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Las migraciones humanas representan uno de los fenómenos sociales de mayor relevancia en las sociedades actuales y se vincula, tanto en su dimensión cuantitativa como cualitativa, con el fenómeno de la globalización y los grandes desequilibrios que existen entre las distintas regiones del mundo.

Para abordar los cambios profundos que han sufrido las comunidades receptoras en su composición demográfica se han desarrollado una serie de modelos teóricos de integración (asimilacionismo, fusión cultural, pluralismo cultural, etc.) que han orientado políticas y programas de intervención. Estos modelos se centran en las relaciones (culturales, étnicas, etc.) entre los distintos grupos sociales (minorías y mayorías), y si bien en unos se potencia la homogeneización cultural, en otros se pone en valor el background de todos los grupos etnoculturales.

Sin embargo, la realidad viene demostrando que las sociedades humanas tienden a estructurarse como sistemas basados en jerarquías (por edad, género, origen nacional, cultura, religión, etc.) donde uno de los grupos se constituye como dominante con una cuota desproporcionada de poder en relación a los demás. Por ello el abordaje de la inmigración desde la perspectiva de la diversidad y la opresión (del grupo mayoritario sobre los minoritarios), proporciona no solo un modelo compresivo de las difíciles condiciones en las que se desenvuelven las personas inmigrantes, sino referentes para la intervención comunitaria.

Desde esta perspectiva, la intervención comunitaria con personas inmigrantes se centra en dos ejes fundamentales:

  1. el empoderamiento de las mismas orientado al afrontamiento de las demandas ambientales en el nuevo contexto al fin de obtener resultados de calidad de vida y bienestar psicológico;
  2. mejorar la competencia cultural de los contextos comunitarios de integración.

El empoderamiento, implica actuaciones dirigidas tanto a los inmigrantes como a las organizaciones (asociaciones, escuelas, etc.) y comunidades (barrio, municipio, etc.) donde se insertan. La mejora del sistema social de apoyo y la participación comunitaria son dos vías de elección para lograr el empoderamiento. Mediante el apoyo social obtienen ayuda a sus proyectos, satisfacción de sus necesidades y sentido de comunidad. A través de la participación los diversos actores de la comunidad (individuos, organizaciones formales e informales, etc.) se integran activamente en diversas estructuras organizativas, tomando decisiones, asumiendo responsabilidades específicas y fomentando nuevos vínculos de colaboración para mejorar el bienestar de la comunidad.

La mejora de la competencia cultural se refiere tanto a personas como a organizaciones y programas de intervención. Cuando se refiere a los profesionales de la intervención, la competencia cultural implica conciencia de las propias creencias, actitudes y prejuicios sobre los inmigrantes, conocimiento acerca de sus características más significativas (culturas, cosmovisiones, historia, etc.) y habilidades para trabajar con dicha población inmigrantes, es decir, prácticas profesionales culturalmente ajustadas. En el nivel organizacional implica tanto a los profesionales como a la misma organización (escuela, centro de salud, etc.) en un proceso de apertura intercultural. En el nivel comunitario la competencia cultural se sustenta en una efectiva valoración de la diversidad humana desde la que se promueva una convivencia pacífica entre los distintos grupos sociales que conforman la comunidad.

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