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El problema de la incidencia

Los requisitos de la definición exigen una concordancia de criterios (inteligencia conceptual-académica y capacidades pertenecientes a lo que podría denominarse en un sentido más amplio como “inteligencia social”). Se propuso un modelo de confluencia de criterios (psicológicos, académicos y de funcionamiento social) con el fin de poder hacer estimaciones más acertadas. La estimación sobre la incidencia dependerá de la relación que exista entre los criterios definitorios mismos. A medida que la relación entre los dos criterios (relación de tests de CI e inteligencia social) disminuya, el volumen total de personas en las que “confluyan” los criterios será menor.

Parece que tanto los niveles de exigencia como la capacidad de “superar” las pruebas que provienen de las transiciones evolutivas (niño a adolescente y de éste a joven o a adulto, p. ej) es distinto en función del contexto ambiental y de las presiones y exigencias sociales. En el caso de retrasos mentales profundos, la detección tiende a ser temprana (antes de los 6 años) y es hecha fundamentalmente por profesionales de la medicina o por los familiares cercanos al observar la “detención” o grave enlentecimiento en el desarrollo motor y la rápida detección junto a la disponibilidad de servicios de apoyo permiten instalarlos en programas de estimulación precoz.

En retraso mental grave la mayor probabilidad de detección es posterior, y pueden llegar a pasar desapercibidos hasta la entrada en la escuela, bien sea por desinformación de los padres o por carencia de adecuada asistencia sanitaria. Retrasos mentales medios y ligeros la probabilidad de detección es máxima durante el período de escolarización obligatoria, debido a las exigencias y normas de cumplimiento de la educación reglada. A nivel de prevalencia, el término del período de escolarización obligatoria puede llevar aparejado un “enmascaramiento” del retraso mental en la medida en que se sitúen en contextos en los que la gran estructura, simplicidad de manejos, apoyos adecuados y falta de exigencia fuerte les permita llevar una vida “normal”.

Un estudio comparativo de datos españoles y estadounidenses hace 20 años indicaba que la tasa de casos en España era un poco mayor que en EEUU. La posibilidad de detección en el útero y la posibilidad de llevar a cabo abortos preventivos ha “homogeneizado” esta diferencia. La expectativa de vida actual tiende a ser un poco menor que la de un ciudadano cuya vida cursa sin retraso mental, más que nada por las complicaciones físicas que se presentan en algunos de estos casos (lesiones cerebrales, trastornos circulatorios, etc.)

La presencia de otras complicaciones físicas y/o mentales

En la población general la tasa de trastornos mentales oscila entre el 15 y el 19%. En el caso de las personas con retraso mental estas cifras llegan casi a duplicarse (entre un 20 y un 35%) posiblemente por la mayor vulnerabilidad de las personas a estresores ambientales. En concreto, trastornos psicóticos, afectivos o de ansiedad.

Existen una serie de complicaciones médicas en algunos tipos de retraso mental (síndrome de Down o la esclerosis tuberosa pueden afectar al corazón, riñones o espina dorsal) por ello se ha acuñado la expresión de fragilidad médica. Las dificultades en comunicación, la pobreza en capacidad introspectiva y los problemas en el dominio del vocabulario hacen de la población con retraso mental una población con dificultades especiales. Esto ha llevado a proponer la necesidad de servicios de salud especializados en el diagnóstico y tratamiento de estas personas. En el caso de que se apliquen fármacos para el tratamiento o rehabilitación de personas con retraso mental, si aparecen complicaciones se proponen las siguientes sugerencias:

  • Deben revisarse y discutirse previamente intervenciones alternativas a la aplicación de fármacos en el caso de que no sean conocidos posibles efectos no deseados sobre el conjunto de las conductas del sujeto.

  • Debe formularse un plan específico para cada sujeto en particular.

  • El empleo de una sustancia dada debe contemplarse dentro del plan total de tratamiento.

  • El coordinador del tratamiento global debe revisar y registrar los efectos de la medicación prescrita.

  • Debe evitarse la combinación de agentes psicoactivos con efectos farmacodinámicos duplicados.

  • Debe evitarse la combinación de agentes neurolépticos con ansiolíticos.

  • El uso de agentes psicoactivos debe restringirse dentro de límites clínicos prácticos establecidos.

  • Fármacos psicoactivos deben emplearse con un especial cuidado en ancianos, personas con “fragilidad médica” y niños.

  • Todos los miembros que participan en el cuidado y tratamiento de la persona con retraso mental deben ser informados acerca de los efectos secundarios de las medicaciones y de las principales interacciones entre sustancias.

  • Debe llevarse a cabo una revisión periódica y regularmente acerca del régimen farmacológico que sigue cada persona con retraso mental.

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