El proyecto psicológico de Wundt alcanzará su madurez en el momento en que, primero, ocupe una cátedra de Filosofía Inductiva en la Universidad de Leipzig en 1875 y, cuatro años más tarde, en 1879, funde un laboratorio de psicología. No será hasta 1885 cuando éste adquiera la categoría oficial de Instituto de Psicología Experimental, cuatro años después de que Wundt hubiera creado la revista Philosophische Studien [Estudios de Filosofía] para empezar a dar respaldo editorial y divulgación a los numerosos trabajos y tesis que empezaban a realizarse bajo su dirección. Significativamente, la revista terminaría cambiando su título por el de Psychologische Studien [Estudios de Psicología], aunque esto no ocurrió hasta 1903.
Es evidente que los cursos, investigaciones, actividades académicas y, en último término, expedición de títulos oficiales de prestigio convirtieron al Instituto de Psicología de Leipzig en el lugar a la que debía acudir cualquier profesor o investigador del mundo interesado por la psicología (sobre las actividades del Instituto puede consultarse Mülberger, Sáiz y Sáiz, 1995; Nicolas y Ferrand, 1999).
Efectivamente, el centro recibió académicos de las nacionalidades más variadas entre los que cabe destacar al alemán Emil Kraepelin –reconocido psiquiatra que desarrolló la influyente teoría de Wundt según la cual la esquizofrenia derivaba de un trastorno atencional–, el británico Titchener –que replanteó la psicología wundtiana en términos estrictamente sensualistas y asociacionistas (Lehaey, 1981)–, el norteamericano James M. Cattell –que llevó los métodos experimentales de Wundt al terreno de la psicología diferencial y aplicada– o el español Eloy Luis André –que se convirtió en el más importante divulgador de las ideas de Wundt en España junto a Juan Vicente Viqueira (Carpintero, 1981). Todos se reconocieron como discípulos del maestro de Leipzig y reprodujeron sus estrategias institucionales (creación de cátedras, revistas, laboratorios, etc.) y métodos experimentales cuando retornaron a sus países, si bien la mayoría de ellos también se distanciaron explícitamente de las tesis teóricas y programas de investigación defendidos por Wundt (Danziger, 1979; Civera, Pastor y Tortosa, 2006).
Este tipo de episodios ha sido habitualmente empleado por la historiografía reconstructiva más clásica para justificar a Wundt como el héroe fundador capaz de desligar la psicología de la filosofía. Pero el transfondo es más intrincado y complejo.
Las perspectivas más contextualistas sitúan este episodio fundacional en las importantes luchas por el poder académico en las influyentes universidades alemanas del siglo XIX (Leahey, 2005; Smith, 1997). Los profesores más brillantes y prometedores trataban de conseguir cátedras para estar bien situados en esos enfrentamientos, sobre todo en los reconocidos ámbitos de la filosofía y de la medicina. Pero no siempre las conseguían: así, tras el traslado de Helmholtz a Berlín en 1871, Wundt trató de ocupar su cátedra en Heidelberg cuatro años después, pero fracasó y tuvo que conformarse con la de Lepizig. Inmediatamente reorientó sus esfuerzos académicos hacia la Psicología, una opción carente del lustre académico y político de la filosofía o la fisiología pero a salvo de la voracidad y la cruenta lucha institucional que caracterizaba a estas áreas (Ringer, 1969).
En definitiva, cabe tener presente que lo que la historia tradicional de la psicología ha reivindicado como relevante del episodio fundacional de Wundt no es tanto la creación o un cambio de paradigma realmente rupturista desde el punto de vista teórico-epistemológico como un importante y estratégico logro institucional que permitía la demarcación y la apropiación de un territorio académico en medio de las luchas de poder de la universidad alemana. Con todo, también es cierto que ese contexto resultó fundamental para modernizar los estudios superiores, impulsar el perfil del profesor investigador, promover el debate entre filósofos metafísicos y científicos positivistas, formar integral y profesionalmente a los egresados y, en definitiva, ofrecer un modelo de organización de la enseñanza superior al resto del mundo (Leahey, 2005; Ash 1981, Littman, 1979).
En contraste con la estrategia institucional y su valor para el reconocimiento de la psicología como disciplina, es muy significativo que durante la etapa de Leipzig los planteamientos teóricos y epistemológicos de Wundt no se desliguen en ningún caso de la filosofía. Más bien se estrechan, si advertimos que Wundt pensaba en desarrollar un proyecto amplio de metafísica, si bien en un sentido empírico o basado en la experiencia frente a la clásica metafísica especulativa (Wundt, 1889). Es en esta sistematización metafísica donde cobra sentido su elaboración de tratados a propósito de dominios tradicionalmente filosóficos como la Lógica y la Ética (Wundt, 1880-1883; 1886) 5 . Si a todo ello unimos la relajación del compromiso fisiológico exhibida en sus Fundamentos de Psicología Fisiológica, la cuestión que cabe plantearse es por qué, a pesar de todo, Wundt mantuvo la denominación de Psicología Fisiológica en todas las reediciones de su tratado y, muy particularmente, a la hora de definir el método propio de la investigación experimental.
A estas alturas, era más que evidente que la psicología de Wundt no trabajaba directamente con aspectos fisiológicos. En realidad, como ya hemos adelantado en el epígrafe anterior, el adjetivo “fisiológico” tenía que ver menos con un “objeto” de estudio que con un “método”. En la época, hacía referencia prioritariamente al uso de técnicas y métodos de estudio experimentales y objetivos. El experimentalismo era y es un método de trabajo científico que supone que una hipótesis se puede poner a prueba en una situación controlada por el investigador. Por eso la psicología fisiológica de Wundt es, en realidad, una psicología experimental y refleja la búsqueda de un método riguroso, fiable y objetivo que permitiera abordar los objetos de estudio supuestos en su sistema (Leahey, 2005).
Teniendo en cuenta que tales objetos eran fenómenos de conciencia, la única alternativa metodológica a ese respecto era la auto-observación experimental. El problema central al que se enfrentaba Wundt en este marco era cómo convertir la observación de lo que sucedía en el interior del sujeto en un estudio realmente científico. Wundt era muy crítico con la vieja introspección de sillón en la que, a la manera de Descartes y su “pienso, luego existo”, el filósofo especulaba libremente sobre la naturaleza de sus propios procesos y experiencias mentales (Blumenthal, 1980). En realidad, desde sus tiempos de Heidelberg, Wundt siempre planteó que al volver la mirada hacía sí el sujeto no tenía por qué estar observando lo que realmente sucedía, sino que podía estar reflexionando y elaborando una teoría arbitraria sobre lo que acababa de experimentar. Estas suspicacias de Wundt eran continuación directa de las que habían llevado a Kant a rechazar la posibilidad de una psicología verdaderamente científica: en último término, el aparato psíquico podía volverse sobre los contenidos o datos que aparecían de forma inmediata en la conciencia, pero ésta no podía volverse sobre sí misma para observar los mecanismos que los habían producido sin desvirtuar dichos mecanismos –pensar sobre cómo pensamos sería como tratar de levantarnos a nosotros mismos agarrándonos por los pies–. El problema kantiano radicaba en que si no podían obtenerse datos objetivos y fiables de los fenómenos mentales, tampoco era posible aspirar a realizar una verdadera y completa sistematización de lo “psicológico”, a la manera que otras ciencias sí hacían con sus objetos de estudio perfectamente objetivados.
Para salvar este problema, ya hemos señalado cómo la solución experimentalista que Wundt propondrá después de la etapa de Heidelberg consistirá en centrarse en fenómenos de conciencia supuestamente simples como la sensación, por un lado, y en tratar de manipular las condiciones de la percepción interna e inmediata hasta aproximarla a las condiciones de la percepción externa y mediata de los métodos de estudios observacionales y objetivos, por otro (Danziger, 1980b y 1980c). Para ello, trató de diseñar una auto-observación perfectamente sistemática y controlada apoyándose en la invención, construcción y adquisición de instrumentos y tecnología de calibración muy precisos para la época, como quimógrafos, diapasones, péndulos, cronográfos, metrónomos, etc. (Sokal, Davis y Merzbach, 1976). Tal propuesta se ha mantenido hasta hoy en día si tenemos en cuenta lo que los psicólogos experimentales, cognitivistas y conductistas, hacen con sus ordenadores y maquinaria de laboratorio. Como en estos últimos casos, se suponía que la tecnología empleada por Wundt era muy fiable: permitía presentaciones estimulares de gran exactitud y replicaba las mismas condiciones de experimentación a la hora de analizar los cambios y convergencias entre las respuestas y experiencias de los distintos sujetos. En otras palabras, se suponía que con esta tecnología estaba en condiciones de hacer generalizaciones de valor universal.
Wundt contaba con el registro y la atención prestada por los investigadores a los cambios fisiológicos y conductuales de los sujetos experimentales. Pero una clave informativa básica también era la que el propio sujeto ofrecía describiendo inmediatamente su experiencia perceptiva. El objetivo experimental era evitar procesos de reflexividad sobre los propios procesos de conciencia y, por ende, los problemas advertidos por Kant casi un siglo antes. Los sujetos que participaban en los experimentos debían estar, además, bien formados y entrenados para conocer a qué tipo de cuestiones debían atender (Danziger, 1990), nada extraño si consideramos que hoy en día también ofrecemos instrucciones sobre lo que se debe observar a los sujetos que participan en nuestros experimentos. Por ello, lo ideal era trabajar con investigadores y estudiantes del propio Instituto de Leipzig, herencia que el experimentalismo también ha arrastrado hasta la actualidad si tenemos en cuenta que, después de la rata blanca, los sujetos más utilizado en los experimentos de psicología actuales son estudiantes de la carrera ya imbuidos, en algún grado, de nuestra cultura disciplinar.
En la práctica, los famosos informes introspectivos del laboratorio de Leipzig se limitaban a juicios psicofísicos muy básicos e inmediatos sobre tiempo de reacción, peso, intensidad, duración, etc. del estímulo o, alternativamente, medidas dependientes de la actividad del sistema nervioso periférico –nuevamente, una línea mantenida fielmente por el experimentalismo actual–: en ningún caso los estudios experimentales del laboratorio de Leipzig recurrían a relatos introspectivos extensos y abiertos. La inquietud metodológica de Wundt a este respecto era muy importante y, de hecho, provocó una famosa y reveladora polémica con los autores de la Escuela de Wuzburgo.