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El sueño es una de las funciones corporales básicas de nuestro organismo que, junto a la alimentación y la eliminación de los desechos corporales, garantiza nuestra supervivencia. En condiciones normales pasamos cerca de un tercio del día durmiendo, por lo que el sueño se convierte en uno de los estados más frecuentes en nuestra vida. Su función es homeostática, su papel regulador del organismo al permitir que éste se recupere del desgaste producido por la actividad, tanto física como psíquica, que se realiza durante la vigilia.

Las necesidades de sueño varían de una persona a otra, e incluso en la misma persona dependiendo de la edad, estado emocional y de salud, estilo de vida y demandas sociales. En general, se considera que una medida de 7 a 8 horas de sueño nocturno suele ser suficiente para que la mayor parte de los adultos se sientan frescos y puedan realizar sus actividades diarias de forma satisfactoria.

La necesidad de sueño sufre grandes variaciones a lo largo del ciclo vital: los recién nacidos pasan durmiendo las tres cuartas partes del día y, en paralelo con el desarrollo del niño, se va produciendo un descenso en el número de horas que va necesitando dormir. Este descenso, de forma mucho menos acusada, se prolonga durante la infancia, adolescencia y hasta aproximadamente los 20 años, momento a partir del que las necesidades del sueño se mantienen más o menos constantes, hasta la edad senil. A partir de los 50 años, incluso en las personas sin problemas de insomnio, tanto la continuidad como la duración y la profundidad del sueño se ven reducidas, descendiendo el tiempo total de horas de sueño hasta una media hora de 6 horas.

En función de los cambios que se producen en la actividad fisiológica del organismo durante las horas de sueño, se diferencias varios tipos y estadios de sueño. En primer lugar y según la amplitud de las ondas de la actividad electroencefalográfica del cerebro, se distinguen dos tipos básicos del sueño:

  1. El sueño de ondas rápidas, más conocido como sueño REM, siglas que en ingles designan el fenómeno de movimientos oculares rápidos que en dicha fase se observa. Se caracteriza este tipo de sueño porque la atonía muscular y la ausencia de movimientos conviven con una evidente activación electroencefalográfica y con los movimientos oculares rápidos que le dan nombre. Es decir, la persona está claramente dormida pero su actividad cerebral se asemeja a la de una persona que está despierta y pensando, de aquí el termino paradójico como el que también se conoce este tipo de sueño. Además, durante este periodo es cuando aparecen las ensoñaciones, alucinaciones oníricas o sueños, que es una de las características más relevantes de la fase REM.
  2. El sueño de ondas lentas, también llamado sueño tranquilo o No-REM, se distinguen cuatro estadios o fases, cada una con características y manifestaciones fisiológicas propias, de las que a continuación se señalan sólo algunas de las más relevantes:
    • Estadio 1, o fase de adormecimiento. Es la transición entre la vigilia y el sueño. suele tener una duración muy corta (unos 5 minutos). Se producen movimientos oculares lentos y la actividad muscular está ligeramente disminuida.
    • Estadio 2, o fase de sueño ligero. No se dan movimientos oculares y los músculos aparecen relajados, aunque pueden producirse pequeñas sacudidas. El ritmo respiratorio y la frecuencia cardiaca también disminuyen.
    • Estadio 3, o primera fase de sueño profundo. Se producen ondas delta de gran amplitud. No hay movimientos oculares y apenas actividad muscular; el ritmo respiratorio y el cardiaco se reducen.
    • Estadio 4, o sueño profundo. Similar al estadio 3, pero con ondas delta.

En la conciliación del sueño se va produciendo una progresión a lo largo de los cuatro estadios de sueño lento, seguidos finalmente por la aparición repentina del sueño REM. Este ciclo o alternancia entre el sueño de ondas lentas y el paradójico suele repetirse entre 4 y 5 veces durante la noche, con una duración media de cada ciclo de unos 90 minutos. La profundidad del sueño es mayor en el primer tercio de la noche mientras que la duración del sueño paradójico es menor. Sin embargo, esta proporción se invierte a lo largo de la noche, de modo que en el último tercio la proporción de sueño REM es mucho mayor y las fases del sueño profundo incluso desaparecen en los últimos ciclos.

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