La “inducción categórica” constituye uno de los procesos básicos del funcionamiento cognitivo por medio del cual las personas reconocen y clasifican su entorno de clases. Estas categorías se consideran los cimientos o estructuras a partir de las cuales vamos a poder seguir clasificando, interpretando, generando inferencias y comunicándonos con todos aquellos que compartan una estructuración categórica en común.
Entre las varias funciones de la inducción categórica son fundamentales para las diferentes perspectivas teóricas que existen sobre el tema: el ahorro cognitivo que supone la agrupación de las experiencias particulares en clases, y la posibilidad que ofrece la pertenencia categórica de inferir más información que la que haya sido presentadda en una situación determinada. Los sujetos extraen aquello que puede ser común a un conjunto de objetos o situaciones. Por ejemplo, todas nuestras experiencias con los tipos de manzana (reineta, golden, macintosh,...) agrupando las experiencias bajo la categoría de “manzana”. La categorización dentro del paradigma de la inferencia inductiva es lo que permite agrupar las experiencias particulares en una clase general.
Además permite aplicar a un nuevo ejemplar de la categoría, información conocida sobre lo que previamente ya ha sido agrupado. Encontrándonos con un nuevo ejemplar categorizado como manzana, podemos generarle unas expectativas sobre este objeto, sin necesidad de comprobarlo, como por ejemplo que sea comestible y crezca en un árbol.