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Las necesidades nutricionales del niño van variando con la edad, por lo que la alimentación que éste recibe debe irse modificando paulatinamente, de modo que se vayan cubriendo dichas necesidades en cada momento evolutivo. Así, durante los primeros años de vida, el niño debe pasar, progresivamente, de una dieta exclusivamente láctea a una alimentación variada que incluya todo tipo de alimentos saludables, y que sea equilibrada, es decir que tenga una proporción adecuada de proteínas, grasas, hidratos de carbono y vitaminas (Comeche, Díaz y Mas, 2002). Asimismo, esta evolución conducirá al niño desde la total dependencia que le obliga inicialmente a consumir exclusivamente los alimentos proporcionados por los otros, hasta la total autonomía que permite a la persona elegir el tipo y preparación de los alimentos a consumir.

La evolución de los patrones de alimentación, como señala Gómez (1998), se inicia normalmente entre el 5º y 8º mes de vida cuando, de forma progresiva, se va introduciendo en la alimentación del bebé, hasta ese momento exclusivamente láctea, alimentos con sabores y texturas diferentes (cereales, frutas, verduras, carne, etc.). Este proceso de aprendizaje se extiende hasta aproximadamente los 12 años, edad en la que el niño suele haber adquirido ya los hábitos que le permiten realizar una alimentación variada y equilibrada, siendo un logro intermedio relevante, que normalmente se produce entre el segundo y tercer año de vida, cuando el niño llega a ser capaz de comer los mismos alimentos que los adultos. La evolución que sufre la alimentación durante este largo proceso alcanza a numerosos aspectos. Por ejemplo, en cuanto a la consistencia de los alimentos lo normal es pasar del alimento líquido (leche) a alimentos finamente triturados (papilla) y, de forma progresiva, a alimentos más toscamente triturados (puré), a masticar trozos pequeños de alimentos blandos y finalmente todo tipo de alimentos sólidos, como los adultos.

La conducta del niño en relación a la alimentación va cambiando también de forma progresiva. Durante los primeros meses su comportamiento es básicamente pasivo; el bebé normalmente acepta (o rechaza) el alimento que se le ofrece, sin que se produzca ningún contacto o interacción con dicho alimento.

Con el paso de los meses, y de forma progresiva, va interesándose por la comida que se le ofrece, estableciendo contacto manual con ella y pasando a participar de forma activa en su alimentación. Así, al año y medio suele reconocer, pedir y comer de forma autónoma algunos alimentos; de forma paulatina va necesitando menos ayuda para comer, consiguiendo la autonomía aproximadamente a los 3 años. Su relación con la comida como actividad también va modificándose con el paso de los años, incorporándose progresivamente a la rutina de los adultos, y consiguiendo participar activamente en ella entre el tercer y cuarto año (Gómez, 1998).

Los rechazos y preferencias del niño por algunos alimentos, texturas o formas de preparación se manifiestan desde muy pronto. Los primeros rechazos pueden darse incluso con la alimentación láctea (ej. cuando el bebé rechaza el biberón porque se ha cambiado de tetina, o de marca de leche), o al introducir nuevos alimentos. Sin embargo estos rechazos iniciales no suelen ser muy consistentes y lo habitual es que, tras varios intentos, el niño acabe por acostumbrarse a estas modificaciones. Es a partir de los 2 años cuando se empiezan a manifestar de forma reiterada los rechazos y preferencias por determinados alimentos, texturas, sabores, colores y formas de preparación o presentación.

Estas preferencias y rechazos van evolucionando con el paso de los años, superándose en buena medida entre los 7 y 12 años, como puede verse en la Tabla 2.

Tabla 2. Rechazos y preferencias de alimentos según la edad. Modificado de Gómez (1998).

Edad Rechazos Preferencias
1 año Leche de biberón  
18 meses Cambiantes, no claramente definidos Cambiantes, no claramente definidas
2 años Según gusto, consistencia, forma o color Alimentos enteros y separados
2,5 años Verdura Carne y fruta; como por partes
3 años Acepta la verdura Carne, fruta, postres y dulces
6 años Por épocas; algunos por su textura. Postres y verduras cocidas Alimentos nuevos, carne, patatas, leche, verduras crudas, helados y caramelos
7-9 años Rechaza según olor y forma de estar cocinados Comienza a aceptar alimentos que no le gustan. Preferencias según olor
10-12 años Pocos y claramente definidos Según situación

En general puede concluirse que es entre los 2 y 7 años cuando se producen básicamente los problemas de rechazo de alimentos. A partir de los 7-8 años el niño comienza a aceptar que debe comer todo tipo de alimentos, aunque algunos le gusten menos, y los rechazos pasan a ser menos marcados y frecuentes.

Además de los aspectos señalados, hay que tener en cuenta que muchas de las preferencias y rechazos de alimentos, van a depender de otras variables como el estado de salud del niño o las pautas de alimentación propias de su familia y de la cultura en la que éstas se desarrollan.

Finalmente señalar que, aunque las recomendaciones nutricionales deben adaptarse a las características de cada niño, existen una serie de orientaciones de carácter general sobre las necesidades de energía y nutrientes en cada una de las etapas de la vida que, traducidas en frecuencia de consumo de alimentos y raciones, pueden ayudar en el diseño de una dieta saludable. Un buen ejemplo de estas recomendaciones, distribuidas por grupos de edad entre los 3 y los 16 años, puede encontrarse en la llamada «Estrategias NAOS», publicada por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) y el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad (2010), bajo el título «La alimentación de tus niños y niñas. Nutrición saludable de la infancia a la adolescencia».

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