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Todavía hoy buena parte de la memoria histórica del psicólogo se ajusta al gran relato establecido por el influyente manual de Edwin E. Boring (1929/1990) que convierte a Wilhelm Wundt (1832-1920) en el padre fundador de nuestra disciplina en tanto que verdadera ciencia. El argumento histórico oficial establece que Wundt logró independizar la psicología de la filosofía reivindicando su carácter eminentemente científico y experimental y, correlativamente, creando una estructura institucional –un instituto, un laboratorio, una revista y un programa para la elaboración de tesis doctorales y proyectos de investigación– para desarrollarla en este sentido. El proceso histórico está lleno de matices y, en todo caso, es mucho más complejo de lo que estarían dispuestos a aceptar los historiadores partidarios de una historia internalista y acumulativa de la psicología (véase Brock, 1993). Más que como un héroe libertador de nuestra disciplina, nos interesa entender a Wundt como un complejo punto de intersección en el que concurren y se ensamblan las condiciones de posibilidad científicas, filosóficas y socio-institucionales que hemos tratado de delinear en los capítulos anteriores. Es ese sentido en el que cabe considerar la vida y obra de Wundt como un episodio realmente relevante a la hora de convertir la psicología en un ámbito de actividad con un perfil socialmente reconocible hasta el día de hoy. Más aún, en línea con esta complejidad, es necesario advertir que el pensamiento de Wundt estuvo sometido a múltiples cambios a lo largo de su vida y se desarrolló, como no puede ser de otra manera, bajo importantes y singulares circunstancias personales (sobre todos estos tipos de condicionantes véase Rosa, Huertas y Blanco, 1996).

Para empezar, como sucedió con muchos otros celebrados “padres fundadores de la disciplina”, las inquietudes teóricas de Wundt provienen, en buena medida, de un contexto familiar temprano donde la religión jugaba un papel importante a la hora de explicar los actos humanos. Su padre era pastor luterano y delegó la instrucción de su hijo en manos de un tutor que también era vicario. La juventud de nuestro personaje transcurrió entre libros y estudios, de tal manera que, a decir de Boring (1929/1999), Wundt no tuvo amigos de su edad ni mostró nunca interés por los juegos y distracciones mundanas. Como en el caso de James, Freud o Vygotski, su crianza y educación temprana en un contexto religioso marcado por la disciplina y el estudio termina transformándose en la búsqueda de respuestas más satisfactorias en el campo de la ciencia y la filosofía.

Como también en el caso de los autores mencionados, Wundt experimentó una profunda crisis personal y terminó dedicando intensamente su vida a desarrollar una explicación sistemática e integral de la experiencia humana y su sentido. A ese respecto, Wundt es heredero de la concepción kantiana del ser humano y de las respuestas científico-filosóficas que los grandes autores de la tradición germana – principalmente Helmholtz, Fechner, Herbart y Lotze– habían tratado de dar a los problemas psicológicos planteados por Kant (Leary, 1982).

El resultado de todo ello será un desempeño vital y teórico de gran complejidad que, siguiendo una estrategia historiográfica relativamente habitual, nosotros vamos a tratar de presentar, de forma tentativa, a través de varias etapas acotadas por hitos de su pensamiento y actividad institucional. No se trata, en todo caso, de etapas progresivas o acumulativas y definidas por hallazgos y logros de Wundt que se superen sucesivamente; más bien son intervalos o trayectorias biográficas encabalgadas que revelan la complejidad y zozobras de su sistema, las idas y venidas en su reflexión, los intereses de investigación más o menos marcados o propios de cada etapa vital y, en último término, las propias dificultades, desmesuras y contradicciones epistemológicas que nuestra disciplina arrastra todavía hoy, inevitablemente, desde su etapa fundacional.

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