El fenómeno fi no era más que un ejemplo, claro está, pero de enorme valor ejemplar. Porque en él se ponía inequívocamente de manifiesto una de las tesis fundamentales de la psicología de la Gestalt: la de que en la experiencia cotidiana e inmediata las percepciones no se presentan en “mosaicos” o conjuntos de sensaciones sueltas o independientes, sino en agrupaciones organizadas o totalidades integradas y unitarias. En un célebre trabajo de 1923, “Investigaciones sobre la doctrina de la Gestalt”, Wertheimer avanzaría en la dirección de determinar experimentalmente, a partir de estímulos visuales muy sencillos, los principios o leyes que rigen la configuración de esas totalidades perceptivas (Wertheimer, 1923). Estos principios básicos, que se han considerado a veces como la contribución más importante de la psicología de la Gestalt, se describen prácticamente en todos los manuales generales de psicología, por lo que bastará con recordar aquí brevemente algunos de ellos.
Un primer factor que Wertheimer encuentra decisivo para la agrupación natural de los estímulos en la percepción es lo que llamó el “factor de proximidad”; es decir, los estímulos que están próximos a otros tienden por lo general a aparecer ante el observador como agrupados con ellos. En la figura 1(1), por ejemplo, no son 14 puntos aislados lo que se percibe, sino que, en función de su cercanía, los puntos aparecen agrupados de dos en dos y formando, por tanto, siete grupos claramente diferenciados.
Pero el de proximidad no es el único factor que interviene en la agrupación perceptiva; hay otros. Entre ellos, el “factor de semejanza”, que hace que, en igualdad de condiciones, se presenten como naturalmente agrupados los estímulos que son similares. En la figura 1(2) puede verse un agrupamiento de puntos en que la semejanza prevalece sobre la proximidad.
No menos relevante es un “factor de dirección” en algunas disposiciones estimulares como la de la figura 1(3). En este caso, aunque los puntos de las líneas A y C puedan estar más alejados entre sí que los de las líneas A/B o B/C, se tiende a percibir agrupados los de las líneas A/C por compartir la misma dirección. Lo que vemos, por tanto, son dos líneas, una horizontal y otra vertical (u oblicua, en el segundo caso) independientemente de la mayor o menor proximidad de los puntos que las componen.
El “factor de dirección” es, pues, aquí el predominante.
Otro importante principio descubierto por Wertheimer es el “factor de cierre”, por el que las figuras cerradas tienden a percibirse unitariamente. Es el caso, por ejemplo, de la elipse y el rectángulo de la figura 1(4), que se perciben como tales elipse y rectángulo, y no como meras líneas inconexas, entrecruzadas sin sentido.
Todos estos principios o factores de organización perceptiva, junto con otros que no podemos detenernos a ilustrar aquí, fueron subsumidos por los gestaltistas bajo una ley general de la que todos estos factores no serían sino casos particulares. Es la que llamaron “ley de la buena Gestalt” (o “buena figura”), según la cual las percepciones tenderían siempre a organizarse en las formas más simples, regulares, simétricas y equilibradas posibles. Esta ley general sería la que permitiría entender por qué la imagen de la figura 1(5) se percibe como un rombo y hexágono (ambos regulares), en lugar de verse como dos hexágonos (irregulares).
No puede dejar de mencionarse en este contexto el fenómeno de organización perceptiva quizá más básico de todos, el de “figura-fondo”, investigado en 1912, de forma paralela e independiente de los estudios de Wertheimer sobre el fenómeno fi, por el psicólogo danés Edgar J. Rubin (1886-1951) en la Universidad de Gotinga. Aunque Rubin no pertenecía al núcleo “duro” de los psicólogos de la Gestalt y ni siquiera era miembro “oficial” de la escuela, era evidente que los principios teóricos en que se inspiraban sus investigaciones eran muy semejantes a los de los gestaltistas, que saludaron con entusiasmo sus hallazgos y los incorporaron de inmediato a su propio corpus doctrinal.
Rubin descubrió que el campo perceptivo se presenta por lo pronto organizado en dos grandes partes o dimensiones. Una de ellas ocupa el primer plano y atrae de inmediato la atención, posee contornos bien nítidos y tiene una forma definida, un cierto carácter objetual o “cósico”: es la “figura”. La otra es el “fondo” sobre el que la figura se recorta; contrariamente a la figura, aparece desprovisto de forma y como por detrás de ella, envolviéndola.
Para los gestaltistas se trataba de un fenómeno sumamente significativo e importante porque venía a confirmar una de sus principales tesis: la de que la percepción no es una cuestión de sensaciones inconexas, sino que se da desde el principio de forma organizada. El fenómeno figura-fondo aparece, en efecto, como la primera distinción que se presenta cuando el sujeto se enfrenta a algún patrón estimular; se da incluso cuando la rapidez de la estimulación impide distinguir la forma de la figura. Y apunta a que se trata de una distinción u organización espontánea, no aprendida, resultante más bien de la estructura innata del sistema nervioso. Así parece sugerirlo el hecho de que en las figuras reversibles (la llamada “copa de Rubin”, “la nuera y la suegra”, de Boring, o el “cubo de Necker” son ejemplos bien conocidos) sólo sea posible percibir de forma alternativa, nunca simultánea, las dos figuras de las que se componen.
La psicología de la Gestalt obtuvo sin duda en la investigación de los fenómenos perceptivos algunos de sus mejores logros. Sus hallazgos no sólo se han incorporado al cuerpo general de la psicología, sino que continúan interesando y siendo objeto de estudio por parte de los psicólogos de hoy (cfr. por ejemplo, Wagemans et al., 2012).
Tal vez por ello se ha llegado a identificar a veces la psicología de la Gestalt con un movimiento exclusivamente interesado en este campo, un error a cuya propagación probablemente contribuyera sin pretenderlo Kurt Koffka al centrar precisamente en este ámbito su introducción a la perspectiva gestáltica destinada al público norteamericano.
Su artículo “Introducción a la Gestalt-Theorie. La percepción”, publicado en el Psychological Bulletin en 1922, fue en efecto la primera presentación aparecida en inglés del punto de vista de la nueva escuela (Koffka, 1922/s.a.).
La teoría, sin embargo, aspiraba a aplicarse también a otros ámbitos, como la obra del propio Koffka habría de poner de manifiesto, y a abarcar, desde luego, la totalidad de los de la psicología. Nos ocuparemos ahora brevemente de algunas de las aportaciones más significativas de la escuela a algunos de estos ámbitos: las de Wolfgang Köhler al estudio la inteligencia y del aprendizaje.