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El estudio de la personalidad propiamente dicho empezó en el siglo XX, aunque se puede encontrar ya en la cultura clásica algunas de las ideas que tenemos en la cultura occidental: el modelo de Hipócrates.

Hipócrates ofreció una aproximación bastante sistemática al estudio de las causas que explicaban las diferencias individuales, introduciendo el concepto de temperamento. Señalaba la existencia de 4 humores (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) que, solos o en combinación, determinaban el temperamento psicológico predominante en la persona (sanguíneo, flemático, colérico o melancólico).

En las dos primeras décadas del siglo XX, los psicólogos desarrollaron “tests mentales” para la selección y el diagnóstico, pero a pesar de este énfasis en el desarrollo de tests, el estudio de la personalidad no se formalizó como una rama de la psicología hasta finales de la década de los 30.

Tres autores contribuyeron a su consideración de disciplina científica: Allport, Murray y Stagner.

La psicología de la personalidad consideró como unidad principal de análisis a la “persona total” y analizó conductas privadas, no públicamente observables, como la motivación, así como las diferencias (más que las similitudes) en la aplicación de las leyes de funcionamiento.

La segunda guerra mundial influyó en la psicología de la personalidad a través del desarrollo de intervenciones clínicas para readaptar a los soldados, sus familiares y población en general para superar los problemas originados por los desastres bélicos. Como consecuencia de los fenómenos acaecidos durante la guerra, llamó la atención las conductas asociadas con determinados estilos cognitivos de personalidad (autoritarismo, dogmatismo…) y sus repercusiones sociales y culturales.

Desde su origen, la psicología de la personalidad ha estado vinculada a la búsqueda de soluciones de los problemas encontrados en la práctica clínica o en la necesidad de seleccionar personas para distintos fines, lo que hizo que desarrollara un carácter eminentemente funcional. Esta funcionalidad tuvo sus pros y sus contras en el curso del desarrollo y adquisición de los conocimientos sobre personalidad.

Entre los factores positivos se señala que la psicología de la personalidad diera un peso importante a los procesos motivacionales, como clave fundamental para el entendimiento de la conducta humana.

Los psicólogos de la personalidad mantenían (como hoy) que la única forma de comprender la conducta era analizando al individuo total. Siguiendo este objetivo, la psicología de la personalidad emprendió la tarea de formular teorías que integraran los aspectos aislados que otras disciplinas de la psicología iban comprobando en sus investigaciones; adquiriendo, de esta forma, un papel eminentemente integrador.

La psicología de la personalidad “debe ser una disciplina integradora que incluya tanto el estudio de los determinantes y dinámica del funcionamiento de la personalidad como el desarrollo del potencial humano”.

El punto de partida para un análisis holístico o integrador del funcionamiento individual radica en que la persona funciona como una totalidad, y que cada aspecto estructural (rasgos) o procesual (percepciones, cogniciones, planes, valores, metas, motivos, factores biológicos, conducta…) adquiere su significado a partir de su papel en el funcionamiento total del individuo.

El principal inconveniente de su carácter funcional e integrador es que prescindió en algunas ocasiones del uso de una metodología rigurosa llegando a guiarse a veces por:

  • informaciones extraídas de la observación no controlada

  • de la intuición clínica

  • de la generalización de principios a partir de datos poco contrastados.

Además esta funcionalidad le llevó a tener fuertes vinculaciones con otras disciplinas de la psicología, como la psicología clínica y social.

Entre los años 30 y los 70, se formularon las grandes teorías de la personalidad de tipo clínico, tanto dinámicas, como humanistas, como las factoriales o multirasgo, o las biotipológicas, además de las más basadas en los supuestos más conductuales o en las aportaciones primeras del aprendizaje social.

Desde finales del siglo XX y a lo largo de esta primera década del XXI, cabe destacar el papel adquirido por las concepciones sociocognitivas que presentan a la personalidad como un “sistema complejo integrado por subsistemas relacionados entre sí de elementos cognitivos y afectivos, donde la persona es proactiva y no reactiva, habiendo elección y creación de situaciones así como intencionalidad en su camino hacia las metas y objetivos que se propone”.

Las aproximaciones basadas en el estudio de estos sistemas o procesos consideran que la personalidad es un sistema de unidades mediadoras (expectativas, metas, creencias…) y procesos psicológicos (cognitivos y afectivos), conscientes e inconscientes, que interactúan con la situación.

Se ha investigado como funciona psicológicamente la persona, analizando los procesos mediadores que subyacen a las diferencias entre los individuos en la conducta que manifiestan ante una misma situación, al tiempo que dan sentido a la variabilidad del propio individuo a lo largo de las distintas situaciones y momentos temporales. Se centran en la interacción entre el sistema de procesamiento social-cognitivo-emocional del individuo y la situación específica.

Resumen: la psicología de la personalidad ha puesto su énfasis en el estudio de la persona total, la dinámica de la motivación humana y la identificación y medida de las diferencias individuales entre las personas.

Principales acuerdos que existen en el campo:

  1. Se han hecho muchos esfuerzos para llegar a una conceptualización (los 5 grandes factores) ampliamente aceptada por los investigadores de las diferencias individuales.

  2. Se ha producido un progreso muy significativo en la conceptualización de la motivación humana para entender la dinámica de la conducta y la interacción social.

  3. Donde se ha progresado menos es en la conceptualización de la persona total. Aunque ha resurgido el interés por el estudio del self, aún no se ha aportado una conceptualización realmente integradora para comprender a la persona total.

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