducta planificada

La teoría de la conducta planificada (TCP) amplía la TAR al agregar el componente de control percibido, referido a los recursos de que se dispone para realizar la acción y sus efectos facilitadores e inhibidores. Así, la TCP intenta predecir tanto conductas voluntarias, que podían explicarse desde la TAR, como aquellas que no están bajo el completo control de uno mismo, aspecto muy importante en la conducción (Ajzen, 1988).

Se ha propuesto que el control percibido sobre la conducta es un elemento central para predecir si finalmente se realizará. Esta variable ha mostrado tener efectos indirectos sobre la conducta mediante la intención de conducta.

Sin embargo, su efecto directo es menor, es decir, parece que el control percibido influye en la conducta futura mediante su planificación.

En general, se ha encontrado que la inclusión de la percepción de control agrega mayor capacidad explicativa al modelo (Chaiken y Stangor, 1987; Tesser y Shaffer, 1990). Ajzen (1991), tras revisar diferentes estudios, encontró relaciones entre la conducta, las intenciones y el control percibido. La predicción del comportamiento se incrementó al incluir el control percibido en la mayoría de los estudios (Netemeyer y Burton, 1990; Beale y Manstead, 1991).

Respecto a la conducta planificada y la intención de infringir las normas de circulación, Moyano (1999) indicó que las variables del modelo estaban entre moderada y escasamente correlacionadas entre sí. La más alta corresponde a la relación entre la actitud hacia la conducta y la intención de conducta, y la más baja a la asociación entre la norma social subjetiva y el control percibido.

Aun siendo muy útil la investigación sobre actitudes, esta no agota las posibilidades de predicción y explicación del comportamiento en carretera, ámbito en el cual se cuestiona el modelo de individuo racional. Así, como señalan Caballero, Carrera, Sánchez, Muñoz y Blanco, 2003; y Carrera, Caballero, Sánchez y Blanco, 2005, existen otros predictores de la intención de conducta, como son las emociones, que pueden explicar el comportamiento de los conductores, como se tendrá ocasión de analizar más adelante.

A continuación, el texto se detiene en las cogniciones y, más concretamente, en la percepción de riesgo y los sesgos cognitivos ya que desempeñan un papel relevante en la conducta de los conductores. En este sentido, se comprobará cómo ejercen su influencia a la hora de predecir el comportamiento y las actitudes de los otros. Así, un importante número de investigaciones ha constatado que se tiende a exagerar el grado en que los otros son similares a nosotros. Mientras que otro conjunto de estudios, menos numeroso, ha demostrado la existencia de sesgos cognitivos, donde se constata una tendencia a exagerar el grado en que cada persona se considera única respecto a los otros (Spears, 1995). Así, una ilustración de este pensamiento es yo conduzco mejor que los otros.

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