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Durante las décadas de los 60 y 70, la P.D. conocería una fase de reestructuración profunda debida fundamentalmente a dos factores:

    El cuestionamiento de la metodología correlacional y factorialista.

    La separación de otros ámbitos disciplinares relacionados, (psicometría y tests mentales), obligó a una redefinición de los objetivos disciplinares propios.

Reduccionismo simplista de la psicología diferencial clásica

Aspectos de la Psicología Diferencial cuestionados:

    Simplicidad de objetivos

    Reduccionismo metodológico: los métodos de la P.D. eran:

        Medición de un rasgo.

        Asignación a cada individuo de un número correspondiente a su situación dentro del grupo.

        Estudio de la significación de cada rasgo relacionando un conjunto de medidas con otro conjunto de medidas.

        Búsqueda del origen de las diferencias aparecidas.

En 1959 L. Tyler se cuestionará ¿son suficientes estos objetivos? ¿se puede limitar el estudio de las diferencias individuales al uso exclusivo de estos procedimientos?.

Actualmente la disciplina está mejor adaptada a la pluralidad de los aspectos de la realidad y a lo específico de cada investigación, acercando progresivamente los intereses generalistas y diferencialistas con respecto al estudio del comportamiento humano.

Críticas a las técnicas del análisis factorial

El uso intensivo del análisis factorial derivó en la elaboración de una gran variedad de modelos teóricos, diferentes entre sí. La falta de acuerdo sobre la naturaleza de los factores identificados en los distintos modelos trajo consigo una crisis principalmente en el área de la inteligencia.

Las críticas metodológicas sobre las bases matemáticas y las presuposiciones de aplicación del Análisis Factorial eran:

    La utilización de muestras no suficientemente amplias ni representativas.

    Combinación diferencial de factores.

    Subjetividad con que esta técnica se impregna:

        La posibilidad de optar por distintas soluciones factoriales.

        El número de factores a aceptar para la rotación de los mismos.

        La dificultad al decidir qué pesos factoriales de las variables se aceptan como estadísticamente significativos.

        Los problemas derivados de la selección de las técnicas o procedimientos de rotación.

    El concepto de circularidad: los factores se definen a partir de las mismas características que los constituyen.

    El Análisis Factorial, no sirve para verificar hipótesis causales.

A partir de los años 50 comenzó a generalizarse la utilización de los computadores para las labores de cálculo que el Análisis Factorial requería.

Entre las décadas 50 y 60 se sustituyeron los procedimientos desarrollados por Thurstone por algoritmos matriciales que permitían la realización de una rotación, tanto ortogonal como oblicua, de mayor precisión y menor subjetividad.

En este perfeccionamiento del Análisis Factorial Exploratorio, destacaron los trabajos de Castell, Kaiser y Carroll.

Jöreskog y Sörobom desarrollaron el Análisis Factorial confirmatorio derivado de los métodos de ajuste de máxima verosimilitud. Este tipo de análisis tiene mayor potencial explicativo en la medida en que permite comprobar si un conjunto de datos determinado se ajusta convenientemente a un modelo teórico previo postulado.

Estructuras estáticas vs procesos dinámicos

 estructuras generadas a partir del análisis factorial en los modelos psicométricos de rasgos fueron cuestionadas por su carácter marcadamente descriptivo, clasificatorio y escasamente explicativo de la conducta y de la naturaleza de las diferencias individuales.

Las estructuras hacen referencia a aspectos estáticos y descriptivos de la psicología humana, que no permiten acceder a un estudio y entendimiento funcional de la conducta individual. A partir de un modelo estructural se pueden describir las características o rasgos que definen a las personas y situarlas con referencia a su población, pero no se puede explicar el porqué de dichas características ni el cómo de su funcionamiento.

Otra crítica de L. Tyler es la falta de simplificación de la teoría factorial.

Ante estas críticas surgieron nuevos planteamientos destinados a demostrar que el estudio de las diferencias individuales, podía ampliarse al estudio de las diferencias individuales en procesos psicológicos subyacentes a las estructuras. Estos procesos representarían, por tanto, la vertiente dinámica y funcional de las estructuras previamente analizadas.

Un estudio de procesos podía centrarse, tanto en lo relativo a cuestiones tales como la dinámica interna del funcionamiento cognitivo, como en lo que se refiere al entramado biopsicosocial que “individualiza” al ser humano.

Los dos ejemplos más representativos de los cambios producidos, podemos encontrarlos en la investigación sobre la inteligencia y la personalidad. 

Del personalismo al interaccionismo

En la concepción personalista e internalista del período clásico, la persona era más relevante que la situación en la manifestación de la conducta. Las características que diferencian a los individuos, o rasgos, responden a cualidades preexistentes “ubicadas en el interior” que son determinantes potenciales de la conducta a lo largo del tiempo y de las distintas situaciones.

Las bases de esta concepción radican en la creencia de que el estilo de comportamiento y las características de cada persona son consistentes y predecibles.

El paradigma R-R contribuyó a la orientación personalista del estudio de las diferencias individuales. El rango está asociado a las respuestas del sujeto, sin referencia a la situación.

Planteamientos y críticas del situacionismo. Walter Mischel cuestionó:

  • La importancia de los rasgos frente al valor de los estímulos situacionales como determinantes de la conducta.

  • Su pretendida consistencia y, por tanto, el valor predictivo de este tipo de constructos personales y su interés como objeto de estudio para la Psicología.

Mischel acabó negando la utilidad del rasgo como constructo teórico para afirmar, que los principios del aprendizaje aportaban una explicación más potente del comportamiento.

Los planteamientos y críticas de Mischel y del situacionismo suscitaron una revisión de conceptos, formas de evaluación y métodos experimentales utilizados.

Lo extremo de las conclusiones de Mischel fue también muy criticado, lo que concluyó con el desarrollo de un modelo integrador, el interaccionismo.

En los años 30, Kantor, Lewin, Tolman o Murray incluyeron a la persona como elemento dentro de la misma. Estas ideas no tuvieron gran repercusión.

En los años 60 apareció el modelo interaccionista. Plantea que la conducta está determinada:

    En parte por los factores personales o rasgos

    En parte por las características situacionales

    Y, fundamentalmente, por la interacción entre las características que presenta el individuo y las características de la situación en donde éste actúa.

Los modelos interaccionistas, asumen, que la interacción entre la persona y la situación es la unidad básica de análisis en la predicción de la conducta.

Consistencia, estabilidad y coherencia de la conducta

La definición de rasgo ha contemplado, la noción de estabilidad del comportamiento seguida de la de consistencia de la conducta.

La estabilidad temporal de la conducta hace referencia a la regularidad de la misma a lo largo de un período de tiempo. Hay que distinguir entre variaciones temporales del comportamiento, de los rasgos habituales que definen a una persona.

La consistencia transituacional Implica la regularidad del comportamiento en distinto tipo de situaciones (en la casa, en el trabajo, etc.) lo que no quiere decir que las personas actúen siempre de la misma forma, sino que mantienen su identidad en contextos diferentes (sociables, ansiosas, retraídas, etc.).

La coherencia en el comportamiento, que presenten conductas similares ante situaciones percibidas intraindividualmente como equivalentes.

Implicaciones de la evaluación de la consistencia y estabilidad del comportamiento

Los conceptos de consistencia y estabilidad son centrales al estudio de las diferencias individuales y a la definición de rasgo, según Krahé esto implica que:

    Para detectar las características que distinguen al individuo de los demás, deben buscarse diferencias que sean consistentes y estables entre los individuos.

    Para demostrar la estabilidad y permanencia se requiere evidencia de consistencia y estabilidad intraindividuales.

    Para poder explicar la conducta de un indo fruto de la manifestación de alguna disposición interna, es esencial probar que ésta moldea la conducta de forma consistente y estable. Por tanto, para afirmar que una característica o rasgo, de una persona es el origen de un determinado comportamiento, habrá que investigar que los mecanismos funcionales por los que el rasgo predispone a dicho comportamiento son también consistentes y estables.

Nivel de generalidad de los postulados diferencialistas

Nivel de generalidad: grado en que sus conclusiones son aplicables, al grueso de las personas, o únicamente a un número reducido de individuos.

Esto nos conduce a postular, los dos grandes extremos del estudio psicológico, el eje que va de lo nomotético, o aproximación que comprende el conocimiento de las leyes generales, a lo idiográfico, referido al conocimiento de lo particular o individual.

Allport alegaba que la pretensión de la Psicología de alcanzar el rango de disciplina nomotética, con leyes, de carácter general, se contradice con la aspiración de construir una ciencia de la individualidad que ha de ser, necesariamente, idiográfica.

Pero Allport defendió la complementariedad de ambos enfoques, señalando que la investigación en Psicología Diferencial respondería a un acercamiento nomotético pero con pretensiones de generalización menores que la psicología general.

Hasta el momento hay pocas dimensiones que puedan ser consideradas categorías universalmente significativas, sobre todo en el área de la personalidad; sólo Extraversión y Neuroticismo son comunes a prácticamente todas las taxonomías de rasgos clásicas.

Hay dos criterios para defender un cierto grado de universalidad:

  1. Uno de carácter organicista: el origen constitucional y genético defendido por los modelos factoriales biológicos del temperamento (extraversión y neuroticismo)

  2. Otro de carácter social: la afirmación de que para todo lo que existe hay una palabra que lo nomina, ha dado lugar a los modelos factoriales-léxicos, representados por el modelo de personalidad de los cinco grandes.

Los psicólogos diferencialistas clásicos mostraron un exceso de generalización de sus principios.

Los nuevos planteamientos y posibilidades abiertos a partir de corrientes como el interaccionismo y el inicio de la investigación en procesos, permiten una serie de cambios: El paso de una psicología de los resultados a una de los procesos exige una reducción del nivel de generalización y de abstracción de las teorías. Esto repercutirá en un aumento de la validez interna (mayor control de las variables) y una mayor validez externa de población.

La Psicología de las diferencias individuales debe ser capaz “no de estudiar al individuo y a la situación, sino al “individuo en situación”, y ello implicará un menor nivel de generalización de los resultados de nuestros diseños. Pero también una mayor proximidad a la realidad y un conocimiento más preciso del carácter funcional de las diferencias individuales.

En la actualidad se acepta una integración de diferentes niveles de generalidad entre lo nomotético y lo puramente idiográfico. Es una disciplina que tiene como objetivo último, de carácter idiográfico, el conocimiento del individuo, valiéndose, para alcanzarlo, de medios nomotéticos que pretenden atrapar las leyes básicas de las diferencias individuales.

Pero para algunos autores el estudio de “la persona” es la asignatura pendiente de la psicología de las diferencias individuales.

La evolución de la polémica herencia-medio ambiente

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