Introducción a los Tratamientos Psicodinámicos
Los tratamientos psicológicos constituyen un tipo de actividad profesional que, inserta en el ámbito de la salud, es retribuida por la inversión privada, por el erario público o por las compañías aseguradoras. Es por eso que el control de la eficacia de los tratamientos psicológicos (orientación empírica), se ha convertido en el criterio prioritario para su evaluación.
Sin embargo, junto a la eficacia, resulta asimismo indispensable, establecer otro tipo de criterios que permitan conocer y mejorar los recursos mediante los que los tratamientos psicológicos cumplen la función social asignada. Por eso, el otro gran criterio de objetivación y evaluación crítica de las psicoterapias consiste en analizar el conjunto de presuposiciones culturales que mantiene vigentes sus teorías y procedimientos. Dos son los tipos de presuposiciones culturales relevantes a este respecto:
- Las presuposiciones de carácter axiológico: relacionadas con los valores; y las de carácter doxástico: relacionadas con las opiniones. Este tipo de presuposiciones tienen como núcleo el estatus individual que la cultura reconoce al paciente y la responsabilidad de que aquella atribuye a éste respecto al trastorno y la curación.
- Las presuposiciones de carácter epistemológico: relacionadas con las concepciones de la naturaleza del conocimiento humano. Con todo, estas presuposiciones, en tanto en cuanto son de naturaleza filosófica, pueden considerarse en última instancia una clase particular de presuposiciones doxásticas.
Ambas clases de presuposiciones se han cruzado de maneras específicas en cada período histórico concreto, y si bien es cierto que han sufrido una clara evolución, también lo es que han tendido a preservar el núcleo fundamental de creencias, actitudes y valores que las caracteriza. Porque, en occidente, las diversas visiones del mundo se han ido sucediendo mediante lentos procesos de evolución, de forma que la consolidación de una cierta orientación ideológica casi siempre ha implicado, más la hegemonía de esta, que la desaparición de las orientaciones alternativas .
La evolución histórica de las presuposiciones culturales que sustentan los tratamientos psicodinámicos, experienciales, constructivistas, sistémicos e integradores, tiene tres etapas:
- Premodernidad;
- Modernidad y
- Ruptura posmoderna.
Analizada con criterios antropológicos toda práctica sociocultural consiste en un tipo de actividad social compleja, compuesta por un conjunto de procedimientos que, por el mero hecho de ser ejecutados, refuerzan, tanto la vinculación del individuo con el grupo, como la adhesión de ambos a la visión del mundo propia de esa cultura. Junto con los tratamientos psicológicos constituyen asimismo ejemplos de prácticas socioculturales la educación, la organización de la vida política y la articulación de los diferentes rituales de paso (nacimiento, matrimonio, muerte...).
Las culturas surgen, están vigentes y se extinguen en periodos temporales concretos, durante los cuales cualquier práctica desarrollada en su seno responde a una determinada visión del mundo. A su vez, la visión del mundo de cada cultura se genera en un entramado de tradiciones surgidas a lo largo del tiempo, bien desde las prácticas culturales propias, bien desde las prácticas de otras culturas que actúan como precursoras o como puntos de referencia. Cada visión del mundo constituye una configuración simbólica compleja que, dependiendo parcialmente del desarrollo tecnológico alcanzado por una cultura concreta en un momento histórico dado, organiza de forma coherente aquellas actitudes, valores, creencias y prácticas que posibilitan a los miembros de esa cultura:
- la supervivencia en un entorno físico
- el establecimiento de vínculos sociales.
Generalmente, cuando se habla de desarrollo tecnológico se piensa en un tipo de conocimiento práctico capaz de generar utensilios y modificar la relación con el ambiente (cuchillo de sílex, máquina de vapor...) sin embargo, también conviene tener en cuenta las llamadas tecnologías de la inteligencia; que son aquellas tecnologías que, inscritas en el proceso mismo de pensamiento, tienen por función y efecto posibilitar ciertas operaciones de la inteligencia imposibles de realizar de otra manera. Son ejemplo de ello, la representación gráfica, la escritura, la imprenta y el ordenador. Cuando en una cultura surge una gran innovación en las tecnologías de la inteligencia, su impacto se traduce en importantes modificaciones sociales. ( Así, la aparición de la imprenta, introdujo en la cultura occidental modificaciones que afectaron profundamente al estatus de los enfermos mentales, actualmente, coincidiendo con la aparición de los ordenadores, se están perfilando profundos cambios culturales cuya incidencia sobre el desarrollo de la psicoterapia ya ha comenzado a notarse ).
La experiencia de trastornos psicológico y la curación no remiten sólo a la noción de enfermedad y tratamiento, sino también a la noción de conducta social en general y, más concretamente, a la noción de persona desarrollada en una cultura dada. En este sentido, los tratamientos psicológicos constituyen tanto productos como procesos culturales que tienen entre sus funciones reforzar dogmas culturales particulares, constituyéndose en agentes de socialización.
La práctica de la psicoterapia constituye un dispositivo cultural cuya función consiste en equilibrar las relaciones entre el individuo y el grupo. La forma en que dicha función se lleva a cabo depende de las peculiaridades de cada cultura. En la cultura occidental de los principios del siglo XXI los tratamientos psicológicos se conciben como un tipo de práctica sociocultural orientada a mejorar lo que hoy se considera salud mental y calidad de vida.
Aunque incluso las sociedades prehistóricas cuentan con recursos que funcionan como tratamientos psicológicos, nuestras actuales modalidades de intervención psicoterapéutica son el resultado de un proceso de decantación de las nociones de salud mental y calidad de vida. Las actuales psicoterapias se forjaron a partir del punto de inflexión histórica conocido como Modernidad.
La Modernidad en lo referente a tratamientos psicológicos fue implicando de manera progresiva:
- La decadencia de las prácticas religiosas como dispositivos de equilibración de las relaciones individuo – grupo.
- El desplazamiento de las expectativas de equilibración, que la religión ya no satisfacía, hacia la filosofía, por un lado, y hacia el arte, por otro.
- El fracaso, tanto del arte como de la filosofía, para erigirse en dispositivos dominantes de equilibración.
- El surgimiento de los actuales tratamientos psicológicos como prácticas culturales vinculadas simultáneamente a la pluralidad ideológica, al conocimiento positivo y al control empírico de su eficacia y, finalmente, por todo ello, a la democratización del conocimiento.
Durante el siglo XX, los psicoterapeutas fueron ocupando buena parte del espacio cultural y de las funciones que en otras épocas correspondieron a sacerdotes, filósofos y artistas, al tiempo que muchos profesionales de los tratamientos psicológicos lucharon abiertamente por ser reconocidos como científicos. A lo largo de la segunda mitad de dicho siglo, la profesión del psicoterapeuta fue recibiendo un reconocimiento social creciente.
Como consecuencia del mutuo ajuste entre demandas sociales y actividad terapéutica, el poder social de quienes ejercen la psicoterapia se ha incrementado durante el último siglo en la misma medida que su actividad profesional se ha ido haciendo indispensable para la sociedad en la que viven. Por una parte, el poder del psicoterapeuta se manifiesta en la influencia interpersonal que su actividad genera y en su capacidad para pronunciarse como colectivo profesional, por otra, dicho poder siempre está ligado al conjunto de presuposiciones que hacen posibles, tanto las actividades clínicas, como las declaraciones colegiales.
El conjunto de presuposiciones que sostienen la actividad psicoterapéutica constituye la vía de entronque de los tratamientos psicológicos con las demandas sociales; y las presuposiciones concretas que asumen los terapeutas varían significativamente en función del modelo de intervención que les sirve de guía. Considerando como un todo la actividad clínica de los psicoterapeutas, el momento actual se caracteriza por:
- La existencia de varias concepciones de la intervención terapéutica, que mantienen entre sí diferencias notables en tres niveles de análisis distintos: el epistemológico, el teórico y el técnico.
- Una cierta tendencia a la integración de algunos de estos presupuestos. Tendencia que puede observarse de manera diferencial en todos los niveles de análisis (epistemológico, teórico y técnico), pero más que una voluntad de síntesis, refleja sobre todo, esa corriente cultural propia de nuestra época que suele recibir el nombre de mestizaje.
- La existencia de un acuerdo creciente entre los profesionales respecto a la relevancia de ciertos aspectos del proceso de cambio terapéutico, especialmente en lo relativo a las condiciones de alianza y la relación terapéuticas.
Así, mediante el ejercicio profesional todo psicoterapeuta está reforzando la vigencia en su entorno social de su personal visión del mundo, pues su abordaje de las problemáticas de los pacientes y sus propuestas de cambio están filtradas o inspiradas por un modelo de intervención que le sirve de guía. Es decir, la psicoterapia consiste siempre en un proceso de influencia interpersonal. Sin embargo, esta condición no está reñida con el respeto del terapeuta hacia el paciente y/o hacia las concepciones de éste último sobre sí mismo, los demás y el mundo.
Una manera de fomentar que la influencia interpersonal no se convierta en un ejercicio arbitrario del poder, pasa por el conocimiento y reconocimiento, por parte de los terapeutas, del conjunto de presuposiciones que subyacen a los distintos tipos de tratamientos psicológicos.