El razonamiento es uno de los procesos cognitivos básicos por medio del cual utilizamos y aplicamos el conocimiento. Si no hiciéramos inferencias tendríamos que depender de un conocimiento específico y puntual para cada una de las situaciones a las que hiciéramos frente.
Por ejemplo: un compañero nos dice que su hijo de 8 años es más alto que su sobrino de nueve, pero más bajo que su hija de siete. De ello podemos inferir:
- su hijo e hija son más altos que su sobrino,
- su hija de 7 años es la más alta de los tres, (inferencia deductiva) Puede ser válido o no.
- su sobrino de nueve años es el más bajo de los tres,
- su sobrino es el mayor en edad,
- sus hijos y su sobrino son primos,
- su sobrino es muy bajito, (ejemplo de inferencia inductiva) Es probable o no.
- sus hijos son muy altos.
Podemos decir que el razonamiento permite “pasar de una información a otra”, dado que a partir del conocimiento de uno o más resultados que se encuentren relacionados podemos derivar o alcanzar una conclusión. Siguiendo con el ejemplo podemos ver cómo de unos enunciados se deriva a la conclusión y como en otros casos se ha ido más allá de lo expresado en los enunciados.
Las investigaciones psicológicas sobre el proceso de razonamiento han diseñado sus tareas experimentales de acuerdo con la formalización y el concepto de validez del análisis lógico. Los enunciados a partir de los cuales razonamos son las premisas y el enunciado que se deriva de los otros se denomina conclusión, formando el conjunto de éstos lo que denominamos argumentos.
Tenemos que tener claro que las conclusiones se siguen necesariamente de las premisas mientras que en uno inductivo las premisas sugieren o apoyan la conclusión.