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Kurt Lewin et al. (Lewin, Lippitt y White, 1939; Lippitt, 1940; Lippitt y White, 1943) consideraban que el clima social que se generaba en el aula permitía analizar distintos procesos sociales, como si de una microsociedad se tratara. Así, llevaron a cabo el análisis y la propuesta de los estilos de liderazgo en el colegio, que luego se extendió a otros ámbitos. Otros muchos ejemplos (ej. estudios sobre facilitación), sirven para comprobar que el ámbito educativo forma parte de la psicología social, como un campo de aplicación relevante, dado que la aplicación es, en sí misma, una fase complementaria de la fase de generación de conocimiento (Morales, 2006). En este sentido, hay que considerar que la aplicación de los conocimientos generados por la psicología social en su estudio de las relaciones entre mente y sociedad han servido para introducir mejoras en diversos aspectos del sistema educativo. Además, a partir de esta contribución aplicada se han generado teorías e investigaciones específicas sobre el proceso educativo en sí mismo, por lo que no debe considerarse como un mero trasvase. Sin embargo, aunque hoy día esté claro que esta aplicación de la psicología social es evidente, no lo fue así hasta hace relativamente poco tiempo.

Constitución de la psicología social de la educación como disciplina

Aunque cabría pensar que la psicología social de la educación ha existido siempre, es interesante y sorprendente constatar cómo hubo que esperar hasta 1969 para que hiciese aparición el trabajo de Getzels en la segunda edición del Handbook of Social Psychology de Lindzey y Aronson (1969). A partir de este momento, realmente se considera que comienza el desarrollo de la psicología social de la educación (Ovejero, 1988). Sorprende lo tardío de este enlace entre psicología social y educación, pues Getzels y Thelen (1960) ya apuntaban hacia el hecho de que la clase era un sistema social que funcionaba mediante leyes y principios de la psicología social (normas, roles, expectativas, etc.) y es obvio que la psicología social puede realizar muchas aportaciones a la solución de los problemas de la educación (Ovejero, 1988, p. 19). Además, el centro educativo es, en sí mismo, un ámbito en el cual se producen efectos sociales (derivados de la interacción con otros alumnos y profesores) sobre el individuo con consecuencias importantes para el aprendizaje en función de si la experiencia es positiva o negativa (Ovejero, 1990).

Dos perspectivas han dominado la idea de la aplicación de la psicología social: el análisis de los procesos psicosociales en el ámbito educativo y las aplicaciones de procesos psicosociales en el ámbito educativo. Así, tradicionalmente las teorías psicosociales se han aplicado al ámbito educativo para mejorar el rendimiento y la interacción social (psicología social para la educación), pero también se considera que es un microgrupo social con sus propias características, por lo que hay que trabajar desde dentro del sistema educativo (Psicología social de la educación; Backman y Secord, 1968; Bar-Tal y Saxe, 1981).

Este hecho ha provocado la existencia de múltiples definiciones de la psicología social de la educación. De manera resumida, se puede definir como el estudio de las relaciones interpersonales en los ámbitos educativos (Guil, 1989). Sin embargo, este concepto puede ser muy amplio ya que se deben tener en cuenta los niveles de análisis de la realidad social (Doise, 1978; Sapford, 1998). Por ello, nos encontramos con una gran diversidad de tratamientos en la consideración de esta área aplicada de la psicología social en función de si se centra en el alumno (nivel intrapersonal), en la interacción entre alumno y profesor/entre alumno y alumno/entre profesor y profesor/entre profesor y directiva (nivel interpersonal), en el funcionamiento de los grupos en el aula (nivel grupal), en la organización escolar (nivel grupal) o, incluso, en el ámbito comunitario (nivel social) o si atiende, incluso, a las influencias culturales (nivel cultural). Posiblemente, esta diversidad de perspectivas tenga que ver con la ya mencionada constitución como un área aplicada en 1969 (Aguirre, 1995).

Con todo, tiene más implicaciones dado que la educación es uno de los escenarios fundamentales de la interacción humana; es un ámbito para el desarrollo de la propia psicología social (Morales, 2006).

Así, a pesar de que se reconoce la importancia de los procesos psicosocioeducativos (Mugny y Doise, 1978) y de que el ámbito escolar es un espacio fundamental en el proceso de socialización (microsistema, en palabras de Bronfenbrenner, 1979, o ecosistema social, según Gairín, 1996), lo que permite considerarlo como un sistema social en sí mismo (Aguirre, 1995), todavía se presta más atención al desarrollo cognitivo que al social en el ámbito educativo. Sin embargo, parece que esta tónica está cambiando e, incluso, los investigadores más centrados en el desarrollo cognitivo (ej. Coleman y Hendry, 2003) reconocen que el desarrollo cognitivo en la adolescencia y los cambios que esta conlleva están impregnados por los elementos psicosociales ya que se produce una interacción entre la función intelectual y las actitudes que facilitan el progreso hacia la madurez en las relaciones contribuyen al desarrollo de las destrezas de la comunicación y, finalmente, subyacen a la capacidad del individuo para asumir papeles o roles en la sociedad.

A la vista de lo anteriormente expuesto, se propone la siguiente definición de psicología social de la educación: "Estudio y análisis del proceso educativo como un proceso social, de las interacciones sociales que implica y del contexto en que se produce".

Temas principales de estudio de la psicología social de la educación

Respecto a los trabajos que se desarrollan en el ámbito de la psicología social de la educación, puede constatarse que el volumen de aportaciones se ha incrementado notablemente al igual que su calidad.

Los temas clásicos de análisis consistían en extrapolaciones de los procesos psicosociales y grupales al ámbito del aula. Se realizaban estudios específicos en el contexto educativo sobre los procesos psicosociales. Un ejemplo de esta forma de proceder se constata en los análisis del comportamiento individual en el aula desde una perspectiva psicosocial, en que se presta atención a las características psicosociales de los alumnos en esta etapa escolar, sobre todo, infancia y adolescencia, y también a la conducta asocial (delincuencia). Se recurre, igualmente, a las aplicaciones de la teoría del aprendizaje social, esto es, el papel de la imitación en la adquisición de la moralidad y en la conducta agresiva o el aprendizaje de roles.

Papel de las expectativas

Otro elemento importante de análisis tiene que ver con la influencia que las expectativas del profesor pueden tener en el rendimiento escolar. En este sentido, se demuestra que el efecto Pigmalión o la profecía de autocumplimiento puede traducirse en mejoras o disminuciones en el rendimiento de los alumnos en función de las creencias y las conductas concretas de los profesores en su interacción con los alumnos, es decir, según las capacidades que creen que tienen los alumnos. Los estudios que se han realizado para comprobar cuál podría ser la explicación a este fenómeno sugieren la existencia de una relación entre autoconcepto, expectativas y atribuciones causales.

Recientemente, López-Zafra, AugustoLanda, García-León y Muela Martínez, han observado que la creación de expectativas de rendimiento que establecen comparaciones con la ejecución de un compañero se relaciona con aspectos emocionales y de personalidad. En general, gracias a las expectativas positivas aumenta el rendimiento en la prueba, es decir, los alumnos lo hacen más rápido y mejor cuando creen que son más efectivos que su compañero. Sin embargo, hay diferencias en función de las características de los alumnos. Estos resultados apoyan la idea actual de la creación de expectativas y de su aplicación en el aula, así como la afirmación de Ovejero (1988) sobre la importancia de este aspecto.

Otro de los temas importantes recogidos en este bloque es el factor cognitivo de la atribución causal y la motivación. Las atribuciones internas o externas mediatizan las reacciones emocionales y cognitivas de la situación de tal forma que poseen gran influencia, mediante las expectativas, sobre la conducta posterior (Ovejero, 1988, p. 137). El hecho de realizar atribuciones de forma más interna o externa genera estilos atributivos con consecuencias sobre procesos, como la indefensión aprendida o la depresión. Se comprueba, asimismo, la existencia de diferencias en función del género.

Este tema tiene consecuencias para la búsqueda de explicaciones sobre el fracaso escolar y puede ayudar a prevenir problemas.

Comportamiento grupal en el aula

Un segundo bloque de temas en psicología social de la educación tiene que ver con el comportamiento grupal en el aula. En concreto, se debe tener en cuenta el análisis de los efectos del ambiente físico y grupal en el aula, dentro de los cuales se incluye desde la estructura y disposición del mobiliario hasta el clima social, sin olvidar aspectos grupales, como la cohesión del grupo con sus comprobados efectos sobre el rendimiento. A si en una clase cohesionada los alumnos se preocupan unos por otros y se produce un clima favorable que mejora las relaciones, la autoestima, la motivación, entre otros aspectos, y puede llegar a generar identificación de los miembros con su grupo (López-Zafra, García Retamero y Augusto, 2008).

El liderazgo es un tema de tanta importancia que debe tratarse de manera específica. En un primer momento, se analizó el liderazgo del profesor en el aula o el liderazgo de los alumnos y sus consecuencias, ya que parecía que podía facilitar el aprendizaje al crear un clima de clase adecuado mediante la cooperación y la coordinación si bien siempre mediante la utilización de sus habilidades como líder y no del poder coercitivo. En la actualidad, los estudios se centran también en el análisis del liderazgo de los equipos directivos (ej. López-Zafra y Morales, 1998) o las diferencias de género en el estilo de liderazgo ejercido en el contexto educativo (López-Zafra y Del Olmo, 1999).

Por último, mención especial merece el estudio de los conflictos escolares y su solución, entre otras cosas, ya que el conflicto forma parte de la escuela. Además, no debe considerarse necesariamente negativo. Se trata, más bien, de procurar crear las condiciones para resolverlo constructivamente. Finalmente, es importante tener en cuenta el aprendizaje de técnicas y su aplicación para solucionar los problemas escolares. Especial mención merecen las técnicas sociométricas y el trabajo cooperativo (Ovejero, 1988) o las dinámicas de grupo (Johnson, 1964).

Centro educativo como organización

Actualmente se incluye también la organización del centro escolar como una entidad merecedora de un tratamiento similar al de otras organizaciones si bien con sus peculiaridades. Así, se presta especial atención al proceso de expectativas y la interacción entre alumno y profesor, liderazgo entre iguales y de la dirección o la estructura de grupo en el aula (roles, estatus, cohesión y normas) y la comunicación social o la organización del trabajo en el centro, entre otros (López-Zafra, 2005). Estos elementos comunicativos incluyen desde técnicas de comunicación para el desempeño de habilidades sociales específicas en el desarrollo personal y en el desempeño laboral hasta relaciones de comunicación que contemplan el sistema social en el cual se realiza la actividad educativa (ej. el clima social, el diseño de las aulas, el ambiente, el desempeño de roles, la motivación laboral, el estrés y su afrontamiento) para producir relaciones más saludables (Marín y Guil, 1998). Entre los temas más actuales y relevantes de esta disciplina cabe destacar la convivencia escolar, el acoso, la integración y la exclusión social, así como la forma de prevenirlos (Ovejero, 2004; Ovejero y Rodríguez, 2005). En resumen, la evolución de los temas de interés por parte de la psicología social aplicada estará determinada por la evolución de los temas de actualidad y de las preocupaciones sociales, como ha sucedido en los últimos años, en que las nuevas tecnologías han adquirido importancia en las relaciones interpersonales del aula y su influencia en la educación (Ovejero, 2002) o el acoso cibernético (ciberbullying) por parte de compañeros, entre otros.

En conclusión, el análisis sobre los principales temas de interés permite comprobar que continúan vigentes los temas clásicos que relataba el trabajo de Ovejero (1988). La diferencia reside, desde el punto de vista de las autoras, en que cada vez se vierten más responsabilidades en la educación reglada respecto al desarrollo social de las personas, por lo que se puede comprobar que cada vez se intentan implantar más programas (coeducación, escuelas de paz, etc.) orientados al desarrollo social de los niños, por lo que los aspectos psicosociales reciben especial atención en el ámbito educativo.

Contenidos de la psicología de la educación

Por último, una forma de analizar lo que hace la psicología social de la educación es comprobar los temas o contenidos de los programas formativos en dicha materia. Así, se puede observar que sus contenidos giran en torno a dos dimensiones: los contextos y los procesos sociales educativos. Entre los contextos se incluyen la escuela, la familia y la influencia de los medios de comunicación, así como la del conjunto de la sociedad en el proceso educativo. En cuanto a los procesos sociales, se incluyen las percepciones, expectativas, motivaciones y conductas, y se le concede especial importancia a la interacción con otras personas y a los resultados de esta interacción y sus consecuencias en las personas.

Y precisamente, por este interés en el desarrollo psicosocial de los niños, se ha comprobado que no es suficiente con la educación en destrezas y competencias instrumentales, sino que también es importante incluir la competencia social y la emocional. Es por eso que uno de los temas de investigación y análisis más actuales en el ámbito educativo es el entrenamiento socioemocional, en que la inteligencia emocional es su constructo más incluido, adaptado o, al menos, considerado de interés. A continuación, el texto se centra en este constructo.

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